13.12.08

Texto leído por Roger Santivañez en Temple University en Octubre 2008

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BREVE INTRODUCCION A DOMINGO DE RAMOS Y ALGUNOS APUNTES SOBRE SU PRIMER LIBRO ARQUITECTURA DEL ESPANTO Por Róger Santiváñez La primera vez que avisté a Domingo de Ramos fue hacia 1979-80 mientras yo entraba a las instalaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos en Lima, Perú. En esos días reinaba en el país una gran inquietud política, tras la caída del proceso reformista del general Juan Velasco Alvarado. El nuevo gobierno del general fascistoide Morales Bermúdez había no sólo desmontado las reformas sino implementado un régimen hambreador contra el pueblo peruano, lo cual motivó una reacción en cadena de las masas trabajadoras. Fue así como el Sindicato de los maestros –el legendario SUTEP- organizó una exitosa huelga indefinida en 1979. Pues bien, en los colegios estatales cundió tambien la rebeldía y se manifestó en la conformación del Comité coordinador de la unificación estudiantil secundaria –conocido como CCUMES por sus siglas- y allí fue que divisé a un joven vestido con el uniforme único del colegial peruano llevando un brazalete rojo –emblema de su militancia- apostado sobre un montículo de la entrada –realizando labores de seguridad- mientras en el interior de la Facultad de Medicina se llevaba a cabo una candente asamblea del SUTEP y otras organizaciones populares que apoyaban resueltamente su lucha –como diría José Carlos Mariátegui- por el pan y la belleza.
Pero aquella vez no hablé con Domingo de Ramos. Iba yo con mi compañera de entonces la poeta Dalmacia Ruiz Rosas, a la sazón dirigente estudiantil de San Marcos y pasamos de frente, pero nunca nos olvidamos de la figura combativa y desafiante de aquel muchacho de uniforme único y su brazalete rojo de pie sobre un promontorio en la puerta de Medicina, la famosa Cangallo como era conocida por los sanmarquinos debido al nombre de la calle en que se levantaba el edificio haciendo esquina con la Avenida Grau en Lima.Tiempo después, en alguna de aquellas noches solitarias bajo la luna de la Ciudad Universitaria de San Marcos, me tocó encontrarme con mi amigo el poeta Gonzalo Espino, compañero de estudios en el entonces Programa de Literatura. Nos saludamos afectuosamente y luego me presentó a un jovencito que venía con él. Recuerdo su impecable vestimenta en blue-jean y una abultada casaca de plástico en rojo y azul –muy cuidado- lo que contrastaba con la imagen un tanto desarreglada del chico en uniforme único, y seguramente por eso no los relacioné en ese instante. Pero se trataba de la misma persona: el poeta Domingo de Ramos, porque a la sazón ya Gonzalo Espino me lo presentó como un joven poeta que acababa de ingresar al programa de Sociología de San Marcos. Hubo otro encuentro casual –también junto a Espino- por las oscuras y luminosas calles del jirón Quilca en el centro de Lima, pero fue una visión fugaz.
No sé exáctamente cuánto tiempo habría pasado hasta que ocurre la fundación del Movimiento kloaka en setiembre de 1982. La historia es como sigue. Una tarde deambulaba yo por el centro de Lima, metiéndome en librerías y tiendas de discos (como era mi costumbre ciudadana) para recalar en el restaurant Wony de la calle Belén. Me encontraba degustando una Cristal bien helada cuando súbitamente apareció ante mi vista la poeta Mariela Dreyfus, amiga y compañera de estudios en Literatura de San Marcos. Justo es mencionar que desde el verano de ese año 1982 ella y yo habíamos participado en varias reuniones con la finalidad de sacar una nueva revista de poesía joven –junto a otros muchachos de nuestra generación- pero el verano terminó, estaba por sucumbir el invierno y ninguna revista ni nada parecido había salido. Ese proyecto pues no cuajó. Por eso siempre he pensado que una química inexplicable me unió a Mariela Dreyfus en ese instante de lucidez que nos perteneció, ya que de pronto dimos en fundar el entonces novísimo Movimiento Kloaka coincidiendo en la necesidad de romper con todo lo establecido y abrir un nuevo campo para la escritura poética en nuestro entorno. Decidimos denominar Kloaka a nuestro estado de revuelta porque queríamos llamar la atención sobre una sociedad como la peruana, en la cual sea donde fuere que pusieras el dedo saltaba la pus –Gonzalez Prada dixit- es decir, un orden social en estado de descomposición donde las clases dominantes basaban su imperio en la explotación inhumana de las masas trabajadoras, en el desprecio étnico a la mayoría nativa y en la segregación general, como se pinta en el poema precísamente titulado "Segregación Nº 1" de Carlos Germám Belli.

También queríamos significar que la verdadera vida no está en las maquilladas formalidades de la mascarada social, sino en la zona oculta, bajo tierra -underground- de nuestra experiencia real como seres humanos. Aludíamos al apotegema rimbaldiano que reza La verdadera vida está en otra parte. Y no acá, bajo los supuestos marcos de la normalidad establecida. Yo soy otro había dicho Rimbaud y nosotros queríamos ir hacia ese otro que nos habita. Hubo mucho de utopía en la fundación del Movimiento Kloaka. Soñábamos con un mundo sin países ni fronteras como cantó John Lennon. Reivindicamos toda la tradición de la ruptura, desde Baudelaire hasta Lucho Hernández pasando por Ginsberg, Dadá y el surrealismo. Y le colocamos el fonema K a la palabra castiza para darle una resonancia quechua -nuestra raíz étnica- convirtiéndolo en un movimiento andes-ground, de todos modos en su pura dimensión urbana.Con Mariela decidimos invitar a dos jóvenes sanmarquinos que a nuestro juicio estaban aptos para comprender el mensaje del Movimiento. Ellos eran Edián Novoa y Guillermo Gutierrez Lima. Esta fue la pequeña mancha fundadora. Pero pronto Domingo de Ramos se uniría al grupo para convertirse con el paso de los años en el auténtico emblema de nuestro querido Movimiento. En efecto, una buena tarde de octubre (el morado y rojo mes de nuestra tradición) Mariela Dreyfus me anunció que entre sus alumnos en el programa de Sociología –ella se desempeñaba como asistente de cátedra del curso de metodología del trabajo intelectual- había conocido a un poeta, que según su criterio se vislumbraba como un militante ideal de Kloaka. Domingo de Ramos no sólo poseía un talento natural sino que su procedencia social –su configuración étnica y su extracción de clase entre los antiguos invasores de los arenales al sur de Lima y su formación personal en tanto habitante de los Pueblos Jóvenes, el llamado cordón de la miseria que rodea Lima- nos permitían visualizarlo como el símbolo vivo de nuestra revolucionaria propuesta poética. Domingo de Ramos era pues un hallazgo histórico del Movimiento Kloaka. La realidad concreta de lo que en la teoría literaria andábamos buscando.

Efectívamente, Domingo de Ramos se integró al Movimiento una buena tarde en que Mariela Dreyfus lo llevó al garage de mi casa donde improvisábamos las reuniones del colectivo, al son de Me and Sara Jane (una canción de Génesis en un destartalado toca-cassettes) y lo celebramos con un brindis de fantasía llamado Pradera muy popular en aquellos días iniciales de los inmarchitables ochentas. Hasta aquí la historia. Ahora vayamos a la poesía.
El primer libro de nuestro poeta se titula Arquitectura del espanto y fue publicado por Asalto Al Cielo / Editores en 1988. Indudablemente este poemario trasunta toda la vivencia kloakista de su autor y está en íntima relación con lo que se ha venido diciendo hasta aquí. Por ejemplo entre sus páginas destaca la composición denominada "Caída de un adolescente" dedicada a Jhonny Peñaranda, muerto en San Juan de Miraflores en el paro del 19 de julio de 1977. Se trata del momento más alto de la agitación política y la protesta social contra la dictadura militar fascista de Morales Bermúdez. Aquel imborrable día del 19 de julio de 1977 las masas populares del Perú dijeron NO a la explotación y paralizaron por 24 horas el engranaje de la maquinaria del sistema capitalista. El movimiento protestario conmovió a la nación entera y se centralizó en los llamados conos de la gran Lima. En uno de ellos, de donde proviene Domingo de Ramos -el cono sur- queda San Juan de Miraflores. Allí las masas elevaron su voz revolucionaria contra la injusticia y el hambre mediante movilizaciones compactas que dominaron las grandes avenidas. Allí estuvo Domingo de Ramos, militando junto a su pueblo y por supuesto con sus amigos del barrio. Uno de ellos era Jhonny Peñaranda quien mientras caminaba al lado de nuestro poeta, súbitamente cayó abatido por las balas de la policía represiva, quienes –desde tanquetas- lanzaban gases lacrimógenos y ráfagas de metralleta contra la aguerrida multitud. De esta experiencia dolorosa Domingo de Ramos escribió un hermoso poema ( que junto a José Antonio Mazzotti imprimimos a mimeógrafo y volanteamos en los días finales del Movimiento kloaka, verano de 1984, durante un mitín de la Izquierda Unida en la Plaza San Martín de Lima) y que termina con estos versos: "Vamos, levántate tomemos esta calle siempre al sur siempre / mientras la policía orienta sus sabuesos a otra calle / te invitaré un café para el frío. / Si quieres un paseo a las doce en la avenida Pachacutec / o a esta casa donde los muertos resplandecen como un cielo".
Como puede intuirse la poesía de Domingo de Ramos es un testimonio fidedigno de su experiencia vital. Construida en base a un sólido conversacionalismo inyectado de sentimiento, escuchemos su canto: "Porque nadie ha tomado en serio mi soledad /de animal acorralado por el fuego / mi obstinada permanencia en la vida / alfarero de las horas / del tiempo que pasa irremediablemente / sin pena y sin gloria en la esquina de mi barrio". Para conseguir luego imágenes de notable plasticidad urbana: "y tengo ganas de estar solo / como un poste a medianoche". Aquí está la ciudad, pero no la de las zonas residenciales pitucas, sino la "de los arenales suaves como tapiz de grasa", es decir aquella de las áreas marginales donde no hay pavimento ni embaldosados, sino esa tierra renegrida y aplastada por el detritus, aceite y demás desperdicios dejados por los vehículos motorizados a su paso. Pero allí está el poeta "susurrando una canción" como afirma en "Escrito en soledad", poema que abre el libro Arquitectura del espanto.
"En la fresca tarde de mayo" es otro importante texto cuya configuración histórica nos permite visualizar el devenir de un muchacho del Perú, habitante de un Pueblo Joven contándonos su crecimiento y formación desde los días de su niñez: "Aquel barrio oscuro de las fábricas / de donde salen rostros ahumados / rumbo a las casas destartaladas por el viento / llenas de aliento de sueños palpitando / sobre catres que rechinan de tanta soledad / y tu asma azul y tu asma azul…". Pero la historia no empezó allí sino mucho tiempo atrás y no sólo durante la invasión de los terrenos baldíos, sino aún antes en el entorno andino. Todo esto es presentado en una síntesis poética de la manera siguiente: "como si fuera hoy el invierno en que nuestros padres / tuvieron que acampar a dos leguas de las estrellas / cerca al mar mientras nos desalojaban de nuestras prendas / para ir desnudos al río donde todo se detenía / como el charco plúmbeo que nos cobija / de los rayos del sol…". Y en este correlato muy temprano surge la autoconciencia de la exclusión social por motivos étnico-raciales y/u otros de índole psicológica pero inmersos en el entretejido social: "desde entonces toda la mancha me trataba con indiferencia / y me odiaban / porque era un cholo y un anciano que ya no servía para nada / y huí/huí a dos cuadras para caer a cántaros bajo una madeja de niebla / y ciego irrumpí de un puntapié en mi cuarto / y escribí lustros atrás ‘esto sucedió frente al mar y ninguna botella me trajo noticias de mis padres". Porque un elemento central de la poética derramosiana es la identidad: "¿Quién eres tú? ¿Te conozco de algún sitio?" pregunta en un verso y antes –en un poema anterior- se ha respondido: "Hombre tumbado por la soledad /hombre errante /sin huella ante la historia / ante la especie". O más claramente él se ve en el tráfago de sus pensamientos siendo nadie y yéndose hacia ninguna parte entre el gentío solo aunque de todos modos perteneciendo a dicha masa: "trazos débiles de algunos rostros / se esfuman y tú te vas con esa multitud como una bandada de / pájaros asustados /ya nadie me espera en el siguiente paradero". Estamos pues ante la búsqueda de identidad de nuestro desconcertado pueblo peruano que el poeta expone con destreza y realismo: "y una sórdida imagen se diluía a trancos por entre densas humaredas / por entre carretillas y hervideros de yerbas". La ciudad de Lima en su cruda y dura pintura.
En Arquitectura del espanto hay un poema muy interesante titulado "Su cuerpo es una isla en escombros". Se trata de una versión poética del famoso cronista colonial indio Huamán Poma de Ayala. Lo atractivo de este texto radica en su trabajo con el movimiento del tiempo. Se produce una audaz traslación temporal –dispositivo poundiano de larga data- mediante el cual encontramos al escritor y dibujante del siglo 16 y 17 cuyos "dibujos y la crónica / se pueden leer en los noticieros / y también lo anuncian por / la Coca Cola en un periódico de izquierda". Para continuar enterándonos que "Huamán Poma habla quechua / vende diarios / y papas / trabaja en una construcción como la / de Machu Pichu / Prepara su estrategia / de cómo inmolarse ante el sol / con una carga / de TNT", pero inmediatamente después "toma un microbus para irse al / mar que acaba de conocer / y que le da mareos y vomita / toda la cerveza mientras bailaba chicha con su chica en un cortamontes de donde pendían / las cabezas de los que murieron en 1986 aproximadamente / cuando cayó el imperio por el virrey de Lurigancho". Podemos notar entonces que Huamán Poma encarna al indio diríamos esencial: es uno solo y el mismo indio: aquel que construyó Machu Picchu es el obrero de construcción civil de hoy, y también el que vende periódicos en la esquina y habla quechua entre los suyos o es el ambulante que nos ofrece tubérculos en los mercados y es igualmente el militante de Sendero Luminoso próximo a realizar un atentado y quien baila la canción tropical andina y fallece en la matanza de los penales en Lurigancho o la destrucción del imperio de los incas bajo la égida de los virreyes de España. En suma hay una reivindicación étnica que atraviesa la historia. Ese es el aporte fundamental de la poesía de Domingo de Ramos en el ámbito latinoamericano de nuestro tiempo. En un principio mi propósito fue hacer una introducción general a su obra, pero sólo he llegado a su primer libro. Queda pendiente la lectura comentada de los demás volúmenes de su importante creación.
Collingswood, Nueva Jersey, 25 de octubre de 2008
Tomado de zonadenoticias.
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1 comentario:

CÉSAR CASTILLO GARCÍA dijo...

mostro tu blog domingo... quizá no me recuerdes pero saludos de truxillo del perú