18.4.12

Wallace Stevens poeta

Harmonium

Wallace Stevens





Luis Antonio DE VILLENA


Aunque desde 1974 existen antologías de la poesía de Wallace Stevens, como la magnífica que tradujo en Argentina Alberto Guirri, y aunque es sabida la influencia de Stevens en buena parte de nuestra poesía novísima, resulta curioso que aún no estuviese traducido al completo el primer libro (1923) del poeta norteamericano, uno de los más bellos y característicos de su producción y con el que alcanzó su voz propia.

Harmonium es el inicio de una larga búsqueda, la del propio Stevens, en la belleza y los sentidos, íntimos y externos, de la poesía como ficción suprema. Pero, menos intelectual de lo que será luego, Harmonium nos presenta a un refinadísimo poeta, que aún se columpia entre la imagen y la idea, y que no ha decidido todavía enteramente la prioridad de una u otra.

Como dice el traductor en su breve prólogo “Stevens es un poeta romántico”. Entre otras cosas, porque confía en el poder de la imaginación para ir más allá de la vida. Y lo que intenta Harmonium es mostrarnos, líricamente, toda la vida de sensaciones e imágenes, toda la vida mental y quimérica, que queda fuera de lo que llamamos vida. En Harmonium hay ecos aún del imaginismo anglo-norteamericano, por el que Stevens sintió juveniles simpatías. Pero hay mucha mayor herencia del Simbolismo francés. Poeta afrancesado Stevens nunca negó su vinculación con todos los hijos de Baudelaire, hasta llegar por supuesto (coincidiendo con Eliot, aunque de distinta manera) a Laforgue, otro ingrediente vanguardista, junto al imaginismo.

Pero lo que encanta en Harmonium -tanto en sus más fáciles y refinados poemas breves como en los largos y de más enjundia- es su peculiar tono de belleza idealizada, su timbre, su ritmo, y su nostalgia por una poesía del esplendor, nunca negada a la inteligencia. Como poeta de la modernidad, Stevens no podía dejar de ser intelectual o metapoético; como poeta a secas, fue un adorador de la imagen bella. “Metáforas de un Magnífico”, hasta el cambio y la exquisitez.

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