Toda la vida cabe en un poemario o la doble imagen de Domingo de Ramos
Por César Ávalos
Los buenos libros no son aquellos que están escritos de forma correctísima, sino aquellos que gustan a la gente, y también por lo honesto y sincero que ha sido el autor con lo que quiere decir, escribir o publicar sin concesiones. Al final, quien lee el libro
(en este caso, el crítico literario) está exento de esta extraña y a veces lejana relación entre el autor y el lector. Relación que, sin embargo, no deja de darse.
Comprometerse, adherirse, defender, saludar, tales son los adjetivos que caben en los comentarios literarios; no se puede ser frío sino que, por lo contrario, hay que comprometerse emocionalmente.
Domingo de Ramos (Ica, 1960) publica en 1988 su primer poemario: “Arquitectura del espanto” (Asaltoalcielo editores); hoy nos ofrece “Pastor de perros”(Asaltoalcielo y Colmillo Blanco, 1993).Ya en su primer libro, Domingo de Ramos se nos revela como un poeta que intenta poetizar lo cotidiano, rasgo que se repite en este segundo libro, donde se le nota mayor madurez.
El amor, el recuerdo, la soledad, y el desarraigo son aquellos motivos tocados en este libro de manera profunda. “Pastor de perros” y sus once excelentes y tormentosos poemas nos llevan por un mundo casi desconocido para los habitantes de la ciudad, un mundo que Domingo nos revela en todo su esplendor.
El libro está dividido en dos secciones: “Pastor de perros” y “Mientras yo agonizo”. En la primera sección se encuentran los poemas más extensos .Aquí el poeta recurre constantemente al pasado para traernos las imágenes vividas, y perpetúa de esta manera relaciones trascendentales en su vida.
En los poemas “Del padre”, “Del hijo” y “De la madre” se advierten rasgos autobiográficos con cierta mezcla de nostalgia, reclamo e ira ante un pasado que no supo entender ni sobrellevar.
En el poema “El iniciado” (perteneciente a la segunda sección), De Ramos nos hace ver su posición política de descontento con el proceso de “calmalización” que vive el país. El libro no sólo es un canto a la ciudad y a la locura, sino un gritarle a la cara: “Y nada es sereno ni aquí ni allá entre esta vereda y la otra”.
Ya en su primer libro, Domingo patentiza el desprecio que siente por Lima, hecho reafirmado en este libro que comentamos:
“La ciudad apesta las flores exhalan su último perfume/ resollante nos engulle y sin embargo habitamos sus grandes parques sus bermas tranquilas sus monumentos encacados/ con cocodrilos raudantes y su luna rayada orejuda escuchando/ el lento pálpito de los perros”.
El poeta deja entrever su total desarraigo con esta ciudad desde su posición en los arenales de San Juan: “Ellos son la otra margen la otra cosa eso que no somos”.
Domingo nos habla de la indiferencia y la prisa de la gente; nos demuestra su capacidad de gran observador: “Nos desplazamos algo arrugados de indiferencia”. Nos muestra la catarsis de un hombre agobiado por la realidad: “Oh los escombros de toda la realidad Hastío Estío”. Llama a las cosas por su nombre y termina por darnos la palabra justa: “…de animal corrupto y vasto”.
“Pastor de perros es un canto existencialista, toda la obra es un no sé qué descarnado fuego: “Mientras agonizo como si quisiera hacerlo/ en dialecto”. O: “Yo que no soy/ más que la pobre aventura del hombre en el vacío”.
Poesía de muchas imágenes, reordenamiento de un mundo caótico donde la soledad también se hace presente de manera agobiante: “Tozuda soledad”.
A lo largo del libro, De Ramos ha insertado dos epígrafes y varias citas (18). Estas citas le dan un sentido especial a toda la obra porque podría hacernos pensar que:
1.- Son citas del mismo autor, que tienen como fin tratar de presentar a otro sujeto poético.
2.- Son citas de otro autor; o que
3.- Estamos ante el nacimiento y la prolongación de un nuevo libro que vendría a formar parte de una trilogía poética.
Sobre el primer libro de Domingo H. Pérez Grande escribió en la revista sanmarquina “Estación Reunida”: “El libro es una prueba de amor a la marginalidad”. Quizá eñ`poeta Hildebrando quiso encontrar en el libro eso que De Ramos decía no poder encontrar al escribir: poemas de amor. Para nosotros, la declaración de Domingo iba por otro sentido: la relación hombre-mujer. Ahora, en “Pastor de perros”, dice:
“Un vecino sombrío a cuya hija seduje/ aquella del fusilamiento la que hablaba a mi sordera/ pétrea y melancólica Su rostro era como un pocillo hondo/ con relámpagos que asustan cuando me hablaba de la guerra/ cuando cantaba a la carne cuando dormía y se acostaba con el alba/ y su abrazo yermo y salvaje reanuda esta manera de vivir/ si no es soñar con una horca que disimulaba el día.”
Con este segundo libro, Domingo se instala definitivamente como una de las voces más importante dentro de la nueva poesía peruana. Domingo pertenece a una generación que pretende tomar de los pelos el meollo de la realidad para situarse más cerca de ella, sin olvidar que es una persona con cuestionamientos al decadentismo de ciertos textos poéticos-literarios.
Y es en esta nueva línea que en un futuro terminará por desplazar a quienes ya han cumplido su ciclo de producción, y que deben ceder paso a esta nueva poesía.
Publicado en la revista Motivos agosto-setiembre de 1994.
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