19.3.10

Al poeta, el habla le sea dada

Al poeta, el habla le sea dada Aproximaciones a la poética de Domingo de Ramos Por Gonzalo Portocarrero. Domingo de Ramos se acerca a ese poeta que hay en todos nosotros. Y al aproximarse nos guiña el ojo; se trata de invitarnos a jugar con las palabras en un lugar más allá de lo corriente. La propuesta nos seduce así que nos adentramos en la escucha. Fluye entonces ese torrente de palabras y nos vamos quedando en un asombro que abre la intuición y el deseo. Ese es el lugar adonde hemos sido convocados. Comprendemos, entonces, que el llamado de Domingo implica renunciar a la expectativa de un entendimiento rápido y preciso. En realidad, estamos invitados a sentir, a dejarnos impresionar, a suspender el deseo de control. Y lo que obtenemos son impresiones, libres, fragmentos que fluyen según una lógica levísima, inasible, que (des)aparece en su propio proceso de emergencia. Es necesario un estudio a fondo de este universo poético. En cualquier forma, la primera marca de su poesía es la libertad de su voz. Domingo corre sin miedo hacia los precipicios del sentido. Esta es su apuesta. Y así logra vislumbrar el territorio de lo humano. El ritmo de su voz es acelerado y decidido. Sus versos parecen atropellarse pues antes que el eco de uno se haya apagado ya está el siguiente. Se genera entonces esa simultaneidad entre lo que se recuerda y lo que ya viene. Estamos suspendidos en una sorpresa que nos abre a lo ignoto. Nos damos cuenta entonces que con su palabra libre Domingo se cuela por las grietas de lo cotidiano, que revela ese mundo que nos rodea pero del cual estamos separados. Entonces, ya fuera de nuestra rutina, estamos en un mundo primordial, amplísimo; por allí están están nuestros deseos olvidados, nuestras promesas desfallecidas. Al distinguirlas, sonreimos. Todo puede ser con la condición que encontremos los nombres precisos. Es la magia del lenguaje. La poesía de Domingo es tan propia que se impone sobre nuestras anticipaciones. Vivimos entre fantasías que no nos atrevemos a explorar. Pero Domingo no tiene miedo. Y habla, y habla, y goza hablando. La poesía de Domingo posee una frescura insolente y altiva. Domingo es el dueño de la palabra y no se deja arrastrar hacia lo reiterado. En su voz amanece un mundo que siendo el mismo es, también, otro, porque la obra del deseo, la presencia plena del poeta, hace visible el fértil caos de lo que recién se inicia. “Gracias Domingo por hacernos ver de otra manera, por soplarnos en el oído para voltear nuestra mirada a la complejidad infinita de la vida.” Sociólogo y maestro de la Universidad Católica.

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