En 1990 David Lynch recibió la Palma de Oro en el festival de Cannes por una road movie salpicada de sexo y violencia y con una historia de amor más fuerte que las convenciones. Se trataba de ‘Corazón Salvaje’, su quinto largometraje, el que le brindó el mayor reconocimiento de toda su carrera. Cuando salió a recoger el galardón de manos de Anthony Quinn se encontró con un público crispado y dividido entre quienes abucheaban el fallo del jurado y quienes aplaudían a rabiar a un aturdido David Lynch, quien, ante semejante gallinero, sólo acertó a balbucear: “Estoy sorprendido. Aterrorizado, pero sorprendido”.
Esta anécdota muestra bien a las claras las reacciones encontradas y viscerales que suscita el cine de este genio: repulsión por un lado y fascinación por otro, casi sin término medio. Sólo hay unanimidad cuando dirige películas de corte clásico como ‘El hombre elefante’ o ‘Una historia verdadera’, inspiradas en historias ajenas a las que, sin embargo, siempre confiere su particular visión. En tales casos todos coinciden en señalar que son obras maestras, cometiendo algunos la torpeza de preguntarse cómo un director puede cambiar tanto de una película a otra. En su ignorancia, no ven que las huellas del autor están esparcidas por todas sus obras, en unas más explícitamente que en otras.
Habría que indagar en las razones que llevan a una gran parte del público a detestar el cine más arriesgado de Lynch, el de ‘Cabeza Borradora’ y ‘Carretera Perdida’. Al punto se llegaría a la conclusión de que todo lo que escapa a nuestra comprensión, de que aquello que no se puede entender ni explicar es rechazado por raro y extravagante. Da la casualidad de que ésta es la idea central de ‘El hombre elefante’, que, si bien el público comprendía en este filme, no así comprende cuando se aplica a su autor. En una entrevista concedida por David Lynch tras alzarse con la Palma de Oro, declaraba lo siguiente:
Tengo ideas, imágenes, que me llegan a la mente y me excitan mucho. Hay una opinión muy generalizada que afirma que los personajes siempre buscan un sentido a todo. Eso no es verdad en lo más mínimo. ¿Por qué razón debería tener sentido el arte si la vida no lo tiene? Lo que más me gusta en esta vida es el absurdo, y he de reconocer que el hecho de vivir en la ignorancia tiene mucho humor.
En efecto, ‘Corazón Salvaje’ tiene mucho de absurdo, como absurdos son los sueños y como absurdo es el amor y el humor, cuando se reflexiona con frialdad sobre su naturaleza. David Lynch es un fino hilandero que enhebra los sueños con aguja intuitiva y penetrante, como si fuera una Parca tejiendo el Destino. Para una imaginación soñadora y febril siempre será más estimulante aquello que sobresalga por su rareza que lo que discurra por los cauces de lo convencional y trillado. Visto así, nada hay más absurdo que aceptar por bueno lo sabido y abominar de lo desconocido por extraño. Una mente ávida y despierta siempre querrá que desafíen su inteligencia, y eso es precisamente lo que hace David Lynch con películas como ‘Corazón Salvaje’.
La gestación de esta película estuvo rodeada de muchas vicisitudes. Después de reponerse con ‘Terciopelo Azul’ del traspié de ‘Dune’, Lynch se embarcó en la búsqueda de argumentos para su próxima película. Manejaba tres guiones que había escrito antes de rodar ‘Blue Velvet’: ‘Ronnie Rocket’, ‘Up the lake’ y ‘One saliva bubble’. Los tres estaban pensados para Dino de Laurentiis, pero la productora quebró tras el desastre que supuso la costosa adaptación de la novela de Frank Herbert. En 1989, mientras se hallaba enfrascado en la postproducción del episodio piloto de ‘Twin Peaks’, serie que revolucionaría este género, recibió una llamada de su amigo y productor Monty Montgomery –el cowboy de ‘Mulholland Drive’– en la que le sugirió adaptar una novela de Barry Gifford titulada ‘Wild at Heart: The Story of Sailor and Lula’, cuyos derechos poseía. La historia le encandiló desde el primer momento, y seis días después de contactar con su autor ya tenía escrito el guión y estaba preparado para elegir el elenco de actores.
Nicolas Cage y Laura Dern fueron sus primeras opciones. Con ésta última ya había tenido la experiencia de trabajar cuatro años antes en ‘Terciopelo Azul’, habiendo quedado plenamente satisfecho de su rendimiento. Su rostro aniñado y su mirada pícara y seductora, amén de la sensualidad de su cuerpo cenceño y cimbreante, la hacían muy apropiada para esos personajes con mentalidad infantil que se ven atrapados por la maldad que contamina cada rincón de una sociedad que en apariencia, y sólo en apariencia, es pacífica y civilizada. La inocencia de Lula es tal que no es consciente de la lujuria que despierta con esas faldas cortas y esos escotes pronunciados que son el epítome de su vestuario. Es llamativo que esta actriz sólo haya ofrecido actuaciones meritorias en las dos películas que ha protagonizado a las órdenes de David Lynch. Esto da una idea de su talento para la dirección de actores, algo no tan común entre los cineastas, quienes con más frecuencia de la deseable se parapetan detrás de la cámara y pierden el contacto con los intérpretes.
Aunque luego echara a perder su carrera con una retahíla de filmes a cual más adocenado, Nicolas Cage empezó con el marchamo de actor promesa, dejando tras de sí abundantes muestras de su talento a comienzos y mediados de los 90. En sus inicios trabajó para su tío Francis Ford Coppola en películas como ‘Cotton Club’ y ‘Peggy Sue se casó’, y poco después destacó por su papel de ladrón ingenuo en ‘Arizona Baby’, de los hermanos Coen. Años más tarde, en 1995, se llevaría el Oscar por interpretar a un alcohólico irredento en ‘Leaving Las Vegas’, de Mike Figgis, pero de ahí en adelante encadenó un fiasco detrás de otro. Un personaje tan violento y apasionado como Sailor Ripley parecía estar cortado a su medida, pues por entonces era joven, rebelde y transmitía esa mixtura de fiereza y bondad. Laura Dern y Nicolas Cage se metieron de lleno en sus roles y eso benefició al amor irreductible de Sailor y Lula y dio más verismo a las fogosas escenas de sexo. En opinión de su director:
Laura es muy inteligente, tiene mucho sentido del humor y posee mucho sex appeal. Nicolas también es muy especial. Casi todo lo que dice o sugiere beneficia al diálogo.
Nicolas Cage contribuyó a su manera a configurar la personalidad de Sailor. La famosa chaqueta de piel de serpiente que lleva por bandera, y que identifica como el símbolo de su libertad e independencia, fue una apuesta personal que no figuraba en el guión. El actor la compró en Las Vegas y se la llevó puesta al rodaje en Los Ángeles, proponiéndole al director convertirla en un elemento más del vestuario. A Lynch le pareció bien, y desde entonces pasó a engrosar esa larga lista de iconos imborrables de su fértil imaginería. Según cuenta Barry Gifford, ni actor ni director reconocieron haber visto la película ‘Piel de serpiente’, de Sydney Lumet, en la que Marlon Brando usaba una chaqueta de esas características. Sin embargo, el guionista siempre dudó de la palabra de Cage.
David Lynch le ofreció el goloso papel de Marietta Fortune, la histérica y sobreprotectora madre de Lula Pace, a Diane Ladd, madre en la vida real de Laura Dern. Pocas veces nos es dado asistir al espectáculo de una saga de actores actuando en la misma película. Su radical oposición al noviazgo de Lula la convierte en la Bruja Mala, pues ella instiga a toda esa patulea de seres marginales y abyectos a acabar con la vida de Sailor. Su aspecto de madurita ricachona e insinuante, que ha perdido la conciencia de su edad, con las uñas pintadas de rojo y los zapatos de tacón, también ayuda a proporcionarle ese aspecto de bruja. Para el recuerdo queda la secuencia en que, mirándose al espejo, pasa el pintalabios por sus venas y por su cara hasta teñirla de un rojo demoníaco, mientras contrae sus facciones en un grito espantoso.
Las referencias a ‘El Mago de Oz’ no figuraban en la novela. Fue una genial ocurrencia de Lynch para transformar la historia en un terrorífico cuento de hadas. Además de la Bruja Mala, a la que incluso se ve persiguiendo a los enamorados montada en su escoba, también aparece la Bruja Buena del Este, que es la que convence a Sailor para volver tras sus pasos y buscar a Lula. Este maravilloso desenlace, tan surrealista como absurdo, no estaba previsto inicialmente por su director, pero como no le quedó más remedio que aflojar ante los imperativos de Samuel Goldwyn Jr., que quería un final feliz, decidió apurar la copa de la fantasía con el abrazo de Sailor y Lula subidos al descapotable y el ‘Love Me Tender’ cantado por el propio Nicolas Cage. De este modo, con buenas dosis de ese ingenio que siempre aparece en momentos de censura, satisfizo al distribuidor al tiempo que mantenía la integridad de la novela. El realizador de Montana confesó:
Al principio intenté hacer un final triste por el simple hecho de demostrar que soy un cineasta independiente y que no estaba intentando ser comercial. Me di cuenta de mi equivocación, sobre todo, porque no estaba de acuerdo conmigo mismo.
Para la Bruja Buena Lynch pensó en Sheryl Lee, la mítica Laura Palmer. No es la única presencia habitual en su filmografía que aquí desempeña un papel secundario. También intervienen Sherilyn Fenn (vista en ‘Twin Peaks’), como la mujer que muere en un accidente de coche –tema recurrente en la obra de Lynch–; Jack Nance (el protagonista de ‘Cabeza Borradora’, en su última actuación), como el psicópata Dropshadow; y Freddie Jones, metido en la piel de un cazador de palomas con la voz distorsionada por el helio. Harry Dean Stanton, que en ‘Corazón Salvaje’ es el detective Johnnie Farragut, aparecería años después en ‘Una historia verdadera’, como el hermano enfermo de Alvin Straight.
Durante la película se alude a ‘El Mago de Oz’ de diferentes formas: se mencionan la Ciudad Esmeralda, las baldosas amarillas y el perro Totó. Sin embargo, son los zapatos rojos que calzan Lula y Perdita Durango los que remiten directamente a Dorothy, la niña protagonista.
Isabella Rossellini encarnó a Perdita poco antes de romper su relación sentimental con David Lynch. No es casual que en ‘Terciopelo Azul’ su personaje se llamara Dorothy, pues ambas películas comparten su naturaleza de cuento macabro. Con posterioridad, Alex De la Iglesia filmaría una película, a años luz de ‘Corazón Salvaje’, sobre Perdita Durango, con Rosie Pérez como protagonista.
Otros asesinos de diverso pelaje que dan color al mundo de ‘Corazón Salvaje’ son Juana, la hermana gemela de Perdita –a vueltas con la doble personalidad, como en ‘Carretera Perdida’ y ‘Mulholland Drive’–, y Reggie, su pareja.
No obstante, de entre toda esa fauna de freaks, si hay alguno que brilla con luz propia, ése es Bobby Peru, interpretado por el especialista en personajes excéntricos Willem Dafoe –él y Christopher Walken tienen a sus espaldas toda una galería de seres monstruosos y repugnantes–. Después de ver ‘Wild at Heart’ es imposible alejar de la memoria esa secuencia en que Bobby Peru agarra del cuello a Lula y le susurra al oído: “Di fóllame”, con el primer plano de sus dientes podridos y la lascivia retorciendo su bigote de pisaverde a lo Clark Gable.
Lynch idea una escena tensa, inquietante, escabrosa, ridícula e incluso excitante, un cóctel que parece imposible de mezclar. La tensión se apodera del espectador cuando Lula, en su ingenuidad, le abre la puerta a Bobby, un individuo de mala catadura cuyas intenciones de adivinan protervas. Luego introduce un matiz humorístico, pero que acrecienta la inquietud, cuando le pide permiso para orinar. La tensión aumenta cuando le pregunta por Sailor y Lula le responde que ha salido. Entonces el espectador sabe que el astroso ex marine va a intentar abusar de ella, quien, para más inri, lleva por todo atuendo un ajustadito camisón negro con encajes y transparencias. Para hacerlo más escalofriante, el facineroso descubre por el olor a vómito que inunda el cuarto de mala muerte que ella está embarazada. Después de llamarle con todo descaro “conejita”, se le acerca y le ordena, aumentando la voz gradualmente hasta el grito, que le pida que la folle. Aunque ella se resiste, y a despecho del asco que le provoca, acaba por complacerle, momento que él aprovecha, con una despreciable mueca, para marcharse. Lo más inquietante es que, a pesar de la violencia de la situación, el espectador intuye que Lula ha llegado a excitarse con las caricias de esa mano ominosa, y que al decir “fóllame” se sentía algo más que coaccionada.
La ridícula muerte que encuentra Bobby Peru durante el atraco al banco, volándose él mismo la tapa de los sesos, parece un guiño cómico a ‘Eraserhead’, cuando Jack Nance perdía literalmente la cabeza, con la que luego se fabricaban gomas para lapiceros. Este personaje encarna el mal y la demencia de la misma manera que lo hacía Frank Booth (Dennis Hopper) en ‘Terciopelo Azul’.
El humor negro y la violencia un tanto paródica –las palizas no están rodadas con la pretensión de ser creíbles, como demuestra esa sangre de un rojo espurio que mana en abundancia– están presentes en varias fases de ‘Corazón Salvaje’. Un ejemplo es el perro que recoge la mano de uno de los banqueros, que la busca inútilmente para que se la injerten. Más hilarante aún es el episodio del primo Dell (Crispin Glover) que Lula le cuenta a Sailor, con su costumbre de meterse cucarachas en los calzoncillos.
El hecho de escribir él solo el guión le facilitó volcar a la historia sus obsesiones, saliéndose de la línea marcada por la novela. Así pues, no sólo le dio ese toque fantástico sacado de ‘El Mago de Oz’, sino que también añadió su fascinación por los años 60, con Elvis Presley a la cabeza. De hecho, la relación de Sailor y Lula vista por David Lynch podría ser la de un rebelde sin causa llamado James Dean enamorado de la bella Natalie Wood, cambiando el marco idílico de una pequeña población de Carolina del Norte por un giro al infierno que conduce a un motel infecto de Big Tuna. También dio protagonismo a Marcello Santos (un estupendo J. E. Freeman), el mafioso que pone a Bobby y a Perdita tras la pista de Sailor, un personaje que en la novela tan sólo se citaba. Por cierto que la cadena de llamadas telefónicas entre sujetos misteriosos es un elemento que volvería a aparecer en ‘Mulholland Drive’.
A pesar de los numerosos cambios introducidos, Barry Gifford quedó plenamente satisfecho de la película, y prueba de su buen entendimiento con Lynch es que siete años más tarde colaboraría con él para escribir al alimón el guión de ‘Carretera Perdida’. El director no tuvo ningún problema en meter la que para Gifford era la frase más importante de la novela: “Éste es un mundo salvaje por dentro y muy extraño por fuera”. Muchos escritores deberían seguir su ejemplo y aprender que el cine exige una narrativa diferente de la literatura, por lo que los cambios, siempre y cuando redunden en beneficio de la creatividad, son bien recibidos.
‘Corazón Salvaje’ es el drama más shakespeariano de Lynch –ambos autores comparten una inclinación por lo truculento–, pues bebe de la fatalidad de ‘Romeo y Julieta’, si bien tiene un final feliz. Uno de esos detalles que dan fe del amor incondicional que sienten el uno por el otro es el collar con cuarenta pastillas de diferentes sabores que Sailor le regala a Lula, una por cada razón que tiene para amarla.
Las críticas derivadas del alto componente de violencia y sexo no tardaron en arreciar sobre la película. Lynch se defendió argumentando que “el sexo en ‘Corazón Salvaje’ es mucho mas divertido que en ‘Terciopelo Azul’; disfrutas con Sailor y Lula porque realmente se lo están pasando bien. Es algo realmente saludable”. En verdad, las escenas de sexo están rodadas de una forma artística y preciosista, con filtros que queman la imagen y que recorren el espectro cromático del Arco Iris. No sólo emanan pasión, sino también sensibilidad. Gran parte del mérito hay que atribuírselo a Frederick Elmes, excelente director de fotografía que trabajó para Lynch en ‘Blue Velvet’.
Profundizando en la idoneidad de mostrar sin cortapisas la cara más irracional del hombre, el director añadió:
Nunca me planteo los límites con estas cosas. Cada película tiene sus propios límites. Lo decido del mismo modo que decido si voy a colocar esta cámara allí o esta cámara aquí. Es algo mecánico. Cuando se rueda una película se puede llegar muy lejos en direcciones muy diferentes. La violencia, desde un punto de vista dramático, no tiene un tratamiento muy diferente al que pueden tener otros sentimientos, como la tristeza o el amor. No quiero que se me interprete mal cuando digo esto del sexo y la violencia. El medio cinematográfico es un medio de expresión que tiene mucha fuerza y en el que se pueden exagerar las cosas. Así que, ¿por qué no aprovecharlo?
Durante el pase de prueba, muchos espectadores abandonaron la sala conmocionados al contemplar una brutal secuencia en la que Johnnie Farragut era literalmente mutilado y castrado, escena que luego se eliminó del montaje final. El propio director entonó el mea culpa aduciendo que:
No era consciente cuando firmé mi contrato. Me llamaron a los preestrenos para comprobar la reacción de la audiencia. Nunca había creído en los preestrenos, pero aprendí algo muy valioso, y ahora me he convertido en un defensor a ultranza. Me pasé con la escena y lo reconozco. Si ‘Dune’, que fue un fracaso, hubiera pasado por quince preestrenos en vez de uno solo, podría haber salvado la película.
Como en todas las películas de su autor, la música es una parte fundamental de ‘Corazón Salvaje’. La banda sonora original es obra de Angelo Badalamenti, quien ha colaborado con Lynch desde ‘Terciopelo Azul’. En este caso, más allá de las piezas creadas ex profeso, lo que sobresale es la transición del speed metal de Power Mad, con su canción 'Slaughterhouse', a los suaves acordes de 'Im Abendrot', uno de los últimos cuatro lieder que compuso Richard Strauss durante su estancia en Suiza, donde entró en contacto con el poema de Joseph von Eichendorff. Con él escribió una música para soprano y orquesta que dedicó a su esposa, la soprano Pauline de Ahna. ‘En la puesta de sol’, como se traduciría al castellano, es el mirífico tema de amor que sigue a los amantes durante sus peligrosas aventuras. De una gran belleza, sacude con violencia el espíritu y arranca las lágrimas de Lula y del espectador más sensible. La escena en que Lula se baja del coche hastiada de escuchar noticias funestas en la radio y le suplica a Sailor que busque una emisora donde pongan música, sólo cabe describirla como genial. Sus bailes llenos de vitalidad y desenfreno al son de 'Slaughterhouse' se abren paso a la serenidad de la tierna melodía de Strauss, en un plano general que apunta hacia el ocaso. Casi se pueden oír los últimos versos de 'Im Abendrot': “¡Oh paz inmensa, tranquila! / ¡Tan profunda en la puesta de sol! / Qué cansados estamos de vagar. / ¿No será esto la muerte?”.
‘Corazón Salvaje’ se suele asociar también a la sensual y hermosa ‘Wicked Game’, de Chris Isaak, en su versión instrumental. El cantante californiano, digno sucesor de Elvis, también aporta otro tema, ‘Blue Spanish Sky’, incluido en la secuencia del tubo rojo, un encubierto homenaje a ‘Mi Tío’, de Jacques Tati.
Preciso es decir que Lynch siempre ha destacado por combinar a la perfección temas clásicos y minimalistas, como los de ‘Una historia verdadera’ o como el ‘Adagio for Strings’ de ‘El hombre elefante’, con canciones de grupos señeros del rock industrial como Nine Inch Nails, Rammstein o Marilyn Manson, incluidas en la banda sonora de ‘Carretera Perdida’.
Sin salir de la música, mención especial merecen los efectos sonoros, terreno en el que Lynch siempre se ha mostrado como un alumno aventajado –no en vano, en la mayoría de sus películas los compone él mismo–. El crepitar del fuego en el incendio que devasta la casa de los Fortune, y la ignición de las cerillas, los mecheros y las brasas de los cigarrillos, acentuados por un plano detalle, son motivos que se repiten a lo largo de toda la película. El montaje de ‘Corazón Salvaje’ es sobresaliente, y estos planos desperdigados obran el efecto de fomentar la intriga. Con la persecución que han emprendido los gobiernos de medio mundo contra el tabaco, no sé si hoy en día le dejarían a Sailor Ripley fumarse esos Marlboro, que tanto hacen por labrar su imagen de cowboy y forajido.
‘Corazón Salvaje’ es una de esas escasas películas que permanecen en la retina tiempo después de haberlas visto. Para todo aquel que se interese por el singular universo lyncheano, es de peaje obligado.
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