19.4.10

Flujos verbales de J.A. Mazzotti

Flujos verbales *Por Ricardo Sumalavia Siempre he creído que lo mejor que le puede ocurrir a un libro no es convertirse únicamente en un mero depositario de certezas, sino, a partir de un vivo diálogo con el propio texto, propiciar las más diversas interrogantes, cuestionamientos y reflexiones. Esto último es lo que justo y gratamente me ha ocurrido con la lectura del libro Poéticas del flujo/ migración y violencia verbales en el Perú de los 80 de José Antonio Mazzotti. Y ahora quisiera, para aproximarme a este libro, empezar compartiendo con ustedes una de las reflexiones que me suscitó su lectura. Mientras leía sus páginas, en reiteradas ocasiones recordé la tan citada pregunta que se hace el personaje Zavalita, de la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, en el cruce de las avenidas Tacna y la Colmena ( en realidad quedaba entre la plaza Unión y Alfonso Ugarte):¿En qué momento se jodió el Perú? Responder a esta pregunta ha ocupado a más de uno. Yo no intentaré responderla por ahora, pues lo que me interesa no es su respuesta, sino su enunciación. ¿Es esta pregunta válida y pertinente en boca de cualquier peruano? Al ser formulada a través de un personaje de ficción que representa a la clase media alta capitalina de los años 50, obviamente supone que para él hubo un punto de quiebre, un antes (favorable, armónico, o aceptable, al menos) y un tristísimo ahora. Y desde esta mirada es que normalmente se aborda esta pregunta. Sin embargo, qué pasa cuando cambia el sujeto de enunciación. Para los indígenas, por ejemplo, fácticos o de ficción, ¿hubo acaso un antes y un ahora sustancialmente diferente? ¿Todos han interiorizado, incluso, la noción de Perú? No es novedad afirmar que para ellos el Perú, su Perú, desde la conquista, pasando por los años del Virreynato y la República, siempre estuvo jodido. Como vemos, la pregunta de Zavalita, en este contexto, pierde sentido. Siguiendo esta lógica, ¿cómo entender, plantear y expresar lo acaecido durante los años 80? ¿Qué lectura de la realidad, de su entorno, dieron los poetas durante esa década?¿Qué lectura le damos nosotros a eso poemas? Un primer paso, que es el quenos señala José Antonio Mazzotti en su libro, es precisar desde dónde y quienes son los sujetos que enuncian, para luego ubicarlos respecto de ese punto y así comprender cuáles fueron sus propios mecanismos de enunciación. Y la marca común que hallamos en todas estas voces, producto de de unos años de convulsión desmedida, de violencia en sus más variadas y traumáticas expresiones, es la marginalidad. Ya no hay centros ni pilares de los cuales asirse. Sólo quedaron unos fragmentos, imágenes descentradas y difusas que pretenderán cimentar su propio centro, pero sin perder la conciencia de su paradójica condición de periféricos. Así, en el primer capítulo, Mazzotti nos ampliará el espectro de voces poéticas, mostrándonos otros registros que merecen más de nuestra atención: la poesía quechua. Las limitaciones del caso, de la lengua para ser exactos, no impiden que el autor analice y nos explique concienzudamente el proceso de construcción de este discurso. Por supuesto, tal como se propone aquí, la expresión poética en quechua no debe leerse ni entenderse de una manera aislada, sino como parte de una tradición rica y de una cosmogonía compleja y en constante estado de tensión. Aquí la experiencia vital, en comunión con la naturaleza, se enfrenta, asume y traduce, sin perder intensidad, la migración y la violencia de los 80. Espero que esta iniciativa de Mazzotti nos invite a su vez a conocer otras tradiciones poéticas en las diversas lenguas vernáculas de nuestro país. En el segundo capítulo se nos conduce por el flujo de la poesía escrita por mujeres durante esa década. Está claro que esta no se da por generación espontánea, como algunos quisieran, ya que implicaría también un posible aniquilamiento espontáneo, sino porque las condiciones para su manifestación estaban dadas, luego de una ardua lucha social, que aún continua. Aquí se analizan poéticas de Patricia Alba, Rocío Silva, Magdalena Chocano, Rossella di Paolo, Dalmacia Ruiz-Rosas, etc. Estas mujeres, al escribir poesía, sabían, o intuían, que quien detenta la palabra escrita, detenta el poder. Por ello, según la lectura de Mazzotti, es que a través de distintos discursos reivindicativos, la mujer gana un espacio y/o construye su propio centro, buscando legitimar su discurso; aunque, algunas voces, algunas veces, recurran para esto a las mismas estrategias del discurso masculino; que, por lo demás no debe ser visto como una deficiencia, sino como una prueba de que los discursos, y su construcción, requieren de una tradición sólida, y que la tradición poética en español es fundamentalmente masculina. El tercer capítulo aborda la poesía escrita por un grupo de jóvenes que, en cierta medida, continúan explorando con las estrategias poéticas de la década de los 60, sin perder de vista y pisando firme con los aportes de la poesía de los 70 y, en especial del grupo H.Z., en lo que el autor llama “una poética de la inexperiencia vitalista que es al mismo tiempo una poética de la experiencia literaria como forma de conocimiento y autoreconocimiento”. Este grupo representativo de los 80 asumió el nombre de Tres tristes tigres, y estuvo integrado por Eduardo Chirinos, Raúl Mendizábal, y el propio José Antonio Mazzotti. Por obvias razones, el autor de este estudio prefirió no incluirse como parte del corpus literario a analizar. No obstante, no quiero dejar pasar la oportunidad de citar parte de un poema de Mazzotti que pertenece a su poemario Poemas no recogidos en libro, aparecido en 1981. En él dice: En Lima los poetas no tienen sombra… Y en otro poema nos dirá: Respeten la castidad de este poeta, De su batracio alado, De este espécimen escapado De los libros de historia, Respeten su frente marcada, respeten Sus soluciones de último minuto y su sílaba trabada, Sus pataditas en el vientre de la realidad, Su cómo ser feliz ´sin el permiso de la policía Al fin y al cabo Su cómo amar al que jamás lo lee. Cero que aquí la condición de marginalidad del poeta respecto del propio quehacer literario se muestra de una manera clara y contundente. El poeta, como muchos hombres, ha perdido la materialidad, se desdibuja, y hay que trazar nuevos linderos, validar su nueva voz. El último capítulo, muy bien escogido a mi parecer, analizará la poesía de lo más representativos integrantes del Movimiento Kloaka. En este apartado creo atisbar la intensión de Mazzotti , que sería la de proponer, a través de estas voces, como la del poeta Domingo de Ramos y Róger Santiváñez, el sincretismo de las expresiones poéticas planteadas y desarrolladas en los capítulos precedentes. Estos dos poetas de alguna manera, y de distintas maneras, provienen de aquella gran migración que ha padecido la marginación física (en Santiváñez no tanto ya que proviene de una clase media bien posesionada de provincia y que residía en el barrio del Rímac), han crecido en medio de la violencia, desde todos los frentes, y que ellos han sabido, o han intentado, canalizar a través del flujo poético. José Antonio Mazzotti tuvo un trabajo arduo y difícil: hacer confluir, y fluir, todas estas voces, dentro de la diversidad. Sospecho que para él mismo, como estudioso de esta literatura, fue sumamente complicado ubicar su lugar de enunciación y hacer legítimas sus preguntas. Y como poeta que es, ha sabido compartir el goce de la lectura. Por eswa razón, después de la lectura de este libro, aprendemos a mirar, a leer, y saber desde donde hacemos las preguntas. Sólo así nos entendemos. *Escritor y crítico de la PUCP

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