3.5.10

Entrevista al cineasta español Julio Medem aparecido en El Cultural de España

Medem ha pasado de la categoría de genio en ciernes a artista maldito. Primero fue el escándalo de La pelota vasca y después el fiasco de Caótica Ana. Hoy presenta en el Festival de Málaga Habitación en Roma, su nuevo filme que estrena el próximo 7 de mayo. ¿Marcará la rehabilitación del díscolo cineasta? Julio Medem ha “vuelto” como mínimo dos veces. La primera fue en septiembre de 2007, cuando Caótica Ana rompía un silencio de cuatro años marcado por la sanguínea polémica de La pelota vasca, documental sobre el País Vasco y el drama de ETA que le granjeó numerosos enemigos. Entonces, se suponía que la comunión con el público y el favor de la taquilla harían olvidar sus errores de bulto al meterse en camisa de once varas. Pero Caótica Ana recibió críticas malas (o tibias) y aunque tuvo muchísimos más espectadores que la media de los filmes nacionales y se estrenó en más de quince países con mejores resultados, la impresión que dejó en nuestro país fue la de fracaso. Pero Medem no se rinde. Mientras prepara Aspasia, superproducción ambientada en la Grecia clásica que tuvo que interrumpir por problemas de financiación y que reiniciará en breve, estrena hoy en el Festival de Málaga (y el 7 de mayo en toda España) Habitación en Roma, que él mismo define como “una película pequeñita que creo que me va a dar muchas alegrías”. Una película pequeña, efectivamente, protagonizada por dos mujeres, Elena Anaya y Natasha Yarovenko. Durante una sola noche vivirán un intenso romance en el que pondrán a prueba sus propias convicciones para hacer bueno aquello tan tópico como cierto de que uno puede abrir su corazón al primer desconocido y permanecer mudo con aquellos a los que conoce de toda la vida. Porque para Medem sí existe el amor a primera vista, o casi. - ¿Le “asusta” volverse a enfrentar a la prensa? - Me lo tomo con calma. Desde luego, la promoción no es la parte que más disfruto. Me gustaría, y mucho, que determinados críticos en este país no fueran tan brutales. No se trata de que digan que algo les ha gustado si no es así, pero detecto una actitud destructiva que me parece muy triste. Quizá a las películas de Hollywood no les afectan las malas críticas, pero mi público sí las lee. - Usted hubo una época en que fascinaba a los críticos. ¿Por qué cree que últimamente le han dado la espalda? - El problema es que muchos parecen tener dificultades para ponerse en el punto de vista desde el que se ha realizado la película. Tratan de pasarlo por su filtro: si les cuadra, bien; y si no les cuadra, a machacar. Pero no quiero hablar más de los críticos. Yo ahora vivo muy feliz. Buscando la emoción - ¿ Y cuál es el punto de vista en el que se tienen que situar los espectadores para disfrutar de su filme? - Me gustaría que fueran con la mente en blanco. En parte por eso me fastidia la promoción, porque sería increíble que la gente llegara al cine sin tener ninguna información previa. En este caso, me parece especialmente importante mantener esa pureza en la mirada, porque es una película muy epidérmica, que va de la piel hacia más adentro. Hay una emoción que es casi como un chispazo, muy fugaz. Eso está relacionado con la experiencia de las protagonistas, todo transcurre en una noche y apenas se conocen, pero les enciende por dentro. - ¿Pretendía hacer un filme más sensual que intelectual? - Empecé por una vía más laberíntica psicológicamente, más cercana a mi universo habitual. Pero después me di cuenta de que tenía que ser mucho más sencillo. Y hay otros elementos que añaden cosas a la historia como Roma, esa ciudad que está construida en distintas capas, en la que puedes escarbar interminablemente en su historia. Y quería que tuviera algo muy bello, muy pictórico. - Parte de un esquema muy primario: dos actrices y un solo escenario. El reto es transformar en cinematográfico un material muy teatral. - Lo que me sedujo fue la idea de rodar de una manera muy distinta a como lo he hecho. Yo siempre he trabajado mucho los paisajes, los espacios abiertos. Sabía que me lo estaba poniendo complicado y me lo pasé muy bien. Porque el cine es profundidad de campo, la óptica, cómo pones la cámara... y en un espacio tan reducido como una habitación de hotel se puede hacer cine. Medem es un seductor y lo sabe. Se expresa casi en susurros y le da un aire un tanto telúrico a sus explicaciones. Bendecido por la crítica internacional por películas como Vacas (1992) o La ardilla roja (1993), el éxito masivo de Los amantes del círculo polar (1998) y Lucía y el sexo (2001) lo lanzó a un estrellato que quizá lo apartó de su lugar natural, el de cineasta para minorías. Él mismo siempre ha dicho que jamás pensó que sus películas pudieran ser pasto de minicines. Habitación en Roma es una película dialogada en la mayor parte de su metraje en las que dos actrices bellísimas se dedican durante unas horas a tener sexo, a hacerse confidencias, a mentirse e incluso es posible que a enamorarse: “Para las dos se produce una ruptura. De repente, se inserta en la vida cotidiana un hecho casi mágico que les hace plantearse toda su vida. El amor siempre tiene ese significado de ruptura, de posibilidad de empezar una nueva vida. Es parte de su magia”. - ¿Cómo surgió la idea de explicar ese encuentro romántico a partir de dos mujeres? - No tiene nada que ver con la palabra “lesbiana”. Quería adentrarme en la forma en que se relacionan dos mujeres, hay algo menos agresivo y más natural que cuando aparece un elemento masculino. Por ejemplo, hablan mucho entre ellas. Eso es muy femenino. Y he procurado hacer dos retratos precisos. Alba (Anaya) es la que toma la iniciativa, la más lanzada. Eso es muy español. Pero también es la más frágil y necesitada. Y Natasha tiene todo ese background detrás, la mafia rusa. He leído mucho sobre esa organización y es la peor mafia del mundo, especialmente con las mujeres. - Hay algo onírico en todo. - Esa era la idea. El encuentro de las dos protagonistas, ¿cómo lo recordarán después? ¿Breve y al mismo tiempo lleno de significado? Desde luego, este tipo de cosas le cambian la vida a cualquiera. Yo dejo un final abierto, cada uno puede sacar las conclusiones que quiera, pero no cabe ninguna duda de que les ha removido algo por dentro. Las ha transformado. Remake libérrimo de la película chilena En la cama, de Matías Bize, Habitación en Roma supone un regreso del cineasta a los terrenos de la femineidad y la sexualidad que tan buenos resultados le han dado

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