8.11.09

Kloaka la quimera de los ochentas Cuando ingrese a San Marcos saliendo de una militancia política que me formó gran parte de mi adolescencia, comencé a escribir poesía. Las motivaciones eran diversas pero lo que inclino la balanza hacia la escritura era una hermosa nínfula que nunca me miró, ni de casualidad y yo tampoco intente forzar las cosas porque me espantaba el hecho de que esos hermosos ojos me paralizaran completamente, y cayera fulminado por su tierna belleza, su dejadez casi mórbida como cuando la vi por primera vez absorbiendo su chupete de helado con sus carnosos y jugosos labios, en ese tórrido verano que fue y como todo flechazo unilateral, empecé escribiendo y dedicando a ese amor esquivo, fantasmal, virtual, sin dueño, sin que ella lo supiera que iba y venia conversando con otra amiga sobre temas que seguramente atañen a las adolescentes en el Patio de Letras, despreocupadamente sin importarle que un corazón solitario ardía por ella y que era el combustible celestial de algunos poemas que felizmente el tiempo y el azar se encargaron de olvidar, o sino extraviarse en alguna cantina de paso que llegaba por azar. Aquellos garabatos o primeros arrebatos, furiosos y ridículos que habré escrito por esos años que en hora buena nunca los he vuelto a ver mas, (no me puedo imaginar a estas alturas que monstruosidad abra salido de ese loco corazón mío).Pero lo único que se, es que ella seguía siendo bella. Y en esa búsqueda de expresarme mejor, de llenarme el alma con dulces canciones escritas contrarrestando la realidad rampante, comencé a devorar libros de poesía de toda índole y especialmente a leer con fruición al maestro Rubén Darío, al mediocre Chocano, a los poetas españoles Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y al Lorca del cante jondo que eran autores que habían en las estanterías de la biblioteca de mi barrio, al que frecuentaba por las noches los fines de semana. Por aquellos años a fines de los 70s todavía veía a la gente del partido al que alguna vez me involucre, estaba en ese entonces uno de ellos a quien conocía ya que siempre lo veía en las marchas y mitines voceando la revista Clase Obrera. órgano de difusión del PCR, el estudiante y revolucionario Gonzalo Espino Relucé, romano, norteño porque nació en una haciendo que lleva el nombre de Roma .Sabía que estudiaba literatura y estaba a punto de terminar la carrera. Le pregunte por autores de poesía extranjeros y nacionales que mas admiraba, yo no se si le hice caso sobre sus sugerencias para leer ordenadamente a sus autores preferidos. A Gonzalo lo vi una vez mas en el Centro de Lima por el Jirón Quilca, él tenía una reunión con poetas que habían sido o eran del partido en un sitio que se llamaba Las Vitaminas , una especie de café, jugueria y cantina. Saludo a Gonzalo y este me invita a seguirlo porque tenía una reunión. Y así fue, en la mesa estaban Róger Santiváñez , Dalmacia Ruiz-Rosas y otros mas que no me acuerdo y Gonzalo luego de saludarlo efusivamente me los presenta como poetas. Yo no hablaba sino observaba por timidez o respeto o ambas cosas, de ver asombrado a gente muy distinta a los que me había relacionado hasta ese momento como dije anteriormente, eran hombres y mujeres jóvenes que solo hablaban de política y de organizaciones de izquierda, de elecciones o revoluciones, de las estrategias para la toma del poder, de la caracterización de la sociedad, etc. etc. hasta que Gonzalo se fue y yo con él. Esa fue la primera vez que los vi. Fue en un verano de 1979. A un año de ese encuentro y estando en la Ciudad Universitaria por el Patio de Letras, vi a dos gringos y a un zambo de pelo ensortijado que se iban a un café que quedaba al frente del pabellón de Economía y Contabilidad. El zambo me pareció conocido y decidí abordarlo .Era el mismísimo Róger Santiváñez con un african loock poco inusual para ese entonces, en plena era del punk. Róger me presentó a sus acompañantes eran José Antonio Mazzotti, Eduardo Chirinos, y Patricia Alba. Solo salude y me retiré no sin antes despedirme de Róger quién me citó a su casa del Rímac para conversar. Al día siguiente fui a su casa .Allí encontré a Mariela Dreyfus, Edián Noboa y Guillermo Gutiérrez .Róger me los presentó a todos. Les hable de mi entusiasmo por la poesía y que había escrito y publicado poemas en la biblioteca de mi barrio, eso era todo mi curruculum vitae y los mas loco es que al toque ellos me propusieron unirme al grupo, que se estaba formando, osea el Movimiento Kloaka y en medio del humo que inundo al cuarto-biblioteca como una cerrada neblina de invierno y de chelas que iban y venían ,acepte, francamente en ese instante no sabía de que se trataba atosigado por la yerba, mareado, durísimo, alucinado, asaltado por los demonios .Acepte una y otra vez. Me imaginé como una militancia de un partido pero mas relajado y chonguero. A punta de tragos, arte, libros, poesía y pitos de marimba comprendí que era el Movimiento Kloaka como propuesta no solo de vida, sino de aptitud frente a todo. Éramos los pequeños dioses como decía Huidobro viviendo en ese estadio superior alucinados todos, en comunión con los dioses y que nos daban el patente de corso como para hacer lo que se nos viniera en gana. Yo podía desaparecer y salir por la ventana sin que nadie me vea gracias a la densidad del humo, y aparecer en la calle en un segundo , así como tirarme del auto en movimiento cuando en realidad estaba estacionado ,asaltar una fiesta y tomarnos un litro de whisky en la casa de Chirinos para luego fugar a las playas del sur .Róger leía en voz alta a los Embajadores de Sodoma un libro sobre los beatnick en acción. Manifiestos, lecturas de poesía, pasajes enteros de Yack Kerouac, Aullido de Ginsberg, Viaje al fondo de la noche, de Celine etc. Días intensos de furia, reflexión, de amores y desprecios al orden establecido, también de rabia e impotencia por lo que sucedía a diario en el país. Mas adelante conocí al pintor Enrique Polanco , Mary Soto, José Velarde, y Julio Heredia que se nos unió luego de la entrevista que nos hiciera para la revista Gente .Allí se enamoro perdidamente de un miembro del movimiento, de un efebo. El flechazo fue en la fundación del Movimiento Kloaka el 11 de setiembre (en homenaje a Salvador Allende, asesinado por Pinochet en complicidad con la CIA) en los altos del chifa restaurant Wony, regentado por el maoista Juan Wony y la legendaria señora María .Infinitas noches de borracheras y jolgorio curaron nuestra sed y nuestros ímpetus de abrir fronteras a lo inefeble. En el Wony el que no caía resbalaba y que en ese entonces era el centro de la moda. Toda la farándula iba ,poetas, pintores, actrices , actores de cine o de teatro, cineastas, prostitutas, pituquitas hermosas, muchachitas solitarias, anarquistas, gerentes, turistas y gringitas riquísimas nacionales e importadas, universitarios, militantes de izquierda y un largo etc. etc. contagiados tal vez por esa quimera que era el Movimiento Kloaka en los maravillosos años ochentas. Domingo de Ramos.

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