8.4.10

Ideología,crítica y literatura.

Observaciones de Wlliam Rowe *Por Carlos García Miranda William Rowe, peruanista inglés es coordinador del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos del King's Collage del London University. En una de sus tantas visitas a nuestra ciudad, nos concedió una entrevista sobre su actividad intelectual y su percepción de la literatura peruana. ¿Cómo nació tu interés por la literatura peruana?-Fue cuando estuve de profesor en la Universidad de Chiclayo. Ahí empecé a conocer a los poetas. Primero a los del cincuenta: Sologuren y Wáshington Delgado. Más tarde, en un congreso sobre la poesía peruana joven, conocí a los del sesenta como Antonio Cisneros. Me hice amigo de ellos y me interesé, sobre todo, en la poesía peruana, porque ésta era diferente a la que yo conocía. Además, al Perú lo experimentaba como un país inexplicable. No entendía muy bien sus manifestaciones culturales. Cuando empecé a leer a Arguedas cambió mi percepción. Sentí que en él había una imagen que me proporcionaba un entendimiento de esta cultura. Luego lo estudié como parte de mi tesis. ¿Qué te llevó a escribir José María Arguedas: Los ríos profundos (Oxford, Nueva York, Pergamon Press, 1973) y Mito e ideología en la obra de José María Arguedas (Instituto Nacional de Cultura, Lima,1979)? ¿Qué planteabas en esos libros?-Pensé que no había un buen debate sobre el tema de la ideología en Arguedas. Me parecía que el tratamiento que se le daba al elemento, ideológico en su obra era distorsionado. De otro lado, su captación mítica de la realidad me parecía más completa, de una mayor capacidad explicativa. Mi libro Mito e ideología en la obra de José María Arguedas trata de seguir esta última línea. Dos décadas después de la publicación de ese libro, ¿cómo evalúas lo planteado, considerando todo lo que se ha dicho sobre Arguedas? -Yo rescataría el manejo del mito, aunque tendría que extenderse y modificarse en alguna medida. Pero la parte ideológica no. Esta última la atribuyo a esa época -años setenta- marcada por la crítica ideológica. En aquellos años muchos nos encontrábamos convencidos de que la crítica podría servir para destacar lo que en la literatura había de comprensión de las sociedades. Ahora, estas teorías me parecen limitadas. ¿Por qué te parecen limitadas? -Porque se trataba de un marxismo un poco estrecho, donde uno pensaba que se podía disponer de un método de análisis certero y desde ahí marcar las deficiencias de la literatura. Teniendo en cuenta los recientes desarrollos de la noción de ideología, ¿aún te parece limitada? -Si bien la noción de ideología es más rica que en los años setenta, yo diría que ahora el problema sería establecer si la ideología sirve o no para entender la relación entre el lenguaje y el poder.A mí me parece que no. Crítica literaria Desde tu perspectiva, ¿cuáles serían los problemas fundamentales de la crítica literaria peruana actual? -Creo que se trata de distintas tendencias. Los trabajos de Antonio Cornejo Polar -y las líneas de discusión abiertas por él- y los trabajos de Mirko Lauer, por ejemplo, no van por el mismo camino. Me parece que una crítica a la modernidad, como la de Aníbal Quijano o Mirko Lauer, es bastante diferente a la formulada por Cornejo Polar y su entorno.Entonces, en la crítica literaria peruana actual hay distintas perspectivas. También están los críticos que trabajaban la literatura barroca, que hoy no está muy cotizada, y que se centró en la Universidad Católica, con el magisterio de Luis Jaime Cisneros y otros. En tu libro Hacia una poética radical: ensayos de hermenéutica cultural (Beatriz Viterbo Editora/Mosca Azul, Rosariomy Lima, 1996), afirmas que la crítica literaria latinoamericana se detiene demasiado en trabajar el problema del corpus y del canon. Establecías de que ésos no eran realmente los problemas principales; sino que el asunto estaba en abrir la discusión hacia otros espacios disciplinarios. -Creo que la discusión sobre el corpus y el canon está institucionalizada; tiene que ver con quien tiene derecho o capacidad para delimitar el campo de estudio literario y señalar las obras representativas y de importancia. Harold Bloom, por ejemplo, en su libro El canon occidental presenta una idea impositiva del corpus, y no sólo eso, sino también atenta contra el proceso creador. De otro lado, es cierto que definir un corpus es un paso fundamental, por ejemplo, cuando uno trabaja una tesis. El corpus puede ser tan grande como uno quiere que sea. El problema es el canon. El canon nos lleva a pensar que se puede delimitar un conjunto de obras que representan un valor. Creo que eso no se debería hacer, porque alimenta la tendencia burocratizante del saber. No estoy de acuerdo con eso. Además, toda esta discusión es alimentada por instituciones nacionales. Es decir, la necesidad de definir un conjunto de obras que habría que estudiar es un problema de la institucionalidad del saber. A mí no me interesa esa discusión. Esto se construye a partir de necesidades que corresponden al poder institucional. Desde esta perspectiva, ¿qué te parecen los planteamientos de La subalternidad, desarrollados en la India a través de los textos de Edward Said, Spivak y otros? -Me preocupa cuando se aplica o se extiende la noción de subalterno a la literatura.Creo que ahí empiezan a surgir problemas. Ellos trabajan el concepto de voz para fijar los rasgos de subalternidad en la literatura. No creo que la literatura trabaja con la voz. Antes hay un trabajo anterior, que es el trabajo con el idioma a través de la entonación. Trabajo con el oído, con la plasticidad del idioma, con lo que Rulfo llama .murmullos., que son prevoces. Es con esa materia preformada, no formada, caótica o digamos prediscursiva, con la cual trabajan los grandes escritores, sean Vallejo,Martín Adán, Arguedas o Gregorio Martínez. La literatura no es discurso, representación de voces. No se trata de traer la voz a la escritura, ella no funciona así. El planteamiento de la subalternidad, como dije, escamotea la capacidad de la literatura de entregarnos una mirada diferente sobre el idioma, de entregarnos a la palabra como una fuerza única para situarnos en el mundo. Y eso no tiene nada que ver con voces subalternas. Hibridez y heterogeneidad ¿Qué opinión tiene de las categorías de hibridez y heterogeneidad, que hace varias décadas se utilizan como instrumentos de análisis de la cultura latinoamericana? -Creo que estas categorías han servido. Primero, como explica Antonio Cornejo Polar, en Escribir en el aire, para liberarnos de los planteamientos románticos sobre la relación entre la literatura y la nación. Teniendo como base los conceptos de Mariátegui y Gramsci, la heterogeneidad nos permite otra reflexión diferente a la romántica, introduciendo temas como la oralidad. En ese sentido me parece muy positivo. La hibridez me parece menos positiva, porque no aporta mucho. Añade aspectos como permitirnos pensar la mezcla de elementos diferentes, de lugares y tiempos. Mezclas que se presentan como felices, y no como pérdidas de la autenticidad. Mariátegui ¿Consideras que los planteamientos de José Carlos Mariátegui han impactado de algún modo en la crítica occidental? -Mariátegui ha influido en Occidente. Esto debido a que él plantea muy bien la diferencia latinoamericana frente a las propuestas liberadoras occidentales, como la marxista. Él es quien mejor lo ha hecho. De los pensadores que conozco, es quien más enfatiza el hecho de que esas propuestas chocan con una realidad diferente, como la latinoamericana.Sobre todo, problematiza la lectura de Marx. Estudios Culturales En Hacia una poética radical, planteaste que no se podían aplicar directamente las categorías de los Estudios Culturales a la problemática latinoamericana. Insistías en que se deberían reconceptualizar estas categorías... -Reconceptualizar, por ejemplo, las tesis de Raymond Williams y las de los de su entorno. Esto, debido a que no se pueden aplicar a Latinoamérica porque su formación, su historia, es específica. Williams utiliza la literatura como si fuese una clave adecuada para todos los procesos culturales. Eso es completamente discutible en el proceso cultural latinoamericano. No digo que los libros no sirvan. Claro que sirven, pero dejar de lado otros procesos, como la tecnología o la historiografía, no me parece pertinente. Para mí, Estudios Culturales quiere decir entrar en el campo total de la cultura, obviamente haciendo los cortes necesarios. Al transferir directamente las ideas de Williams a la problemática latinoamericana se ha olvidado que él, en el fondo, no maneja otros materiales culturales,sino sólo lo literario. Este también sería el caso del concepto de -la alegoría de nación-, establecido por Fredric Jameson, que pretende servir para explicar los problemas de identidad nacional del Tercer Mundo. -Creo que, puntualmente, la concepción de los espacios nacionales en Latinoamérica tiene una historia muy particular. Para nada es igual a la de Estados Unidos, Europa u Oriente. La nación latinoamericana se presenta mucho antes que la construcción de nación en Oriente. Es un proceso donde el Estado crea la sociedad civil y no al revés. No creo que los trabajos de Jameson ayuden mucho a resolver el problema de los espacios culturales en esta región. Hay otros producidos en el continente que me parecen más adecuados, como los de Josefina Ludmer y Carlos Rincón. Entonces, ¿te parece importante que se construyan conceptos y categorías desde el ámbito académico latinoamericano,antes que trasladar categorías de otros lugares?-Construir espacios de reflexión y desarrollar conceptos para adecuarlos al contexto latinoamericano: eso empezó a hacerlo José Carlos Mariátegui en el Perú . Desde esta perspectiva, ¿qué te parecen los planteamientos de La subalternidad, desarrollados en la India a través de los textos de Edward Said, Spivak y otros?-Me preocupa cuando se aplica o se extiende la noción de subalterno a la literatura. Creo que ahí empiezan a surgir problemas. Ellos trabajan el concepto de voz para fijar los rasgos de subalternidad en la literatura. No creo que la literatura trabaja con la voz. Antes hay un trabajo anterior, que es el trabajo con el idioma a través de la entonación. Trabajo con el oído, con la plasticidad del idioma, con lo que Rulfo llama .murmullos., que son prevoces. Es con esa materia preformada, no formada, caótica o digamos prediscursiva, con la cual trabajan los grandes escritores, sean Vallejo,Martín Adán, Arguedas o Gregorio Martínez. La literatura no es discurso, representación de voces. No se trata de traer la voz a la escritura, ella no funciona así. El planteamiento de la subalternidad, como dije, escamotea la capacidad de la literatura de entregarnos una mirada diferente sobre el idioma, de entregarnos a la palabra como una fuerza única para situarnos en el mundo. Y eso no tiene nada que ver con voces subalternas. Hibridez y heterogeneidad ¿Qué opinión tiene de las categorías de hibridez y heterogeneidad, que hace varias décadas se utilizan como instrumentos de análisis de la cultura latinoamericana? -Creo que estas categorías han servido. Primero, como explica Antonio Cornejo Polar, en Escribir en el aire, para liberarnos de los planteamientos románticos sobre la relación entre la literatura y la nación. Teniendo como base los conceptos de Mariátegui y Gramsci, la heterogeneidad nos permite otra reflexión diferente a la romántica, introduciendo temas como la oralidad. En ese sentido me parece muy positivo. La hibridez me parece menos positiva, porque no aporta mucho. Añade aspectos como permitirnos pensar la mezcla de elementos diferentes, de lugares y tiempos. Mezclas que se presentan como felices, y no como pérdidas de la autenticidad. * Escritor y docente de la UNMSM.

No hay comentarios: