7.5.10

El cisne de Charles Baudelaire

El cisne de Baudelaire J.L.L. Es posible que el comentario de un poema nos dé la clave de la vida, de los pensamientos secretos de un poeta. Leemos El cisne de Baudelaire. El poeta pasea por un barrio de París y recuerda otro paseo hecho hace tiempo por el mismo lugar. París a cambiado. El aspecto de una ciudad –piensa el poeta- puede cambiar más pronto que un corazón humano. Allí ahora es el nuevo Carrousel, se levantaban numerosas barracas, negocios sórdidos, se acumulaban trozos de mamposterías, capiteles de columnas teñidos por el verdín de los charcos. En ese bric-á-brac lamentable y confuso, estaba instalada una ménagerie. Y el poeta vio una mañana (a la hora en que el trabajo se despierta, cuando las mujeres levantaban con sus escobas un huracán de polvo que se remontaba al cielo frío) un cisne escapado de su jaula, que con sus pies palmípedos frotaba el piso duro y arrastraba su plumaje por el suelo. Cerca de un arroyo seco abría el pico, bañaba nerviosamente sus plumas en el polvo y decía (parecía decir, con el corazón lleno de recuerdos de su lago natal): “¿Cuándo lloverás, agua? ¿Cuándo has de tronar rayo?” Je vois ce malheureux, mythe étrange et fatal- dice Baudelaire-.”Veo a ese desdichado, mito extraño y fatal, a ratos, hacia el cielo, como el hombre de Ovidio, hacia el cielo irónico y cruelmente azul, tender su cabeza ávida sobre el cuello convulso, como si dirigiera sus reproches a Dios.” El cisne sediento, que arrastra su blanco plumaje por el polvo, constituye un mito para Baudelaire. Un mito extraño y fatal. Pueden encontrársele correspondencias con el albatros, que pudo ver algunas vez durante su viaje hacia oriente. A veces, para divertirse, los marineros suelen cazar albatros, grandes pájaros de los mares, que siguen a los navíos deslizándose sobre las olas con un planeo majestuoso. Pero en cuanto los arrojan sobre la cubierta, esos reyes del cielo, torpes, avergonzados, aflojan lamentablemente sus grandes alas blancas que arrastran a sus costados como remos inútiles. El poeta busca imágenes de los desterrados. El cisne desterrado del lago. El albatros desterrado del cielo. El POETA desterrado de la vida que quisiera vivir. Otra vez se ha comparado a las aves de alto vuelo en el poema Elevación. El poeta, tan buen nadador de los altos cielos, tan volador de los espacios ilimitados, se siente torpe en la vida de todos los días, como el cisne en secano, como el albatros inválido. Este del cisne podría llamarse el poema de los destierros. Comienza con una invocación clásica. Andromaque, je pense á vous!...”¡Andrómaca, pienso en ti!”Ese pequeño río, pobre y triste espejo en que antaño resplandeciera la inmensa majestad de tu pesar de viuda, ese Simois fingido que crece con tus llantos, de pronto ha fecundado mi memoria”… Esta referencia virgiliano que parece reclamar el comentario, ya que entre nosotros es fácil hacer gala de que estamos olvidados de los libros clásicos. Andrómaca es la figura femenina más importante de la Ilíada. Todos recuerdan la despedida de Héctor y Andrómaca (una de las escenas más patéticas de la literatura universal) cuando el pequeño Astianax llora asustado por el atavío guerrero del padre y Andrómaca sonríe a través de sus lágrimas. Andrómaca figura entre las mujeres de la ciudad conquistada, que han de repartirse, como un vil ganado, ante los vencedores. Andrómaca le toca en suerte a Pirro, hijo de Aquiles, y su hijo es arrojado desde lo alto de las murallas de Troya. Pero la continuación de la historia está en el canto tercero de la Eneida, de Virgilio. Pirro ha muerto y su esclavo Heleno ha heredado sus tierras y su concubina. Heleno es un hermano de Héctor. Pero mientras Héctor prefirió morir peleando. Heleno se dejó tomar prisionero. Cuando heredó a Andrómaca, se quedó a vivir con ella en el Epiro. Heleno y Andrómaca parecen una pareja de sombras. Es fácil adivinar que no existe amor entre ellos, pero lo une los recuerdos. Al fin y al cabo Heleno es troyano. Y han edificado, para alimentar sus sueños, una imitación de Troya. Los dos pequeños arroyos que pasan junto al poblado llevan los nombres de los ríos de Troya: Simois y Janto. Las puertas de la aldea llevan los mismos nombres de las puertas de la ciudad antigua. Cerca de un bosque han levantado un túmulo en honor a Héctor. Allí Andrómaca, junto a la tumba vacía, a orillas del fingido Simois, derrama sus lágrimas y refleja la majestad de su dolor de viuda. Porque Andrómaca ha vuelto a ser la viuda de Héctor más que la mujer de Heleno. Es una desterrado de sus recuerdos. Por eso Baudelaire, al recordar al cisne sediento, desterrado de su lago nativo, se ha acordado también de Andrómaca. Andrómaca, pienso en ti… La mitología clásica es como un suntuoso tapiz tejido con los sueños de la humanidad a través de unos cuatro mil años. En él se representan las andanzas, los amores de los dioses, las hazañas de los héroes; historias de belleza trágica o de gracia picante. Es como una humanidad imaginada que nos ha dado de regalo, que se lamenta o se alegra, y con el cual podemos confrontar y aquilatar nuestros propios dolores y alegrías. En la tragedia de Shakespeare, Hamlet, cuando los cómicos entran al castillo de Elsinor, uno, para dar muestras de sus habilidades, representa los dolores de Hécuba (Hécuba, que aparece en las Troyanas, la madre de Héctor, la suegra de Andrómaca). Y posesionado de su papel, el actor llora. Entonces Hamlet, que está luchando con su propio dolor, parece indignarse: ¿Qué le importa Hécuba?-dice-. ¿Y qué tiene que ver con Hécuba para que llore por ella? ¿Pero es que hay dolores ajenos?-podría contestársele-,¿o hay un mismo dolor universal por el que todos lloramos, o quisiéramos llorar, o deberíamos llorar? Mucho nos importa Hécuba o Andrómaca, y tenemos muchas razones para llorar por ellas. Hamlet quiere llorar por su padre muerto y también por su madre, que ha contraído una segunda nupcias, según él apresuradas e indignas. Pero ¿no es eso llorar por Andrómaca? ¿Y no hubiera sido ése el dolor del pequeño Astianax, si hubiera vivido, al ver que su madre, la mujer de Héctor, pasaba a poder de otro? El pequeño Astianax murió, arrojado desde lo alto de las murallas. Pero Hamlet vive. Y vive Baudelaire, que se cree otro Hamlet y cree tener motivo para llorar con las mismas lágrimas. Andrómaca se nos convierte, de pronto, en la madre de Baudelaire. Y el símbolo del cisne-mito extraño y fatal-se va ampliando. Lo mitológico (que podría haber sido retórico o vacío) se vuelve vital. El cisne es Andrómaca. Pero Andrómaca es la madre. Toda la estética y toda la ética de Baudelaire podría resumirse en este poema El cisne. Porque por encima de su afán de asombrar, por encima de su despliegue de imágenes horribles o repugnantes, por encima de su postura romántica de poeta maldito, de sus letanías demoníacas, Baudelaire puede considerarse el poeta del destierro, el poeta de los desterrados y (como se explica más claramente en El albatros) de los desterrados del cielo, inhábiles y ridículos en la vida terrestre. En este sentido, Baudelaire es un poeta de directa ascendencia platónica. En varios diálogos de Platón (a pesar de que fue un gestor e insidioso propagandista del destierro de los poetas) se nos explica la vida humana como un destierro. Particularmente en Fedro, o de la belleza , hay pasajes cuya cita es casi imposible de omitir al tratar de comprender en su esencia los poemas de Baudelaire. Dice Sócrates en su discurso al joven Fedro: “Cuando un hombre percibe las bellezas de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar; pero sintiendo su impotencia, levanta como el pájaro sus miradas al cielo, desprecia las ocupaciones de este mundo y se ve tratado de insensato.”

2 comentarios:

Anna dijo...

Tout est dit...

Anónimo dijo...

Me parece un comentario esclarecedor y sugerente. Enhorabuena. Pero, por favor, corrija usted la feísima falta de ortografía en "París a cambiado" (línea 3), porque le quita toda la seriedad y respeto a un ensayo que lo merece.
Pedro GM.