7.7.10

Fertilidad del amor. Paul Eluard

Fertilidad del amor Surrealista y comprometido, Paul Eluard, seudónimo de Eugéne Grindel, fue también un gran poeta amoroso. Un volumen bilingüe reúne ahora cinco recopilaciones con las últimas composiciones que el autor francés dedicó a sus mujeres. Por Luis Antonio de Villena. Vicente Aleixandre insistía en que los surrealistas españoles, al contrario que los franceses, nunca habían utilizado la “escritura automática”, para algunos el gran hallazgo del surrealismo con Freud: el libre fluir de la subconciencia. Releyendo a Paul Eluard (1895-1952) vengo a darme cuenta de que el mejor surrealismo francés tampoco usó, sin más, la “escritura automática” que en estado puro no pasa de ser un juego, como el “cadáver exquisito” o los poemas de Picasso. El mejor Breton, Aragon, y sobre todo Eluard usaron como Lorca, Cernuda o Aleixandre algo que puedo llamar “escritura automática controlada”. En ella las imágenes se trenzan sorpresivas y libremente, pero de acuerdo a un sentido del ritmo y de la forma (a la existencia de una voluntad artística) que ni la ausencia de puntuación, ni la frondosidad de esas mismas imágenes oníricas logra atenuar. Lo que aún es más notorio en la poesía amorosa, porque toda la imaginería desbordada, entonces, actúa (por utilizar un título de Lezama) como “fragmentos a su imán”. Es verdad que Eluard sigue siendo un poeta muy popular en Francia, porque ha sido musicalizado y cantado, y porque su faceta de poeta comprometido (alrededor de la Residencia, recordemos su célebre Liberté) se aúna poderosamente con un gran poeta del amor. Como Neruda, como el mejor Salinas, Paul Eluard es un poeta surrealista del amor concreto: Gala primero (que luego se fue con Dalí, sin dejar la amistad con Paul), Nusch después y finalmente Dominique, su último gran amor, hasta el final. En buena versión de Jesús Munárriz, estos Últimos poemas de amor –dedicados a las dos últimas mujeres y a la ausencia de Nusch, que falleció a fines de 1946-dan testimonio de una profunda voluntad amorosa, de un no saber vivir sin amor, porque la mujer amada se hace sinónimo de plenitud de vida. Escritos entre 1945 y 1951 (El Fénix, que es él renovado por Dominique)lo que le dice a ella –en Te amo-tiene valor totalizador: “Te amo por todas las mujeres que no he conocido/ Te amo por todos los tiempos que no he vivido…”.¿Qué más claro surrealismo que este que, luminoso o sombrío, lo lleva todo al campo de la pasión, incluida la ausencia? Es posible que algunos vean cierta monotonía en unos poemas que (aunque siempre impecables) están escritos con el mismo módulo, con la misma teoría, pero si ello fuese verdad se contrarresta con la asombrosa capacidad imaginaria de este Eluard maduro, que aunque ya no es el de Capitale de la Doleur-para muchos su más cerrado libro-no baja nunca la guardia. Hay cinco recopilaciones en este tomo, pero todas cabrían-insisto, luces y sombras, elegía también-en el título de la primera, todavía dedicada a Nusch. Una larga reflexión amorosa. Sólo con la lógica de la pasión, desesperada a veces: “Ella surgía del hombre/ Ynel hombre surgía de ella (…) Surgía de las infancias vagas/ De los más bellos sueños en espirales coloreadas/ Y de las realidades rígidas/ Jorobadas partidas blancas negras”. El surrealismo al servicio de la lógica amante en un poeta que del amor hizo todo o casi. Un importante, vivo recuerdo.

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