11.5.10

Entrevista a José María Arguedas

El mundo de José María Arguedas Esta entrevista fue realizada en 1965 al escritor José María Arguedas para una revista limeña, por el crítico Tomás G. Escajadillo. Conversar con José María Arguedas es muy fácil. Uno no se da cuenta de que este hombre un tanto tímido, que habla pausadamente, que medita con cuidado sus respuestas y se desenvuelve con una increíble sencillez es, junto a Ciro Alegría, el más grande novelista peruano del siglo XX (y una de las voces de mayor vigencia hispanoamericana). Sólo al escribirlo me doy cuenta de lo que significa hablarle de tú a José María Arguedas. T. G. E.-José María, muchos dicen que Todas las sangres es más importante pero menos hermosa que Los ríos Profundos. J. M. A.-Yo creo que Todas las Sangres es no sólo más importante que Los Ríos Profundos sino también una novela hermosa. El problema de mi última novela radica en que es más ambiciosa. Por ser una visión mucha más amplia de la realidad, he tenido que crear personajes y mundos que no me son muy familiares. Por ello puede ser cierto que sea menos acabado que Los Ríos Profundos, pero es, en verdad, más bella y trascendente. (Recuerdo, al respecto, las palabras del crítico José Miguel Oviedo, en “El Comercio” del primero de diciembre de 1964: “En fin, entendemos que Todas las Sangres es una obra menos perfecta, menos proporcionada que Los Ríos Profundos, pero muchísimo más importante y decisiva para el autor y para el género en el Perú”). -Todas las Sangres ha madurado durante largos años. Para poder escribirla fue necesario haber intentado interpretar en Agua (1935) la vida de una aldea, en Yawuar Fiesta (1941) la de una capital de provincia y en Los Ríos Profundos (1958) la vida de un territorio humano y geográfico más vasto y complejo. Sin estas obras no hubiese podido crear Todas las Sangres (1964) que, al decir de un crítico (J. M. Oviedo). Representa “un vasto cuadro del Perú feudal”. Y siento que mi última novela es más literaria que las anteriores porque en ella lo literario proviene de la faz y el corazón de infinidad de gentes distintas entrabadas en nuestro país en una urdimbre sutil, profunda, a veces terrible, y no solamente de la descripción del llanto y de la mágica maravilla de los ríos y montañas. Desde cualquier punto de vista, Todas las Sangres es para mí, una novela más completa y superior que Los Ríos Profundos. (El novelista -José María, tú que eres el niño de Agua y el adolescente de Los Ríos Profundos, ¿eres también, el adulto Rendón Wilka de Todas las Sangres?strong>sonríe, duda un poco, y me confía, como quien habla consigo mismo): -Oye, sí; pero también soy un poco Don Bruno. -¿En lo bueno y en lo malo, José María o solamente en los rasgos positivos? (esta pregunta no lo esperaba nuestro entrevistado. Nuevamente sonríe, y me cuenta una historia que es toda una respuesta): Yo he sentido, desde pequeño, cierta aversión a la sensualidad. Algo así como Don Bruno en sus momentos de arrepentimiento. Aquel personaje poderoso e inmensamente malvado que presento en el cuento Agua fue sacado de la vida real. Era mi hermanastro mío. No solamente era el amo del pueblo, señor de pistola al cinto, sino también terriblemente mujeriego y sexualmente perverso. Yo era un niño de siete años y este hombre, en más de una oportunidad, tuvo la maldad de obligarme a que lo acompañe en sus andanzas amorosas y a que presencie sus “hazañas”. Recuerdo todo esto con gran nitidez. Quizás estas vivencias me hayan ayudado a perfilar ciertos rasgos (el misticismo, el remordimiento quemante) de Don Bruno. (Al efecto, evoco las frases iniciales de presentación –“prólogo a si mismo”-de José María en el reciente encuentro de Narradores en Arequipa. En aquella oportunidad, él comenzó su especie de autobiografía con estas palabras: “Yo soy hechura de mi madrastra”. Y narró como aquella mujer, que lo odiaba, para castigarlo, lo mandaba a comer y a dormir en la cocina, junto con los indios. “Nunca le podré agradecer suficientemente a mi madrastra tal “castigo”, pues fue en esa cocina donde conocí a los indios, donde empecé a amarlos” dijo Arguedas en Arequipa). -Se dice que Demetrio Rendón Wilka está un tanto idealizado.- Es posible. Pero creo, en todo caso, que no mucho. Hay hombres así. Yo los he visto. Yo los conozco. (Tomo mi ejemplar de Diamantes y Pedernales. Agua (1954), y leo unas palabras de Arguedas que tengo subrayadas: “Agua si fue escrita con odio, con el arrebato de un odio puro; aquél que brota de los amores universales, allí, en las regiones del mundo donde existen dos bandos enfrentados con primitiva crueldad. Porque los relatos de Agua contienen la vida de una aldea andina del Perú, en que los personajes de las facciones tradicionales se reducen, muestran y enfrentan nítidamente. Allí no viven sino dos clases de gentes que se representan dos mundos implacables y esencialmente distintos: el terrateniente convencido hasta la médula, por la acción de los siglos, de su superioridad humana sobre los indios, que han conservado con más ahínco la unidad de su cultura, por el mismo hecho de estar sometidos y enfrentados a una tan fanática y bárbara fuerza. Aludía al odio puro con que escribí los relatos de Agua. Mi niñez trascurrió en una de esas aldeas en que hay 500 indios por cada terrateniente. Yo comía en la cocina con los “lacayos” y ´concertados´ indios, y durante varios meses fui huésped de una comunidad”…Arguedas escucha atentamente. Su mirada se ha vuelto triste, un tanto lejana. Sí, el Perú del que hablaba casi no ha cambiado. Pero la vida tiene sus sorpresas). -Aquel feroz terrateniente de Agua, aquel pervertido que me obligaba a acompañarlo en sus aventuras nocturnas, aquel amo de todo un pueblo es hoy un hombre empobrecido, disminuido, un puma sin dientes ni garras-me ilustra el novelista. -José María, pienso que de “todas las sangres” que presentas en tu novela, quizás las figuras de los “vecinos empobrecidos” sean los más novedosas de la literatura. Los De la Torre, Doña Adelaida, “El Gálico”… -Puede ser que tengas la razón. Yo sólo puedo decirte que esos personajes existan en la vida real. Hay miles de ellos. -Justamente en tu novela siento que ellos son personajes ”que tienen vida”. En cambio otro tipo de personajes como Doña Matilde , como el ingeniero Cabrejos o el ingeniero Hidalgo, ciertas escenas de Lima, la presentación del mecanismo de los grandes consorcios financieros, los diálogos, por ejemplo, entre Doña Matilde y Cabrejos…- Sí, sí. De eso me han hablado. Sobre eso han escrito los críticos. Yo acepto plenamente que ciertos personajes y ciertas escenas no están bien logrados. Pero tenía que incursionar en terrenos que no me son familiares por la misma vastedad de la novela, que intenta ser una imagen, precisamente, de los hombres de “todas las sangres” en un universo novelístico significativo. Habría que correr el riesgo. -Hace poco, en rueda de amigos, hablábamos sobre Todas las Sangres, le cuento. Alguien comentó que tienes especial maestría para presentar las escenas de violencia. Aquella en que la “señorita Asunta” mata al ingeniero Cabrejos por ejemplo… -Sí. Yo creo que sí. Las escenas de violencia y las escenas de ternura también, si dejamos de lado eso de “especial maestría”… (José María es un hombre modesto. No ignora la importancia de lo que ha escrito y de lo que está escribiendo. Pero se niega a comportarse como una persona importante. Nos habla de tú a muchos jóvenes. Me entrega un cuento ambientado en una universidad norteamericana: “En verdad, no estoy muy seguro de que el relato esté bien. Léelo, y dáselo también a Washington Delgado. Quiero saber tu opinión”. Yo le digo: “Sí, José María”, y luego pienso que estoy hablando con uno de los más grandes novelistas peruanos. De ésos que quedarán, de ésos que tienen ya un lugar permanente en nuestras letras. Y me doy cuenta de que su gran sencillez, su increíble humildad son las causas que me han permitido la amistad suya, y que ahora reciba ese cuento de diez carillas con la promesa de “darle mi opinión”.Hay veces que a los jóvenes nos da rabia que muchos señores (medallas, condecoraciones, árbol genealógico, vinculaciones partidarias, cuentas bancarias) del mundo oficial no se comporten con José María con la consideración que debieran. ¡Si ellos supieran que todas sus medallas, pergaminos, billeteras, etc. Puestos en una balanza, pesan menos que un solo cuento de Arguedas).> -¿En qué corriente de la literatura, tomando en cuenta las denominaciones actuales, crees que puedan ser considerados tus novelas? -Creo que en la del “realismo mágico”. (Le enseño un ejemplar reciente de la “Revista de la Universidad de México” en que aparece un ensayo de Sebastián Salazar Bondy titulado “Arguedas: La novela social como creación verbal”. Ya lo había leído el novelista. “Me parece muy bueno, me dice. Los críticos (menciona a Escobar, Oviedo, Salazar Bondy), muchas veces, me hacen ver aspectos nuevos de mis propias obras”. Hacemos luego recuerdos de Sebastián del Encuentro de Narradores de Arequipa en donde estuvimos juntos, del fragmento de la novela que leyó aquél. “Iba a ser una gran novela, expresa Arguedas. Claro que se puede publicar ese primer capítulo, que tiene gran unidad, como un relato autónomo”. “! Ese primer capítulo que leyó es muy bueno!”, insiste José María. Luego su mirada se vuelve nuevamente lejana, se tiñe de un tristeza profunda. “!Pobre flaco!”, añade. Y prefiere cambiar de tema). -¿Qué estas escribiendo ahora? -Había comenzado otra novela extensa. “Harina mundo”, de la cual tengo escrito ya unos cuatro capítulos. Pero he suspendido el trabajo. Ahora estoy escribiendo vehementemente una novela corta (de no más de 150 páginas) basado en el reciente estudio de un sociólogo, Luis Fabvre, realizado en un pueblo de Huancavelica. La anécdota es, por lo tanto ciento por ciento real. -¿Has pensado ya en el título? -No. Todavía no. -¿Y Harina Mundo? -Harina Mundo es la narración de cómo un pequeño puerto de nuestra costa (Supe) se transforma en un gran centro productor de harina de pescado. Para esta novela casi no he tenido que crear personajes. Me los ha dado la vida. Los conozco a todos. Desde 1943 acostumbraba a pasar las vacaciones de verano en Supe, entonces una apacible caleta de pescadores. Todos los botes eran a vela; no había una sola lancha a motor. Alrededor de 1958 se instalaron dos fábricas de envases de atún. Hoy día hay decenas de fábricas de harina de pescado. Todo ha cambiado enormemente. La vida es carísima…Yo quiero reflejar este enorme cambio en mi novela, y mostrar quienes y cómo se han beneficiado o perjudicado con esta fabulosa industria. Tú sabes, Tomás, el Perú es en el mundo el primer país en la industria pesquera, superando varios años seguidos al Japón. ¿Qué ha pasado con los hombres que han hecho posible, con su trabajo, este millonario “record”? (Se nos vienen , incontenibles , a la memoria unos versos de Bertolt Brecht: “¿Quién edificó Tebas, la de las siete puertas?/ En los libros figuran los nombres de los reyes/ ¿Los reyes arrastraron grandes bloques de piedra?/ ¿Y quién las tantas veces destruida Babilonia / pudo reconstruida una y otra vez?/ ¿En qué casa de Lima, la dorada, vivían / lo que la hicieron?/ ¿A dónde fueron los albañiles/ de la Muralla China cuando estuvo terminada?”). Hablamos, por último, de las lecturas que han influido en su formación: la novelística rusa del siglo XIX. -En la novela rusa he encontrado la mejor descripción del mundo andino. El “mujik” es muy parecido a nuestro campesino de la sierra. Hay un relato de Korolenko que me fascina, El sueño de Makar. Luego tratamos de la literatura hispanoamericana. El primer nombre que cita es Rulfo. Seguidamente menciona a Sábato, a Asturias, a Carpentier. El siglo de las luces lo ha deslumbrado. A Ribeyro y a Vargas Llosa los considera en el grupo de los “grandes”. -Don Segundo Sombra me impresionó tremendamente cuando lo leí por primera vez. (Ahora yo soy el impresionado por una frase de Arguedas): -El Tungsteno, la novela de César Vallejo, la leí de un solo tirón, solemnemente, de pie, en el antiguo patio de letras de San Marcos. -Si tuviera que escoger uno de sus cuentos, ¿cuál sería?>(No les fácil responder. Lo saco del apuro contándole que en la revista “Letras” de San Marcos se va a publicar un ensayo sobre Warma Kuyay, escrito por una estudiante post-graduada chilena, Paulina Matta de Rodríguez. Sí Warma Kuyay acompaña siempre a José María. Y de este modo, entre recuerdos de sus primeros relatos, hablando de Chile y de sus próximos personajes a quienes estima amigos fraternos, terminamos nuestro diálogo cordial).

2 comentarios:

Luis Alburqueque dijo...

Wao.

Argenio dijo...

Asuuu ... yo siempre pensé que para Arguedas, su obra Los Ríos Profundos, era la más significativa por relatar parte de su infancia, y por el arraigo a sus orígenes que significa.