14.1.11

Paul Celan

Poemas y prosas de juventud Paul Celan Antonio COLINAS Hay dos autores editados por Trotta, en versiones muy completas y fiables, que no sólo han venido a llenar un vacío en el campo de nuestras traducciones de poesía contemporánea europea; también se trata de poetas que han ejercido una honda influencia sobre algunos de nuestros últimos y afamados autores, y entre sus seguidores entusiastas. Me estoy refiriendo a las obras de Georg Tralk, del que Trotta nos ofrece estos días la reedición en bolsillo de su Poesía Completa, y a Paul Celan, del que también Reina Palazón, el traductor, nos había ofrecido sus Obras Completas ( 2009) y sus Poemas póstumos (2003). Pero la edición “completa” de un autor fecundo es, si pensamos con rigor extremado, inagotable. De ahí que nos haya sorprendido gratamente esta edición de los Poemas y prosas de juventud de Paul Celan, que busca “la mayor exhaustividad posible”; lo que hace de ella una obra doblemente abierta, por temprana y por reveladora. Comprende este libro poemas escritos entre 1938 y 1948, entre los 18 y los 28 años de su autor; tiempo y poemas tempranos que prueban que estábamos ya ante un poeta de vigorosa originalidad. Se trata de un periodo convulso desde el punto de vista histórico -inicio de la guerra, ocupación de la Bucovina por las tropas rusas-, o de hechos personales como el abandono del poeta de sus estudios o la deportación de sus padres a un campo de concentración, en donde morirán en 1942. Él pasará esos años de guerra en un campo de trabajo rumano, con lo que su turbulencia existencial -la que, de manera deslumbradora y desgarrada, se da en muchos de sus poemas- se agitará interiormente en él para empapar lo que escribe. Completa, pues, este libro nuestra visión de Celan, que el lector interesado puede ampliar en estudios también editados por Trotta (John Felstiner, Paul Celan: poeta, superviviente, judío; Jean Bollack, Poesía contra poesía. Celan y la literatura; Peter Szondi, Estudios sobre Celan, y José Manuel Costa Abad, La palabra tardía. Hacia Paul Celan). Disponemos así de un panorama abarcador de y sobre Celan, nacido en 1920 en lo que entonces era ciudad rumana de Czernowitz y muerto al suicidarse en París en 1970. Su suicidio: acaso el trágico punto final de una obra llena de misteriosas oscuridades, de relámpagos de desesperación, testimonio con palabras inusuales en un siglo marcado por el belicismo y la persecución; pero obra en la que casi siempre tiembla sutil un lirismo exclusivamente suyo. Colores, símbolos e imágenes siguen siendo factores clave que incardinan esta poesía, acompañados de un lenguaje fuerte que no por ello renuncia a una dulzura que a veces asoma ya desde el título de los poemas (“Suave, amada, suave”). Pero es el color el que destella en los versos para sacarnos bruscamente del hermetismo primordial (“la nube roja”, “mi sangre con oro”, “estrella amarilla”, “rey azul”, “la muerte malva”, “hermana negra”, “ojos verdes mi muerte”). Apreciamos también que símbolos primordiales ya están presentes en estos poemas de juventud: la estrella, la sangre, la noche el bosque, la madre, los hermanos, el álamo, la Divinidad, y, por supuesto, la muerte, que adquirirá significación absoluta con el cierre de la vida del poeta en las aguas del Sena. A veces, estos tres factores determinantes se funden en uno solo, en la intensidad de las imágenes, tan exclusivas de este autor y que marcan la obra de sus imitadores (“también yo bogué sangre abajo”, “ah, ¿qué fístulas y anillos necesitaré?”, “en la fuente de tus ojos/un ahorcado estrangula la soga”). Pero acaso sea el profundo sentido de piedad el que revela un humanismo extremado, abismal, proporcionando a estos poemas de juventud y a los que habrán de venir, su significación más honda, los que -ante lo terrible- aún pueden ser ejemplo y solución para un tiempo futuro. A veces la piedad, con un tono propio de Job (“¡Que venga un hombre de su tumba!” o “¿Dónde esta el cielo, dónde?”), se abre paso como la única solución posible. Ya utilice el versículo desbordado, la canción o el grito, frente a un mundo terrible en el que “sólo el morir centellea”, la mirada de piedad es la solución última: “tu pelo oscuro es mi vida”, “es mi hermana, es la más amada por mí”, “sólo pasos, pasos, pasos a través de tu corazón”, “Nieva, Madre, ahora en Ucrania, nieva;/del Salvador corona de granos de dolor”.

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