22.6.10
Poema de Raùl Zurita
El poeta chileno Raùl Zurita, lo conocì en Lima la primera vez que vino por un encuentro de escritores organizado por la Universidad de Lima y impulsado por el difunto y gestor cultural Jorge Cornejo Polar. Luego nos vimos en Los Estados Unidos, Mèxico y Madrid. Aquì un poema leìdo en Casa de Amèrica.
SORPRENDENTES carnadas llueven del cielo.
Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo el
océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro.
Sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. Hubo
un amor que llueve, hubo un día claro que llueve
ahora sobre el mar.
Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día
claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor,
ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas
carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.
Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de días
claros, de amores que no alcanzaron a decirles.
El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que
llueven y de días claros pegados a ellas, se dice de
amores inconclusos, de días claros e inconclusos
que llueven para los peces en el mar.
SE oyen días enteros hundiéndose, se oyen extrañas
mañanas soleadas, amores inconclusos, despedidas
truncas que se hunden en el mar. Se oyen
sorprendentes carnadas que llueven pegadas de días
de sol, de amores truncos, de despedidas que ya
no. Se dice de carnadas que llueven para los peces
en el mar.
El mar azul y brillante. Se oyen cardúmenes de
peces devorando carnadas pegadas de palabras que
no, de noticias y días que no, de amores que ya no.
Se dice de cardúmenes de peces que saltan, de
torbellinos de peces que saltan.
Se oye el cielo. Se dice que llueven asombrosas
carnadas adheridas de pedazos de cielo sobre el mar.
OÍ un cielo y un mar alucinantes, oí soles
estallados de amor cayendo como frutos, oí
torbellinos de peces devorando las carnes rosa de
sorprendentes carnadas.
Oí millones de peces que son tumbas con pedazos
de cielo adentro, con cientos de palabras que no
alcanzaron a decirse, con cientos de flores de carne
roja y pedazos de cielo en los ojos. Oí cientos de
amores que quedaron fijos en un día soleado.
Llovieron carnadas desde el cielo.
Viviana llora. Viviana oyó torbellinos de peces
elevarse por el aire disputándose los bocados de
una despedida trunca, de un rezo no oído, de un
amor no dicho. Viviana está en la playa. Viviana es
hoy Chile.
El pez largo de Chile que se eleva por los aires
devorando las carnadas de sol de sus difuntos.
© Casa de América.
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