18.10.11

El cielo a medio hacer.

El cielo a medio hacer
Tomas Tranströmer




Antonio COLINAS




Esta edición de la poesía de Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931), seguramente el poeta escandinavo actual más relevante, es una buena muestra de algunas de las claves decisivas para el creador de poesía y, sobre todo, de cuanto en éste se nos ofrece con autenticidad. A ello contribuye un texto -en apariencia mínimo por su extensión y engañosamente complementario-, que acompaña a esta selección de poemas: la autobiografía “Visión de la memoria” (1996). Es este texto y una de las palabras de su título -memoria- el que nos remite a una de esas claves primordiales del poetizar. En los ocho breves capítulos de esta autobiografía se nos ofrecen otras claves muy influyentes para el nacimiento de la memoria poética: los primerísimos recuerdos, la cultura... Y se cierra esa autobiografía mínima con la presencia de dos sencillos nombres: latín, Horacio. Vemos cómo en este texto se conforma la memoria del poeta y el nacimiento de la distinción que hará entre palabra, lenguaje y música que permanece.

Es esta música especial la que llena de vida sus poemas, y sirve a una realidad que nunca es “realismo”. Lo que cuenta es esa música, por más que rastreemos huellas de aprendizajes o magisterios (el de Horacio). Hay otro aspecto de la biografía de Tranströmer, más actual, que me parece revelador, especialmente para la poesía que escribe a partir de 1990, cuando sufre una hemiplejía que le hace perder la voz. Hay entonces un doble alejamiento de la palabra vana y un reencuentro con la música desde el silencio.

El traductor, Mascaró -que conoce al autor y nos entrega una muy humana semblanza de él- amplía, completa y revisa su versión Para vivos y muertos (Hiperión, 1991), y se nos recuerda también la gran labor selectiva y traductora de Paco Uriz, el gran propagador en español de la poesía nórdica. Hay grandes líneas muy vivas que marcan la poesía del poeta sueco -el surrealismo, la práctica del haiku, un impresionismo y una plasticidad muy suyos-, pero son estas últimas las que me parecen más significativas, por revelar mejor su voz. Como en una buena parte de los poetas escandinavos, la presencia de la naturaleza es un factor primordial en la configuración de tono y temas; pero me atrevería a decir que es la realidad la que va perfilando los sucesivos poemas de la selección. A veces, sí -pensemos en un poema como “Pájaros naturales”- es un amanecer de primavera y sus pájaros,los que desencadenan los primeros versos, pero llegan enseguida términos que nos remiten al vivo presente y que hablan de un tiempo libre de fáciles lirismos o ausencia existencial. De esa fusión entre el espacio natural y la vivencia presente brota el texto: “Fantástico sentir cómo el poema crece”.

Hablando del vigor y de la plasticidad de este poeta hay que pensar en la de un Dylan Thomas para encontrar esa revelación misteriosa y tan ricas imágenes. A veces, el poeta le da la vuelta a un tema manido (la noche) para encontrar ese poema que es tan suyo, y recorta el verso, y altera los sentidos del que lee.

La poesía de Tranströmer siempre posee fuerza, hondas raíces. Por eso incluso, al abordar la síntesis del haiku, salva la plasticidad iluminadora de la misma. Se derrame el verso en el largo poema de varias secciones “Báltico”, o en alguno de los poemas en prosa, o lo cincele con escueta brevedad, ahí nos esperan siempre la claridad y la fuerza tan suyas: “Mi ropa irradia/ un resplandor azul./ Solsticio de invierno./ Tintineantes panderetas de hielo./ Cierro los ojos./ Hay un mundo sordo,/ hay una grieta/ por la que los muertos/ traspasan la frontera”.

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