23.11.09

Poeta de la belleza Absoluta

Stéphan Mallarmé Stéphan Mallarmé , poeta arduo, a veces preciosista, pero habitado por el secreto tormento de la voz simple, del canto sagrado de la tierra. En aquel siglo XIX de la bohemia de las artes, del "desarreglo de todos los sentidos", pocas vidas fueron tan anodinas y tan ordenadas como la de Mallarmé. "Sí nacido en Paris el 18 de marzo de 1842" escribía el mismo al comienzo de su carta autobiográfica a Verlaine. Vástago de una familia de funcionarios, fue profesor, actividad que era para él un suplicio cotidiano: enseñaba inglés, idioma que había aprendido para leer a Edgar A. Poe, a quien veneraba y cuyos poemas tradujo. Decía que el poeta es "un hombre que se aísla para esculpir su propia tumba". Ya en su infancia la muerte lo había rozado con sus alas, llevándose a su madre cuando él tenía cinco años y a su hermana menos a quien adoraba, diez años después. Y la muerte seguió rondando a su alrededor, arrebatándole a su hijito Anatole a la edad de ocho años. Se encontraron y se publicaron fragmentos de una "Tumba de Anatole" muchos años después de la muerte del poeta, quien envidiaba a Víctor Hugo por haber podido consolarse, parcialmente, de la muerte de su hija gracias a la escritura. Mallarmé compuso varias "Tumbas", elogios fúnebres dedicados a Baudelaire (cuyo estilo imito lagos años), a Poe, a Wagner, a Verlaine... "Un hombre habituado al sueño viene aquí a hablar de otro, que ha muerto": con estas palabras saludaba Malllarmé la memoria de LIsle-Adam, su amigo el autor de cuentos crueles. Pero "sueño" no significa mero ensueño, vagabundeo de imágenes vagas, sino pensamiento despierto, conciencia dolorosa que percibe "las garras el Monstruo", trayecto mental cuyas huellas se adivinan apenas en los poemas o se descifran difícilmente, pero del que da fe el epistolario del autor. "Acabo de pasar un año tremendo: mi pensamiento se ha pensado y ha llegado a una Concepción pura...Todo lo que, de rechazo, mi ser ha sufrido durante esta larga agonía es algo inenarrable pero, felizmente, estoy perfectamente muerto..." Y un año después: "Vuelvo a bajar mi yo, abandonado durante dos años". "He muerto y he resucitado" escribió en otra ocasión. Pensamos en una muerte iniciática y, por decirlo así, vivida auténtica y no simbólicamente, no puramente con el intelectosino en todas sus fibras, pues el pensamiento es físico: "Hay que pensar con todo el cuerpo, lo cual da un pensamiento pleno y al unísono, como esas cuerdas de violín que vibran inmediatamente con su caja de madera hueca". Si la poesía es para Mallarmé la perfecta expresión de la belleza, es porque las palabras, elegidas también por su vibración acústica, cobran un sentido más puro, y de la sucesión de las mismas palabras, a despecho de la sintaxis si es necesario , se desprende una música cuyo sentido se evapora en sus múltiples posibilidades, tanto más cuanto que la abolición de la puntuación-gran novedad en esa época-libera el flujo sonoro, el canto. El canto: con él que sueña desesperademente Mallarmé. No el lirismo formal o la elegía, que son anecdóticos y vanos, sometidos al azar, sino el verdadero canto del universo. Y este poeta que algunos consideran "artificial y decadente", maestro de los simbolistas, este oráculo de los "martes"-las famosas veladas literarias que acogía en su apartamento de la calle Roma - este amigo fiel de poetas y pintores, este inovador, este espíritu exigente, lamentaba hondamente no ser un grillo. "Sólo ayer, entre el trigo joven, oí esa voz sagrada de la tierra ingenua...Toda esa felicidad que tiene la tierra de no estar descompuesta en materia y espíritu estaba en ese sonido único del grillo". Aquí se expresa lo esencial de la búsqueda mallarmeana de la voz única, cósmica, materia y espíritu confundidos, búsqueda resumida en esta fórmula. "La explicación órfica de la tierra es el único deber del poeta". Comprenetrado en esta certidumbre trabaja en su Gran Obra el libro definitivo que sería la (imposible) clave del universo. Y como primicias de este libro futuro, del que sus versos precedentes -y en especial "La siesta de un fauno" y "Herodiade" inconcluso pero portador del Cantico d e Sa Juan - han sido jalones o bosquejos que publica en 1897. "Un vuelco de dados nunca abolirá el azar", cuya disposición tipográfica audazmente innovadora inaugura la modernidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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