29.4.10
José María Arguedas
“La Cruz y la Pachamama: religión y colonialismo en Los ríos profundos de José María Arguedas”
Richard Parra Ortiz, Universidad de Nueva York (NYU)
Fragmento final
Para José María Arguedas, en Los ríos profundos, la representación de la naturaleza no se constituyó como un elemento paisajista o como una construcción mimético plástica de la realidad: Arguedas diseñó poéticamente su concepción de la naturaleza, otorgándole no solo un valor sagrado, sino haciéndola también protagonista de un conflicto histórico estético en el marco del colonialismo andino.
Lo sagrado de la naturaleza se ubica en la conciencia de Ernesto y se relaciona empíricamente con el culto andino a la Pachamama. La dimensión política de la misma, por su lado, se opone al proyecto cristiano colonial desplegado en Abancay por el cura Linares, el Viejo y el Estado. Desde una perspectiva estética, el culto a la naturaleza se vincula con formas de arte popular como la música, la cultura de las chicherías, con la oralidad y con una visión arcádico-poética de la realidad.
Pero Los ríos profundos también es una novela que problematiza de modo bastante complejo la violencia. Y esta violencia no tiene nada de idealista. Siguiendo casi literalmente la critica del cristianismo de Nietzsche, Arguedas configuró al personaje del cura Linares como un hombre siniestro, ambiguo, cínico y profundamente inmoral. La tarea primordial de este hombre no solo era la de mantener el status quo imperante, sino en reprimir toda espiritualidad que contradiga el proyecto colonial instalado en los Andes desde el siglo XVI.
El colegio, en esta línea, se presenta como un micromundo que sintetiza ciertos antagonismos sociales, de raza, de género y de religión, y en donde la violencia toma varias de sus formas clásicas (como el exilio, el encierro, el castigo y la vigilancia, tal como lo ilustró Michel Foucault). La hacienda, además de centro racional de poder, es presentada como una estructura interesada no solo en la explotación económica, sino espiritual.
Uno de los conflictos estéticos de la novela se instala en el plano de la música. Por ello, Arguedas opone la música vinculada al poder cristiano, como la de la campana María Angola (la campana, dice Ernesto, “me oprimía”), a las formas poético andinas que Ernesto prefiere como la del zumbayllu. Esta lucha se palpa en los efectos que ambas músicas producen en los sujetos: o bien miedo o terror, en el primer caso, o bien un estado de compenetración social y un vínculo mágico con la naturaleza, en el segundo. Precisamente, la magia, tomada en su sentido clásico tal como lo formuló Giordano Bruno, como una práctica que entendía que el mundo creado poseía alma, es uno de los recursos con los que Arguedas define a Ernesto.
Asimismo, el mestizaje en Los ríos profundos es entendido como una condición contradictoria e incluso negativa. Ante esto, es imperativo señalar que esta novela, sobre todo, es una novela de mestizos y refleja características propias de la mezcla de culturas andino tradicionales con las de origen hispano católica. Sin embargo, el narrador vive esta realidad con crisis: alaba una supuesta pureza, bondad y equilibrio de las culturas indias y censura la degradación moral de los mundos mestizos de Abancay y Cuzco.
Este rechazo del mestizaje, no tajante, pero sistemático implica dos ideas: primero, la construcción de un mundo andino idealizado y estetizado; segundo, un actitud negativa ante la realidad presente, mestiza, provocada por una mirada pesimista de la misma, en la cual, Ernesto y sus ideas religiosas y estéticas no tienen lugar.
Quizá, por ello, Ernesto se sitúa radicalmente fuera con respecto a los “indios colonos” y los pongos. Es cierto que, al principio, tiene curiosidad por acercarse a ellos, no obstante, debido a la poca capacidad que tiene para entrar en ese mundo, su acercamiento resulta en un fracaso. No logra conversar con ellos ni comprenderlos. Hacia el final de la novela, siempre se desplaza alrededor de los colonos, participa en la misa, pero no se integra totalmente. En Ernesto, por consiguiente, antes que “amor” o “solidaridad social” para con ellos, existe un velado sentimiento de rechazo: por ello, al final su “salida” de Abancay implica objetivamente un rechazo a esa condición sumisa de los colonos.
Por ello, una de mis tesis mas polémicas afirma que la marcha de los colonos no representa una revolución (no en el sentido de la revolución haitiana, mexicana o dentro de la teoría política de Lenin) sino, siguiendo a Giorgio Agamben, la presencia de los indios colonos es la base misma del Estado de permanente excepción que se vive en las haciendas. Ellos son la corporizacion de la ley, de la prohibición: son el Homo sacer. Así como Agamben identificó al campo de concentración nazi como el paradigma de la modernidad contemporánea, la hacienda del Viejo en Los ríos profundos constituye el centro de esa modernidad cruel cuyas estructuras aún no han sido demolidas.
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