18.10.11
El último Nobel. Tomas Transtromer
De 17 POEMAS (1954)
CINCO ESTROFAS PARA THOREAU
Otro más abandonó el pesado
anillo de la ciudad de voraces piedras. Clara como la sal es
el agua que golpea todas las cabezas de
los verdaderos refugiados.
En lento remolino ha subido el silencio
hasta aquí desde el centro del mundo, a enraizarse y crecer
y con frondosa copa sombrear la escalera del hombre, entibiada
por el sol.
*
Negligentemente, el pie golpea una seta. La nube de tormenta
se agranda junto al borde. Como cuernos de cobre
las sinuosas raíces del árbol dan el tono, y las hojas
se dispersan temerosas.
La huida salvaje del otoño es su liviano manto,
flameando hasta que, otra vez, llegue la manada de días tranquilos
de helada y ceniza y bañen
las garras en la fuente.
*
Creído por nadie va el que vio un géiser,
huido de aljibe cegado, como Thoreau, y sabe
desaparecer en lo profundo de su verde interior,
astuto y esperanzado.
De SECRETOS EN EL CAMINO (1958)
SIESTA
Pentecostés de piedras. Y con lenguas crujientes...
La ciudad ingrávida en el espacio del mediodía.
Sepultura en luz hirviente. El tambor que acalla
los palpitantes puños de la eternidad cautiva.
El águila sube y sube sobre los que duermen.
Un sueño en que la piedra del molino se vuelve como el trueno.
Pasos del caballo con la venda en los ojos.
Los palpitantes puños de la eternidad cautiva.
Los que duermen cuelgan como péndulos en el reloj del tirano.
El águila planea, muerta, en las cascadas que fluyen del sol.
Y resonando en el tiempo -como el ataúd de Lázaro-
el ombligo que late, de la eternidad cautiva.
IZMIR A LAS TRES
Justo enfrente, en la calle casi vacía,
dos mendigos: uno sin piernas
es llevado en las espaldas del otro.
Estuvieron allí -como en un camino de medianoche un animal
queda cegado mirando fijamente a los faros del coche-
un instante y siguieron su camino;
se movían como muchachos en un patio de colegio,
rápidos sobre la calle mientras las miríadas de relojes
del calor del mediodía sonaban en el espacio.
El azul pasó resbalando por la rada, brillando.
El negro se agachó y encogió, observando, desde las piedras.
El blanco creció hasta ser tormenta en los ojos.
Cuando las tres de la tarde fueron pisoteadas bajo cascos
y la oscuridad palpitaba en la pared de la luz,
la ciudad se arrastraba a las puertas del mar
y relucía en el prismático del buitre.
De PRISIÓN (1959)
NUEVE HAIKUS
(Nueve haikus del hospicio de jóvenes Hällby, 1959)
Se juega al fútbol;
confusión, la pelota
va sobre el muro.
*
Ruido se hace
para espantar el tiempo,
para apurarlo.
*
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