20.4.12

Entrevista a Domingo de Ramos

ENTREVISTA A DOMINGO DE RAMOS


Poeta integrante del Movimiento Kloaka

Taller de Investigación, FAU, PUCP por Luz Karen Vila Solier



K.V.: Con respecto a la intención de rebeldía en los poemas, el sentimiento contestatario que se impregna, ¿cómo lo ves?

D.R.: Pero eso no es a propósito, no es adrede, no es que uno lo planifique, lo desarrolle y lo enfoque como tal. Eso salió por una rabia interna que uno tiene, y siempre la va tener, pero no va a manifestarse de forma objetiva ni racional. Para mí la poesía social no me interés para nada, lo que yo hago es desde mi trasfondo interior expresarlo con plasticidad, con arte porque eso es lo que va trascender y como golpear al lector, cómo llevarlo al lector, como envolver al lector, eso es lo que me interesa, otro objetivo no tengo. Objetivos políticos, es cuando soy una persona civil, con DNI. Yo soy una especie de esquizofrénico que me divido, uno cuando escribo y otro cuando soy un ciudadano.



K.V.: ¿Pero de todas maneras este otro sujeto que escribe está influencia por la otra persona, por sus vivencias?

D.R.: Claro que sí. Pero yo tengo otra perspectiva, yo leo poesía de todo nivel, de toda clase, de todos los países y leo poesía de escritores reaccionarios a mi propio proceso político, como Borges por ejemplo.



K.V.: ¿Y en los años 80 cómo creías que era la ciudad, como la vivías, como la sentías?

D.R.: Era un tremendo caos, pero me acostumbré a vivir en ese caos, me gustaba, porque tenía una estética muy underground y esa forma de marginalidad que tenía permitía hacer cosas en libertad, no teníamos normas ni nada por el estilo, eso era lo que me gustaba más.



K.V.: Tú en los años 80 escribías en San Juan de Miraflores y venías al centro a deambular.

D.R.: Sí, sobre todo a retroalimentarme, porque yo escribía en mi casa. Yo venía para saber, para nutrirme de nuevas experiencias, para saber para intercambiar libros con los amigos, para estar en grupo y hacer activi¬dades. Pero a mí me gustaba el caos, me gusta la ciudad de Lima que precisamente refleja ese espíritu, pero también le tengo cierto rechazo a algunas cosas. Y me puedo considerar un limeño, mejor dicho soy un alimeñado, porque no soy de acá dado que desde los 5 años vine a vivir a esta ciudad. Yo nací en Ica.



K.V.: Y durante ese tiempo que has vivido en Lima hasta ahora que sentimiento tienes de las personas? ¿Son indiferentes, deshumanizados? ¿Cómo ha sido el proceso de vivir con los limeños?

D.R.: Hay de todo, pero yo he sentido más bien cariño, respeto y reciprocidad no al sistema sino a la gente con la cual yo me he vinculado y desde ahí no me ha ido mal.



K.V.: Entonces el conflicto es más con el sistema

D.R.: Claro, con el sistema. Y me parece que eso también se traslada a lo que escribo, ese “irse contra todo” contra esas formas de entender la vida política, de entender el concepto ideológico, de comunicarse e integrarse.



K.V.: Tienes un conflicto con el poder entonces, pero si te vinculas bien con la gente que no lo tienes.

D.R.: Si, claro, eso es un poco la idea. Aunque la gente se deba a ese sistema porque vive en ella.



K.V.: ¿Dentro del MK y su exploración por lo marginal qué empezaste a descubrir que no habías visto antes en Lima?

D.R.: Yo creo que las cosas siempre han existido, siempre existían. Creo que el poeta lo que hace es llevar lo que ya existe lo lleva de la invisibilidad a la visibilidad y viceversa con la magia de las palabras. Yo he sacado ese lado oscuro en frente, y creo que es eso más que descubrir, es exponerlo. Hay otra forma de descubrir las cosas los fenómenos y situaciones que nos suceden a diario, mediante la poesía uno descubre las cosas como si fuera su primera vez, planteándolo al lector, a alguien más que quiera descubrir lo que yo he descubierto, aunque eso haya siempre estado ahí poniéndolo en su real dimensión. Eso que para el común de la gente no lo ve le es invisible, para mí es importante y lo saco a relucir, y es finalmente lo que el otro quien lo descubre conmigo, al interactuar, al leerlo en un libro y supongo que luego sacará sus propias conclusiones.



K.V.: ¿Existe también los que aparecen los personajes subtes verdad? ¿Cómo fue tu relación en esa época con los personajes subterráneos?

D.R.: Fue buena, existía una reciprocidad porque nos reconocieron como antecesores de ellos. Sin nosotros ellos no hubieran procesado el desarrollo que tuvieron con la música, sobre todo con la letra. Pero claro nosotros hemos mandado manifiestos, hemos planteado cuestiones políticas, entonces ellos siguieron algunas de estas pautas.



K.V.: Otra de las cosas que aparece también en Arquitectura del Espanto es la referencia a personajes marginales específicos y también la ironía, como en la referencia a Huamán Poma de Ayala ¿Este senti¬miento de la ironía es como la rebeldía al sistema?

D.R.: Sí, es así. Hay esa ironía en ese poema sobre todo, que resucito a alguien como Huamán y después lo con temporalizo, lo pongo actual con todos los defectos de un contemporáneo, como yo lo puedo percibir en un pata de barrio, y hago que deambule por la ciudad.



K.V.: También aparece la muerte, en distintos momentos y escenarios ¿Desde la voz poética, para ti que significa la muerte? ¿Es un solo suceso o muchos sucesos que se van acoplando?

D.R.: Yo creo que al escribir sobre la muerte es como exorcizarla, le temo menos y la enfrento y la asumo como algo natural. Porque yo tengo muchos problemas con respecto a la muerte, al qué pasara después, no logro entenderlo, y para no tenerlo de esa forma lo exorcizo y por lo tanto lo asumo, lo llevo a corporizar la muerte, lo corporizo con las palabras. Yo finalmente en este ámbito soy como un dios, y puedo hacer con la muerte lo que me da la gana y para no tenerle miedo, para no respetarlo mucho, es que lo nombro y lo invoco. Yo de muy joven siempre he tenido una obsesión con la muerte, del qué será después de la muerte y no tenía sentido porque tenía 15 años y recién estaba supuestamente aprendiendo a vivir.



K.V.: Otra de las cosas es el recorrido en el caos de la ciudad, de tratar de perderte, de no recorrerla linealmente ¿ Por qué existe está intención de querer estar perdido en la ciudad, no tomar solo un camino?

D.R.: Yo creo que quería buscar un camino y me perdía adrede para buscarlo. Tenía ese sentimiento de la desubicación, como ahora se puede decir ni con GPS me encontraban, yo quería perderme para encontrarme otra vez, por eso he recorrido varias veces esos sitios, porque cada vez que lo recorría descubría nuevas cosas, por eso era interesante esa forma de perderse.



K.V.: ¿cómo percibías la escala de la ciudad en esa época?

D.R.: Desde que era un niño me parecía un monstruo, muy grande. Porque donde yo vivía no había edificios, había casas de un piso nomás y las esteras al fondo y los cerros. Entonces cuando venía al Centro de Lima la veía grande, y muy fría, la gente era muy indiferente. Y de niño esa también era mi percepción, que me podía perder irremediablemente y estaba muerto de miedo y sentía un desasosiego total, iba a morir, que es una obsesión y sigue siéndolo, por eso la ciudad es una constante en mi poesía hasta ahora. La dimensión que tenía Lima era kafkiana, como Kafka ve un castillo, lleno de laberintos, de donde salen cosas inesperadas. Un laberinto lleno de sorpresas. Pero ya de más adulto entendí a Lima, comencé a integrarme y como opción estética también, eso es lo que me atrae mucho de Lima.



K.V.: Este sentimiento de Lima como proceso, que entendías ¿En qué momento crees que estás de ese proceso de conocer Lima? ¿Cómo diferenciarías esta ciudad que has vivido en los 80, que te inspiro para hacer Arquitectura del Espanto de la ciudad de ahora?

D.R.: Hay un cambio muy dramático. Ya no es la misma que conocí, y me produce cierta nostalgia. Esta Lima que vivimos es muy neoliberal, es muy ajena a esa poesía estética que yo he vivido antes, porque rompe con todo, ya no está lo antiguo, se están cayendo a pedazos, hay demasiados edificios intrusos que rompen la perspectiva. Eso no sentía antes en Lima.



K.V.: Otra cosa que aparece es que te diriges a otro o a otra ¿quién es o qué es?

D.R.: Sí, es que a veces feminizo a la ciudad, entonces como la feminizo siempre peleo con las mujeres, me peleo con Lima a través de ellas. Al ponerla en ese género femenino no es fácil la convivencia, se vuelve más caótica y desordenada al reflejarlas en un libro de poesía. Y se convierte en una relación de odio y amor a la vez.



K.V.: Hay también un escenario detrás entre paréntesis verdad ¿es un código para el contexto?

D.R.: Sí, como si fuera un narrador de alguna forma. Describo primero una atmósfera, y como me muevo y como empiezo a hacer esa parte voy introduciendo a un personaje o varios personajes que dialogan entre si, y llegado a este plano ya escribo como poeta.



K.V.: ¿Esta relación antisistema como la viviste en la ciudad en aquella época?

D.R.: Sí, por mi formación de izquierda (que obviamente es una parte importante de mi formación) que ha trascendido hacia mi escritura, con una estética urbana, con propuestas desde la literatura, no desde una consigna política, y es lo que me hace un antisistema.



K.V.: ¿Tú militabas desde tu poesía?

D.R.: Sí, yo militaba desde la poesía pero no para hacer panfletos políticos sino una escritura comprometida con la poesía.



K.V.: Aparece mucho el silencio contrapuesto con la bulla de la ciudad ¿Cómo vivías esto de un momento de sentirte solo con la indiferencia de las personas o lo otro?

D.R.: Yo buscaba el caos, en realidad, buscaba la actividad, el ruido, con sus correspondientes silencios.



K.V.: ¿Entonces fue una intención más de contraste, de tener un escenario para que el otro sobresaliera?

D.R.: Sí, claro por ejemplo donde yo vivía no existía ese caos. Ahora el hecho de trasladarme de mi distrito al Centro de Lima, ese era como ascender o descender a los infiernos al estilo dantesco. Venía de una especie de campiña armónica de cerritos de colores donde no estaba invadido todavía, porque ese tiempo se alfombraban los cerros y se ponían verdes en invierno y amarillos en primavera, de ahí iba al centro donde no había nada absolutamente. Obviamente se producía un cambio, de perspectiva, de naturaleza, de atmosfera, de ambiente, eran completamente diferentes, de la pasividad iba al caos.



K.V.: Otra relación es la de conflicto entre la gente subte y la policía ¿Es una especie de retrato del momento

en el que se vivía?

D.R.: Claro, había siempre el temor y el miedo, he vivido con los toques de queda con gobiernos militares como el de Morales Bermúdez, luego en la democracia formal con el corrupto gobierno aprista de Alan García. En esos tiempos solíamos salir en grupos y rompíamos con el toque de queda y aparecíamos en la comisaría, había redada y nos agarraban ebrios o sobrios para al día siguiente salir y volver hacerlo nuevamente.



K.V.: ¿Existía un sentimiento de combatir verdad?

D.R.: Sí, había un sentimiento confrontacional, y de subversión.



K.V.: Hay también una transformación y maltrato del cuerpo por parte de los policías, pero que no afecta al espíritu ¿Para ti tu cuerpo es como algo sólo exterior, que no tiene que ver mucho con la relación que llevas con la ciudad o también ha sido un miedo para esta relación?

D.R.: Yo creo que usé el cuerpo para conocer la ciudad, porque en mi proceso interior había una armonía y el cuerpo expresaba un caos, y el cuerpo al expresar ese caos se mimetizaba con la ciudad, yo use ese cuerpo para entrar y penetrar en la ciudad y entenderla. Y el conflicto era interior, eso nunca murió ni ha muerto, persiste porque es muy profundo.



K.V.: Hay mucho de soledad también en los poemas ¿siempre has tenido este interés?

D.R.: Si, el libro está escrito desde la soledad. Yo no elegí a la soledad, la soledad me eligió a mí, de cualquier forma ese tema se instalo sin que yo pudiera evitarlo. Entonces cuando yo quiero la soledad es para escribir, aunque también estaba allí en otras cosas había soledad amical, familiar, había mucho desamparo, y es eso lo que se refleja en mi poesía.



K.V.: En los últimos poemas, las voces cambian y una llega a ser maternal y la otra desde un hijo ¿Estas son también voces urbanas, que han vivido la crueldad de la ciudad?

D.R.: Si, son voces de la ciudad y que están dentro de esa crueldad que un sistema alienado te da.



K.V.: También existe el tono frustrante ¿en qué momento de tu relación con la ciudad sentías esa frustración?

D.R.: En momentos de crisis, de confrontarme con todo porque las cosas no cambian y siguen igual. Eso es frustrante. La realidad es frustrante. Los sueños que uno tenía para cambiar o incendiar el mundo no se dan, no se realizan, y creo que la forma es a través de la palabra, de la poesía o con el arte es descubrir que efectivamente esta ciudad te quita y también te da. Sólo mediante el arte y la ficción cambias esa realidad que es una paralela a la que vives. Con el arte y la poesía vas a otra dimensión.



K.V.: También vivías la ciudad de noche ¿era distintas? ¿tú venías de SJM y te quedabas toda la noche?

D.R.: Sí, claro venía temprano y me quedaba toda la noche oculto bajo la sombras de los bares y no salíamos de ahí hasta el día siguiente. Cuando uno salía afuera, había un sol horrible que te molestaba y te hacía volver abruptamente a la realidad que estabas esquivando.



K.V.: Hay también mucho la presencia de los bares ¿Siempre visitaste y te sentiste identificado con los bares?

D.R.: Sí, yo creo que si hubiera querido tener una biblioteca, el bar hubiera sido una biblioteca humana, andante. El bar sería para mí una especie de templo donde hago amistades, donde leo, me informo y donde descubro cosas. Me entero de cosas interesantísimas, noticias que in situ todos los que están reunidos comentamos como de movimientos tanto sociales como artísticos, cine, arte, eso es interesante en la compañía de los amigos comunes que nos informaban de todo. Porque si hubiera estado encerrado en mi casa no sabría nada.



K.V.: El bar es uno de los espacios interiores dentro de esa ciudad exterior que tu recorrías ¿te hacían descubrir cosas de la ciudad sin estar en ella probablemente?

D.R.: El bar sería como una especie de pascana de un caminante o viajero, que camina y encuentra un sitio, una posada, eso era para mí. Yo era un caminante urbano, entonces los bares me daban la posibilidad de ver y pensar otras cosas, relacionarme con mis amigos. Como te decía intercambiamos información sin necesidad de estar presentes en los hechos que se sucedían a diario por las calles.



K.V.: Otros espacios que aparecen son los hoteles y los burdeles, que caracteriza a este uso que tiene la ciudad de las personas.

D.R.: Lo que eran los burdeles, mis amigos hablaban de eso, yo no he pisado mucho los burdeles, pero me gustaba mucho las historias que mis amigos me contaban de los burdeles, era un sitio muy tabú en ese entonces. Por eso me atraía, más que ir a los burdeles, entonces lo traigo a la escritura para darle mayor connotación.



K.V.: Otra cosa que aparece es lo de los personajes migrantes, como una referencia implícita de las barriadas de Lima ¿Tú conociste esas barriadas y a los personajes?

D.R.: Eso me venía por antonomasia, porque yo pertenezco a esa parte de la historia. Pero también me diferenciaba ya que supuestamente soy un intelectual o como se llame el tener el privilegio de ingresar a una universidad y ser un letrado y estar entre dos mundos además mi casa no era de estera, era de material noble y no en una invasión. Pero si me interesaba porque de una u otra manera tenía contacto con ellos, por familiares o amigos de mis familiares, y también por formación política (ya que nuestras actividades lo hacíamos en esas zonas) y tenía noticias de los que vivían ahí de lo que se hacían ahí, cómo son sus costumbres y de su lengua que no era la mía pero que escuchaba todos los días.



K.V.: También aparecen mucho los personajes proletarios, que tienen que trabajar mucho para sobrevivir en esta ciudad ¿cómo te interesó este tema?

D.R.: Porque yo mismo lo vivía, yo vivía al día y creía que esta clase social iban a ser la revolución e iban a liderarla pero en mi poesía son seres marginales con mucha rabia. Había algo de Los olvidados de la película de Buñuel. Quería de todo corazón entregarme a su causa y trataba de proletarizarme lógicamente eso era mi utopía y eso hacía que mis compromisos con mis parejas se hicieran difíciles y frustrantes porque yo no mostraba mucho interés en los bienes terrenales.

Por otro lado esa actitud me hacía muy independiente. Vivía al día, y no me interesaba trabajar 8 horas, ni trabajos formales, porque pensaba que no me iban a ayudar a crecer interiormente ni a mi libertad para poder estar a donde quiera. Trabajar cansa decía el poeta Césare Pavese.

1 comentario:

Pablo Salazar Calderón dijo...

Paja esta parte:

"K.V.: Otra de las cosas que aparece también en Arquitectura del Espanto es la referencia a personajes marginales específicos y también la ironía, como en la referencia a Huamán Poma de Ayala ¿Este senti¬miento de la ironía es como la rebeldía al sistema?

D.R.: Sí, es así. Hay esa ironía en ese poema sobre todo, que resucito a alguien como Huamán y después lo con temporalizo, lo pongo actual con todos los defectos de un contemporáneo, como yo lo puedo percibir en un pata de barrio, y hago que deambule por la ciudad."

Domingo, ¿Dónde consigo la Arquitectura del Espanto?

Me parece interesante ese sujeto poético que deambula por la ciudad como un flaneur, pero a tu estilo.