5.7.10

Acaba de salir de la imprenta la novela de Rodrigo Núñez "Sueños bárbaros"

Por Luis Hernán Castañeda Hoy terminé de leer “Sueños bárbaros”, la nueva novela de Rodrigo Núñez Carvallo, y escribo esta nota –que es la promesa de una reseña más extensa, como otras que debo escribir este año– desde la exaltación y la gratitud. Después de una experiencia de lectura tan intensa, placentera y exigente, uno sale feliz y convencido de que el universo ficcional recién visitado, gracias a sus tramas, personajes y asuntos, destilará ideas y sensaciones que perdudarán por mucho tiempo, convirtiéndose en una fuente de compañía, crecimiento y reflexión de las que “forman” lectores. En otras palabras, estamos hablando de una experiencia literaria, artística, intelectual y afectiva “completa”. "Sueños bárbaros” es una novela extensa: llega casi a las 600 páginas. Sin embargo, una vez que ha enganchado a su lector, no lo suelta hasta el final: un mérito que muy pocas novelas de esa magnitud logran. Por supuesto, no hay una trama, sino un racimo de tramas, pero todas convergen en un espacio y en un grupo de personajes que lo habitan: la casa del acantilado, el maravilloso hogar del gordo Rafael, un artista de múltiples talentos en torno al cual gira una galaxia de seres libres, cineastas, poetas, actores, pintores y jaguares –sí, varios jaguares, llamados Ota, Shamán, Numa…–, cada cual con su propia historia. La gran aventura de esta meta-novela abierta, caudalosa, mitopoética, que lo incorpora y lo asimila todo, es la creación; en especial, las relaciones entre el cuerpo, el inconsciente y la imaginación creadora. Rafael es el guionista y Pipo el director de una “metaperlícula” –es decir, una metapelícula pura–, que se va haciendo, una cinta que se va filmando y, como un agujero negro, absorbiéndolo todo y devolviéndolo transfigurado, convirtiéndose así en el núcleo irradiador que gatilla pliegues en la fábrica del mundo ficcional, disparando estructuras en abismo y revelando que el vínculo entre la realidad y la ficción no es una relación entre dos ámbitos, sino una franja difusa, un planeta de infinitos niveles, pasadizos y cámaras secretas que se ramifican y se trenzan, se internan unos dentro de otros por rutas imprevisibles, borran los límites que los separan y, al final, terminan enriqueciendo el universo. Como las novelas totales, “Sueños bárbaros” no es solo extensa sino además compleja, vasta, densa, una verdadera “novela-árbol”, que hace todo lo siguiente y lo hace bien: construye un universo ficcional extra-large, poblado de muchos personajes distintos y entrañables, con los cuales el lector se encariña, después de “llegar a conocerlos bien”; recorre el nacimiento, el desarrollo, la evolución de una pequeña comunidad completa, que experimenta y sufre los avatares de la Historia; está poblada de guiños y homenajes a un contingente de textos literarios y, sobre todo, a decenas de películas; reflexiona, con una agudeza, una solvencia y una amplitud de referencias inusuales en la literatura peruana, sobre los vínculos entre la realidad y la ficción, y además pone esa reflexión en escena; construye una verdadera ética de la creación como una actividad erótica, espiritual, política, devolviéndole su misterio y su articulación con la sociedad; recorre entera la década del 90 en el Perú, pasando por los hitos de la vida política y cultural; asume una clara postura política frente a esa década violenta, sórdida, dolorosa, en particular respecto del terrorismo y la dictadura; entreteje, con eficacia, las historias individuales de los personajes y la macro-historia de la década; cuenta muchas historias apasionantes; y todo ello, realizado con un poder verbal avasallador, que consigue fácilmente la buscada autonomía de las ficciones logradas. “Sueños bárbaros” tiene otros méritos que sería imposible reseñar aquí. Por lo pronto, quiero recomendarla a todo el mundo –cosa que haré siempre que pueda–, porque es de lo mejor de la literatura peruana última, que sin duda está pasando por un momento excelente. Por otra parte, si uno mira hacia atrás, se encuentra con pocos ejemplos comparables en tamaño y calidad –pero, sobre todo, en “naturaleza”: es una novela rara en nuestra tradición marcadamente realista, por lo menos a lo largo del siglo XX–, razón por la cual –y por todas las que ya consigné– me parece que esta novela de Rodrigo Núñez Carvallo se convertirá en un referente muy importante para muchos en el futuro (ya lo es para mí, al menos). Pensando en la gran novela latinoamericana del siglo XX, yo colocaría “Sueños bárbaros” en esa línea de “novelas sobre grupos de artistas”, ambiciosas y lúdicas, cultas e irónicas, desmedidas y poderosas, que incluye textos como “Adán Buenosayres”, “Tres tristes tigres” y “Palinuro de México”, entre otros. Debo confesar, ahora, que quizá mi lectura no es de lo más "objetiva" -qué tontería-, porque este es justamente el tipo de novela que más me gusta.

1 comentario:

Iván F-D. dijo...

Vale decir que el gordo Delucchi, existió. Domingo, Polanco y otros lo saben de primera mano. Enhorabuena por la publicación de la novela.