31.7.10

Otra de André Comte

El amor no existe. La poesía tampoco. El alma no existe. Lo que quiere decir: el amor, la poesía, el alma...no nos vienen dados hechos. Hay que hacerlos. No se tiene el amor en sí como se posee un mueble o el dinero. La inspiración no llega como un virus: no se es poeta del mismo modo en que uno se agripa. Tampoco tenemos un alma como tenemos un cuerpo (no se esun alma como se esun cuerpo). El amor, la poesía y el alma no existen, pero se inventan; y no como el teléfono o la televisión que, apenas inventamos, son objetos. El amor, la poesía y el alma no tienen existencia objetiva. Por eso siempre podemos negarlos: en un poema no ver más que lenguaje (en el mejor de los casos: versificación), en el amor más que deseo, en el alma más que cuerpo. O mejor: todas estas reducciones tienen su parte de verdad, que da la razón al materialismo. Pero lo que estas negociaciones expresan, no es nada de lo que es negado, sino la incapacvidad de quienes niegan. Sólo hay poesía para los lectores-poetas; s´olo hay amor para los amantes, o para quienes lo fueron; sólo almas... El amor, la poesía y el alma no existen. Pero los poetas, los hombres dotados de grandeza de alma y los amantes sí existen, ¡y nosotros lo sabemos! ¿Y Dios? Tampoco él existe. ¿No lo negaremos acaso como negamos el amor o la poesía: por la incapacidad de amarlo? Ciertamente no. Porque el amor y la poesía, al igual que el alma, son invenciones del hombre. Los crea quien puede. Pero hacer de Dios una invención humana (lo que, en efecto, pensamos que es, y, bajo este aspecto, respetable) equivale a negarlo en tanto que divinidad. Dios es creador no podría ser creado. Por conmsiguiente: si Dios no existe, no es culpa nuestra. Mientras que si la poesía no existe... Así pues, el místico es un poeta al revés: ¡da gracias a su canto por haberlo creado! El poeta, al contrario, es un místico al derecho: cree en lo que hace. Su fe es la creación. Al comienzo era la página en blanco. Y el inmenso caos del lenguaje.

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