23.8.10

Borges por Bloom

Jorge Luis Borges Por Bloom Me centraré en este escrito en cinco narraciones del gran fabulador argentino J. L. Borges. “La muerte y la brújula”, uno de mis favoritos, nos muestra a un Borges ironista y cabalista a la vez, dos de sus posturas estéticas básicas. Los antagonistas, el detective Erik Lonnrot y el criminal judío Red Scharlach, el Dandy, son, básicamente, la misma persona. Aunque Scharlach atrapa a Lonnrot en un laberinto especulativo y luego lo asesina, el triunfo estético es para el investigador suicida Lonnrot, que ofrece una crítica del argumento de Scharlach que éste acepta. “La muerte y la brújula” es una soberbia culminación del tema literario occidental del doble, previamente explorado por Hoffmann, Poe, Dostoievki y Conrand, entre tantos otros. La fantasía titulada “Tlon, Upbar, Tertius”lleva el esoterismo irónico borgiano a una sublime límite de ambivalencia. Estéticamente, a Borges lr fascinan las tierras iamaginadas, pues son ejemplos últimos de platonismo o idealismo. El gnóstico mundo Tercero, o Reino de las Imágenes (como lo llamó Henry Corbin), toca lo más profundo de la conciencia de Borges, quien, sin embargo, recelaba mucho de las ideologías que manifestaban pragmáticamente tales tendencias: marxismo, fascismo, y todas sus variantes , incluyendo el capitalismo salvaje. Hay en el cuento de Borges un equilibrio peligroso que nos alerta contra la degeneración de la visión en ideologías y horrores políticos. La ironía más estrictamente literaria de Borges triunfa en “El inmortal”, relato en el que la sátira de cuño swiftiano, la “Evolución creativa” de George Bernard Shaw (en Vuelta a Matusalén) y las visiones oníricas de Thomas de Quincey se fusionan en una parodia de pesadillas que destruye tanto al mito cristiano de la inmortalidad como la contienda literaria por la supervivencia canónica. Borges se vuelve aquí contra su propio idealismo literario, en el cual las identidades de Homero, Shakespeare y Borges se funden en unas y otras. Una especie de horror, yuxtapuesto a una temible comedia, hacen de “El inmortal” un triunfo de contrarios si n parangón, ni siquiera en Borges. El misterioso esplendor de “El Aleph” une otra vez cábala y esoterismo islámico con la sutil ironía borgiana. El Aleph es, en un sentido, un talismán cabalístico y sufí, un microcosmos que contiene la multiplicidad en un único y pequeño ícono. El poema de Daneri (en el cual, seguramente, Borges satirizó el Canto General de Neruda) poco puede contra El Aleph, y, llevando esta regla al límite, ni la Comedia de Dante resiste la comparación con El Aleph, pese al inmenso logro imaginativo de Dante y su creación de una visión estructurada. Con “El Sur”, Borges nos lleva a una frontera entre el sueño y a una representación realista. Dahlmann se enfrenta a una muerte inminente, o a un sueño de la muerte inminente. Lo que importa, desde el punto de vista estético, es la sombrosa intensidad y lo certero del relato, Dahlmann es el emblema de la dignidad estética de Borges, del amor que el escritor siente por la autonomía y el orgullo legítimo.

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