11.5.09

Domingo de Ramos .Actitud Kloaka

Domingo de Ramos: Actitud kloaka. *Escribe Paolo de Lima. Banda nocturna A los guerreros del 80 Bajo la noche transparente arden las veredas parpadean los faros sobre los sucios blue jean de los jóvenes que se extravían entre esquinas y parques claroscuros y negras casacas entre brumas fosforescentes y blanquísimos cráneos dientes rubios y dedos rubios escarchados por la yerba Sus miradas brillan como hebillas de plata llenan de tambores las plazas bañadas en aceite y policías de felpa. Por la noche salgo. En el día huelo a gases lacrimógenos, la multitud me absorbe en sus paltas pero me detengo en las claridades del mundo para respirar sin un cigarrillo en los labios / el frío me congela los miembros y no hay sitios donde descansar para ver las rojas hormigas cargando huesos migajas de pan / todo está cercado por fieras exhaustas solitarias bancas / roto por el silencio y ese cascarón azul que me separa de ti oh raquítica tierra mi cuerpo es sólo fugaz y opaca estela de locura en el orden natural eterno polvo sin entierro Y esas flores y esos muchachos seducidos por el polvo por el orden ¡Oh los apestados de este siglo! América es un Ácido, allí hay miles de angustiados La ley es cruel me dicen los que sobrevivieron a esta guerra inconclusa donde mi banda de leñadores se dedicó a demoler las gordas columnas de la Justicia, donde se quedaron sólo tus enormes muslos / oh Cecilia / tus nalgas / tu rostro de penca y un boquete en el corazón luego de enfrentar a la policía con un ejército de metales retorcidos que fueron nuestros huesos después del incendio sobre una autopista irreal donde aún palpitaban y se desangraban los tibios corazones de los caballos que cayeron antes que nosotros a pesar de su inocencia / de sus fuertes músculos de su destreza para eludir las dificultades que ahora soportamos cuando las tinieblas reinan y el pánico de las bestias que rastrillan / se aproximan calle por calle / zona por zona cubiertas con los adolescentes cuerpos de mi pandilla que ha saboreado la catástrofe antes que el sol borre los resquicios y los escombros a que fuimos sometidos. ¡ Oh el deslumbramiento del horror! Mejor será largarnos de esta ciudad a la que nunca pertenecimos y ya no tengo banderas ni multitudes Estoy despierto entre los edificios entre las calles y bocacalles entre los cerros y basurales deambulando con tu imagen impregnada en mi mente (y tú Sarita eres como un rockanrol en mi pecho oliendo a pasta que consume mi banda pensando en ti en el cielo que le ofreces por unas monedas) ¿ Qué puedo hacer? llevo un amor a secas que no me calma en el largo viaje por las suaves arenas donde te conocí oh dulce Cecilia como la chicha que cantabas para mí en aquellos tiempos en que asaltábamos golpeábamos destruíamos y culeábamos en cualquier estera bajo la tibia luna y el sereno mar que se enroscaba en tu blusa de nube / todo termina y lo han sabido nuestros enemigos / nos jodieron quitándonos la noche Y solo me voy quedando / aturdiéndome ante el desayuno y el responso que estoy escribiendo con dificultad por el parpadeo de la vela Estoy condenado a muerte / han arrojado mi sombra al mar Estoy divinamente desolado / mi alma se queja como un torrente y me dice expirando ¡¡¡¡MÁTATE!!!! y mudas piedras rodaron Sobre las calles como una escuadra preparándome una celada a plena luz del día con guardias de tránsito y helicópteros de papel. Me detienen / me botan / me organizo y vago en plazas y barrios demoliendo las gordas columnas de la Justicia mientras mi banda se aleja en tierra en humo en polvo en sombra en nada... Particular es la postura que Domingo de Ramos manifiesta en su poesía en relación con los sectores subalternos y con su propio contexto histórico. Sobre todo porque en esos sectores se ven representados varios actores del drama social cotidiano y suburbano de las periferias de la capital12. Este poema forma parte de su primer libro Arquitectura del espanto (39-42). De entrada, en su dedicatoria, el texto da cuenta de los «guerreros del 80», a quienes podemos asociar con la marginalidad tanto política y social de la que el autor forma(ba) parte. Ya los primeros versos nos definen a estos guerreros (a quienes enseguida se les llama jóvenes) por su indumentaria: sucios blue-jeans, negras casacas. Se mueven «entre esquinas y parques claroscuros», de ahí lo de «banda nocturna»; grupo marginal al cual el yo poético se suma por momentos a través del «nosotros» que le sirve por ejemplo para compartir la idea de que es «mejor largarnos / de esta ciudad a la que nunca pertenecimos». Pero el sujeto poético se inserta también en esta historia, dando cuenta en principio de la oposición noche / día. «Por la noche salgo», nos dice, y señala enseguida la atmósfera de violencia que se vive en el día: gases lacrimógenos, por ejemplo, con los que la policía suele romper movilizaciones políticas o manifestaciones. Sin embargo, la idea que en el verso siguiente nos da el yo poético no refuerza a un colectivo o masa de manifestantes en pugna con estas fuerzas del orden por la reivindicación de sus derechos (como podría hacer un poema social de los años cincuenta en el Perú, verbigracia), sino que da cuenta más bien de la multitud que lo «absorbe en sus paltas». Este coloquialismo juvenil o dicción del habla popular urbana, que impregna el poema en su conjunto, se refiere a las preocupaciones, miedos y temores quizá infundados (las «paltas»), pero producto de una atmósfera de angustia e inseguridad. No obstante, en una búsqueda de lucidez el yo poético no se deja invadir por esas «paltas» y refiere más bien «me detengo en las claridades del mundo para respirar», aunque el gesto resulte vano pues «todo está cercado por fieras exhaustas». En ese sentido Zevallos Aguilar, al comentar los textos del grupo «Kloaka» que giran en torno a los espacios y experiencias populares, señala que Si bien todavía había rezagos en algunos de ellos de una concepción vanguardista del intelectual y escritor al sentirse como abanderados del movimiento popular cuando se consideraban «conciencia vigilante»13, pienso que se estaban representando a sí mismos como parte de sectores populares. Esta posición vanguardista fue criticada en el interior del mismo movimiento. Lo sorprendente es que en esta autorrepresentación no se consideran modelos de la juventud. Más bien en estos textos de corte autobiográfico expresan eclecticismo político y estético, sentimientos contraproducentes, rebeldía, humildad, confusión y contradicciones en sus posiciones y actitudes en los ámbitos familiares, sociales y políticos. En pocas palabras, autorrepresentan a un sujeto problemático con una serie de contradicciones y por qué no decir miedos (2002a: 36)14. Se puede argumentar a partir de estas afirmaciones de Zevallos, que las características expuestas corresponden a la de una juventud de la que forman parte los autores y ahí está la referencia autobiográfica, si no directa, sí por intermedio de la representación del grupo. Tampoco es casual que los adjetivos del poema estén cargados de negatividad; aunque la voluntad de buscar mayor amplitud tanto individual como grupal sea evidente: «La ley es cruel me dicen los que sobrevivieron a esta / guerra inconclusa donde mi banda de leñadores se dedicó / a demoler las gordas columnas de la Justicia». Esta idea de Justicia, así con mayúsculas, nos refiere directamente a una de las instituciones básicas de cualquier Estado moderno, y contra la que esta banda lucha. Pero el yo poético también forma parte de ese «todo» que está al otro lado de la reflexión. Da cuenta de los enfrentamientos con la policía que dejan «boquetes en el corazón»; y corazón como palabra polisémica puede referirse tanto a lo simbólico como a lo real. La lucha que este poema relata también afecta el amor, es decir, la esfera privada del individuo. Un amor incluido dentro de esta lucha de la banda nocturna, donde se equiparan los metales retorcidos con sus propios huesos. Lucha en la que mueren tanto «los tibios corazones de los caballos» como su musa, Cecilia, que personifica el drama personal y colectivo de este grupo. Por ello es que el poema al igual que da cuenta de esa banda guerrera y nocturna, se dirige a su vez a la musa muerta para quien se está escribiendo un responso «con dificultad / por el parpadeo de la vela». Es entonces cuando se apela al recuerdo del canto de la muchacha: una canción de la llamada música chicha, propia de los sujetos migrantes que viven en los arenales y barrios populares que bordean la capital, y de donde procede Domingo de Ramos15. Y este canto amoroso que queda en la memoria, trae a colación ese común asaltar, golpear, destruir y culear (jerga juvenil que se refiere al acto sexual) «en cualquier estera»; y las esteras son también símbolo de las invasiones, barriadas, asentamientos humanos, pueblos jóvenes o como se les quiera denominar: «calles y bocacalles / entre los cerros y los basurales» por donde se deambula. Este espacio físico, social y político, de donde proceden los guerreros del 80 y las experiencias personales del yo poético, ofrece elementos para la confirmación a la subjetividad del poeta en su texto como parte de los sectores subalternos. En relación con Cecilia, recordemos que se trata de un amor ya perdido, en cuya ruptura tiene participación ese Otro (oficial, en este caso), enfrentado a estos sujetos populares: «nuestros enemigos / nos jodieron quitándonos la noche»; con lo que se invierten los términos de la dominación. Las fuerzas del estado neoliberal aparecen alterizadas, ergo, el estado es disminuido moral y legítimamente. Por otro lado, la imagen de la santa popular Sarita Colonia queda asociada en el poema al rockanrrol y a la pasta básica de cocaína. Este personaje aparece también en diferentes poemas y textos de otros autores del periodo, como en Róger Santiváñez y en Rodrigo Quijano (VV. AA. 40-2 y 107-8 respectivamente). Gustavo Buntinx ha realizado un acercamiento a Sarita Colonia desde los estudios culturales16. En su texto, el crítico dice que en esta santa vernacular [...] repetidamente se ha querido ver el rostro místico de la migración provinciana hacia la capital. Un culto de transición (andino pero urbano) relacionado a esa modernidad sincrética que llaman chicha o tropical andina, por decirlo con la elocuente terminología en boga. Aunque la Iglesia denuncia su culto, los innumerables devotos lo incorporan al aparato sincrético del catolicismo popular. Allí Sarita actúa como intercesora ante Dios para pedidos modestos y teóricamente accesibles: el dinerillo urgente para el alquiler, la libertad del marido preso, el retorno del amante hastiado. Y, sobre todo, trabajo. Las necesidades y esperanzas más concretas de aquel sector parcial o totalmente marginado que, sin embargo, va definiendo la nueva personalidad limeña en una ciudad donde la marginalidad constituye una experiencia mayoritaria (1999)17. Esta experiencia mayoritaria de la marginalidad que, como señala Buntinx, viene definiendo a Lima, tiene su concreción poética en Domingo de Ramos, según apreciamos. Solo, en medio de la confusión, el yo lírico de «Banda nocturna» se siente un condenado a muerte cuya sombra (sus camaradas asesinados) ha sido arrojada al mar. Experimenta, también, la bella contradicción de sentirse «divinamente desolado»18. Mas, a este sujeto se le ha despojado no sólo de su cuerpo social, resquebrajándose así la unidad ontológica del yo por ausencia de la colectividad plena. De ahí que exclame: «mi alma se queja como un torrente / y me dice expirando ¡¡¡¡MÁTATE!!!!». Sin embargo, continúa recuperándola en su quehacer reconstructivo, aunque hablando de su banda rebelde, reprimida por ese Otro como aparato del Estado (Althusser)19, lo que incluye y al mismo tiempo singulariza la represión sufrida por los guerreros del 80. Reprimidos y sin trabajo, pero siempre en guardia, en lucha y organizándose para nuevas jornadas, y con el auxilio e intercesión de Sarita Colonia para ofrecer el cielo (no sólo) a la banda20. El yo poético opta por vagar por «plazas y barrios demoliendo las gordas columnas de la Justicia». Marca así su propia ruta, distinta a la de su banda que al final se aleja convertida «en tierra / en humo / en polvo / en sombra / en nada...» en intertexto con el célebre soneto de Góngora en 1582, «Mientras por competir con tu cabello», que concluye exactamente igual. El texto de Góngora revela una conciencia sobre el deterioro del tiempo y la imperiosa necesidad de la experiencia amorosa y de regocijo estético durante la juventud. El texto de Domingo de Ramos utiliza la arcadia presentista del carpe diem para modelarla como punto de llegada final y motivación de los «guerreros». Así, sin buscar ser modelo para los sectores populares juveniles, como señala Zevallos, y sin «banderas ni multitudes» que lo acompañen, este sujeto lírico opta al menos por mantener firme su actitud kloaka ante la vida engalanándose de cultismos literarios. De este modo, como ha resumido Mazzotti, la poesía de Domingo de Ramos da cuenta de «un sujeto migrante que se apropia del establishment para instalarse con su dicción exuberante dentro de un circuito en el que la letra se ve desbordada por un derrumbe de imágenes oníricas entremezcladas con alusiones directas a la precariedad (drogas, delincuencia, miseria, represión política y sexual) de la vida de los barrios marginales de la capital» (2002: 33). Santiváñez (cuya poesía enseguida analizaremos) encarna también esa disgregación interior. *Poeta y crítico radicado en Canadá terminando su doctorado en Literatura. * Originalmente publicado en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana XXIX .58. Lima y Hanover, 2003. pp.275-301 Notas 1 Desde la crítica de las artes plásticas Gustavo Buntinx (2001) y desde las ciencias sociales Nelson Manrique (2002) interpretan este periodo de la violencia. 2 Sobre este y otros temas relacionados con la poesía peruana de los 80s

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