20.7.10

Max Beckmann. Pintor.

Max Beckmann En Holanda, “en medio de una ilimitada confusión del mundo” se hicieron terrible realidad para Max Beckmann las “visiones de vate apocalíptico” de las que habla en su diario. Sus pinturas de su exilio en Holanda (1937-1947), que fueron productivos, pese a los apuros económicos, la amenaza de ser llamado a filas en Alemania y un aislamiento humano inusual para un hombre que solía frecuentar los cafés literarios de Berlín, Francfort y París. Beckmann, a quien la República de Weimar en 1931 dedicó una sala en la galería nacional de Berlín, fue apartado de la vida pública en 1933. El 19 de julio de 1937, cuando escuchó en la radio el discurso inaugural de Hitler de la exposición Arte degenerado en Munich, donde colgaban varios cuadros suyos, supo que peligraba su vida. Tomó un tren a Ámsterdam, donde pensaba hacer escala en su camino a París, antes del traslado a Estados Unidos. Pero tuvo que permanecer en su exilio holandés hasta 1947. Considerado “ciudadano enemigo”, no se le concedía el visado para ir de profesor invitado a la universidad de St. Louis. En Ámsterdam trabajaba impulsado por la voluntad de contrarrestar la barbarie nazi con su pintura. Una tercera parte de su pintura se originó allí. Medio centenar de lienzos, cinco de los grandes trípticos; también acuarelas, bocetos a lápiz, litografías, dibujos a pluma y una selección de hojas con deslumbrantes ilustraciones del Apocalipsis. Tanto estas magnificas litografías coloreadas con acuarelas del Evangelio de San Juan, como los más modestos bocetos sobre la segunda parte del Fausto de Goethe, y, por supuesto, los múltiples cuadros con libros, lectores o citas literarias, revelan una afinidad con la literatura fuera de lo común. Beckmann fue un lector de amplios intereses, especialmente de mitología, filosofía oriental y gnosis, cuyo mundo simbólico le fascinaba. Pero también fue un escritor notable; una faceta redescubierta en los ochenta, cuando se publican en Alemania sus poemas y se representan sus piezas teatrales. La profunda correlación entre arte y literatura (e historia contemporánea) en su pintura se evidencia ay en el tríptico Tentación. La pieza fundamental de la muestra de arte moderno alemán –organizada en Londres de 1938 en protesta por la campaña de difamación del “arte degenerado”-,surgió de la lectura de La tentación de San Antonio de Flaubert, cuyo tema –las alucinaciones del hombre solo ante un mundo que se desmorona- representa su propia soledad. Beckmann anticipa en los países laterales la guerra y plasma su deseo de escapar por mar. En el lienzo central, sin embargo, representa a un joven sentado, atado de pies y manos, ante un cuadro, que contempla una modelo semidesnuda de cuerpo sensual. La privación de la libertad se expresa también con angustiante intensidad en “En el carromato de los artistas de circo” de 1940. La estrechez del espacio, la oscuridad que apresa las figuras reflejan el aprisionamiento que vivió el pintor en Holanda. Incluso en el sobrio autorretrato de 1944 transmite la trágica convulsión de la época. Un Beckmann soberano y petrificado nos observa con ojos fríos y penetrantes. Trasluce también la palpitante contemporaneidad de Beckmann, su inquebrantable sentido de la responsabilidad artística, como en el resto de los trabajos del exilio holandés. Entre los grandes pintores del siglo XX, Max Beckmann tal vez sólo se pueda comparar con Picasso, tanto por su inmensa fuerza creativa y su inconfundible, estilo figurativo como por su grandeza visionaria. Esta grandeza, sin embargo, ha tardado en ser reconocida por el gran público. Al contrario de Picasso o Klee, la trayectoria artística de Beckmann fue truncada por el fascismo alemán. Si hoy se conoce relativamente poco su extensísima obra, especialmente cuadros creados después de la toma de poder de los nacionalsocialistas, se debe a la anulación de la que fue víctima por los secuaces de Hitler.

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