28.5.10

El enmascado Fernando Pessoa

En papeles costrosos que guardaba en el bolsillo escribía donde le sorprendía la inspiración, en los despachos comerciales, al pie de la cazalla en el café, en un banco de una calle, en su casa, de noche, de madrugada, siempre a cualquier hora. Por Manuel Vincent. Antes de destruirse del todo, en la época en que tuvo un alcohol más sosegado, Fernando Pessoa se ganaba la vida como traductor de inglés en algunos despachos comerciales. Con un horario anárquico entraba y salía de las oficinas de Lavado y de Mayer, situadas en la Baixa de Lisboa, y allí tecleaba con una máquina anquilosada la correspondencia mercantil, original y copia, sin hablar con nadie, un oficio que le dejaba tiempo para escribir a lápiz fragmentos de poemas en la misma mesa de trabajo. Hay que imaginarlo con sombrero, pajarita muy rosada, bigote espeso, los lentes ovalados sin montura pinzados en la cepa de la nariz cruzando la Rua de Prata, hecho un dandy ya un poco descalabrado, en dirección al café A Brasileira, donde solía a verse con otros escritores y periodistas bohemios, día y noche. Bebía con ellos. Hablaba de proyectos literarios nunca realizados y volvía al trabajo o se iba a la cama. Los camareros sabían los gustos de su hígado. Nada de whisky o de cerveza. Simplemente cazalla, un aguardiente duro que llega más al alma de los poetas para calentar sus sueños. En esta época, con 25 años, en el café, el café A Brasileira, la del Chiado o la del Rossio, era un eje de humo, que hacía girar una rueda dentada. “Animal, mamífero, placentario, megalómano, con rasgos dipsómano, poeta, con vocación de escritor satírico, ciudadano universal, filósofo idealista. Soy un degenerado superior”. Así se definía cuando estaba muy borracho. Pessoa había nacido en Lisboa, en el número 4 del Largo de San Carlos, hoy Directorio, el 13 de junio de 1888, vástago de militares y jurisconsultos, mezcla de hidalgos y judíos, todos arruinados como manda la estética. Fue un niño mimado. Desde lo más hondo de la ebriedad el poeta siempre recordaría su infancia en Lisboa como un paraíso lleno de caricias maternales. Aquella dicha duró hasta que a los cinco años murió su padre y el paraíso fue invadido por un extraño. El comandante Joao Miguel Rosa, Cónsul de Portugal en Durban, Natal contrajo, matrimonio por poderes con la viuda y mandó a llamar a su esposa e hijastro a Sudáfrica, donde el chico fue educado en el high school de esa ciudad e ingresó en la Universidad del Cabo de Buena Esperanza después de ganar a los 15 años el premio Reina Victoria de estilo en lengua inglesa. No tenía amigos. El adolescente Pessoa sólo hablaba con los personajes imaginarios, sus fieles compañeros, que se llevó de Lisboa, fantasmas dotados por él de carne y hueso. Regreso a Portugal. Se matriculó en Filosofía. Entonces devoraba dos libros diarios. Hegel, Kant, Tennyson, Keats, Shelley. Se veía con sus amigos en A Brasileira tres veces al día a cualquier hora. Paseaba. Escribía los primeros poemas simbolistas. Bebía. En la oficina había conocido a una mecanógrafa llamada Ofelia. Ensayó la forma de enamorarse. Le escribía cartas obsesivas y tardó un año en lograr llevarla a pasear a orillas del Tajo, pero allí sentados miraban el curso del río sin atreverse a rozarse siquiera la yema de los dedos. Cuando la chica, después de tantos suspiros, poemas y cartas, ya entregada, le requirió para casarse, su difusa homosexualidad lo dejó paralizado. “Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos/ si quisiéramos, cambiar besos y abrazos y caricias, /pero que más vale estar sentados uno junto al otro/ oyendo correr el río y viéndolo/”. Con el poeta Sa Carneiro, hijo de familia pudiente, imaginó hazañas editoriales. Nada. Mandaba algún poema, algún artículo a las revistas efímeras, El Águila, Renacença, Orpheu, que nacían llenas de entusiasmo y se desvanecían al tercer número. Mientras tanto, en papeles costrosos que guardaba en el bolsillo seguía escribiendo donde le asaltara la inspiración, durante el trabajo en los despachos comerciales, al pie de la cazalla en el café, en un banco de una calle, en casa, de noche, de madrugada, siempre a cualquier hora. Luego metía esos papeles en un arca forrada de terciopelo raído como el náufrago que arroja una botella al mar. Pessoa había llamado unos seres imaginarios, herederos de aquellos con los que él hablaba a solas en la infancia. Han sido llamados heterónimos. Se expresaría a través de ellos para enmascararse, como había utilizado el inglés de sus primeros poemas para atacar desde la anarquía juvenil todas las instituciones, la religión, el matrimonio y la patria. Alberto Caeiro sería, el panteísta, el poeta de la naturaleza. Ricardo Reis haría el portador de todos los valores paganos, un contemplativo horaciano que veía pasar la vida con una elegante serenidad sabiendo que al final todo se disuelve en la nada. Álvaro de Campos sería el filósofo existencialista, a veces, metafísico, destructivo y libre. En medio de estas tres proyecciones de su alma, a veces Pessoa asomaba la propia cabeza. Bebía y la volvía a amagar. Nunca abandonó Lisboa. Un viaje a Cascai en tranvía o a Sintra en un Chevrolet imaginario donde recibió en el camino el beso volado de una niña que creía que era un príncipe el que pasaba. Un buen día recibió la noticia de que su padrastro había muerto en Durban. El joven sintió que un grajo levantaba vuelo desde su nuca. Luego llegó a Lisboa la madre, convertida en una anciana de 58 años. En ese momento creyó de nuevo estar a salvo. Su madre y el poeta amigo Sá Carneiro eran las únicas fuerzas que aún le permitían reconocerse borracho en el espejo. Pero llegó el momento en que su madre murió y Sá Carneiro, que había huido a París, a los 26 años se pegó un tiro en la habitación de un hotel. Sin ningún asidero Fernando Pessoa decidió suicidarse lentamente sin dejar nunca de ser un caballero con la bufanda cruzada en el pecho. Ni siquiera tenía hogar propio, siempre a merced de familiares o de fondas con olor a hervido de coliflor. Abandonó las tertulias con sus compañeros bohemios en la Brasileira, aunque siempre había alguien que le metía unos reales en el bolsillo del abrigo para su sopa caliente, pero al final sólo se alimentaba de cazalla. El café Martinho dArcade, bajo los soportales de la plaza del Comercio, era su nuevo abrevadero. Allí bebía ya en soledad mientras el arca de casa se iba llenando de papeles. Cuando soñaba aún con publicar su obra, proyecto siempre fracasado, en octubre de 1935 sufrió un cólico hepático. Le llevaron al hospital de San Luis de los Franceses. Entró en coma. El 30 de noviembre en un momento de lucidez dijo a su enfermera: “Dadme las gafas”. Fueron sus últimas palabras. Pasados algunos años, cuando ya había olvidado, alguien abrió el arca forrada de terciopelo y encontró el tesoro. En ese arca dormía uno de los más grandes poetas de la literatura universal, el anárquico, proteico, profundo, agnóstico, ocultista, metafísico, existencialista Fernando Pessoa.

24.5.10

Poema Breve

Desde aquí en el profundo silencio que hace esta foto al quemarse las esquinas arde un corazón ennegrecido esta distancia que tengo entre tu sagrado cuerpo que destierro que se disuelve vehementemente a solas

Premio Reina Sofía de España: J.E.Pacheco

Dicen que al poeta mexicano José Emilio Pacheco (1939) no le gustan las entrevistas, pero él niega la mayor, aunque sólo sea porque su esposa, Cristina, “ha hecho más de 2.000 en prensa, radio y televisión”. Su problema es que “para ser un buen entrevistado necesitas ser Oscar Wilde o Borges”, y él presume de no serlo, de ser “pésimo, sin ingenio”. Sin embargo, el poeta, que el 17 de noviembre recibe en Madrid el premio Reina Sofía de Poesía, rezuma inteligencia y humor. El Cultural conversa con él, ofrece sus ultimísimos poemas inéditos así como otros tres inéditos, reunidos en Contraelegía (Universidad de Salamanca), y analiza su trayectoria de la mano de Joaquín Marco. Autor de culto para los amantes de la poesía hispanoamericana del siglo XX, un José Emilio Pacheco algo achacoso, agobiado por cien mil compromisos, nos sorprende con su divertido escepticismo. Por una parte, reconoce haber encontrado, “por suerte y desde hace muchos años, la mayor generosidad por parte de los poetas españoles”, pero tampoco deja de apuntar que “no es culpa de ellos que el público lector de España no me conozca. ¿Cómo me va a conocer si somos tantos en tantos países de la misma lengua?”. Con una confesión así, la primera pregunta parece obligada: -Si no le conocemos aún, ¿cuál sería su autorretrato? -Es imposible trazar un autorretrato sin photoshop verbal. El único autorretrato posible, porque es involuntario, es el que está en los poemas. Los poemas no mienten, yo sí. -En sus poemas late cierta tensión de fondo entre el compromiso político, la responsabilidad cívica, y la tensión poética: ¿cómo logra mantener el equilibrio? -Sólo puedo escribir sobre lo que me afecta y me preocupa. No me digo: “Voy a hacer unos versos en que se manifieste mi responsabilidad cívica”. Es algo menos voluntario de lo que suponemos. -Sin duda, pero, ¿cuál debería ser la relación entre la poesía y la realidad/actualidad? -No creo en el deber. No impondría a nadie la obligación de escribir poemas “sociales” o lírica abstracta. Me limito a juzgar los resultados. Hay miles de poemas políticos abominables, pero no tantos como pésimos poemas de amor. Bajo el tiempo inclemente -Fue amigo de Octavio Paz, pero no quiso conocer a Pablo Neruda por timidez. También trató mucho a Luis Cernuda y se carteó con Aleixandre... -Sí, tuve una relación de cuarenta años con Paz, a veces, como era inevitable, muy difícil y en otras muy cercana, como sucedió por fortuna en el último año de su vida. Debo mucho a las enseñanzas de Paz y aún me sé de memoria partes enteras de Piedra de sol. Pero no sólo fui tímido con Neruda, también con Aleixandre: jamás me atreví a importunarlo en Velintonia, 8, aunque él nos escribió a todos los autores de esa época. Esta función de Aleixandre me parece que no se reconoce como se debe. Otro tanto puedo decir de Max Aub. En cambio, con Cernuda me ocurrió algo siniestro. Por el desorden aludido guardé la única carta suya que me envió en la edición 1958 de La realidad y el deseo. Alguien se llevó de mi casa el ejemplar y la carta. De modo que en la Correspondencia de Cernuda, tan bien editada por James Valender para la Residencia de Estudiantes, figuran no sus líneas sino las mías, por desgracia. Ahora, sin embargo, José Emilio Pacheco prefiere no hablar de los poetas españoles contemporáneos que lee y admira, porque “han sido tantos y durante tantos años los que me han ayudado que su enumeración parecería un intento servil de congraciarse”. -De todas formas, ¿cómo ve a los poetas de su generación? -Los veo a la luz de un epigrama anónimo:“Bajo el tiempo inclemente/ Llegué a los días extraños / De ver vieja a la gente/ Que es de mi edad y mis años.” No sé cuál es mi generación: nací el 30 de junio de 1939, muy tarde para ser de la generación de los treinta y muy temprano para formar parte de la generación de los cuarenta. Pero de mis más o menos contemporáneos y amigos puedo afirmar que tienen sin duda las cualidades que yo no poseo. -¿Y cuál es su relación con los poetas jóvenes de su país, esos que aprenden en la escuela sus versos? -Son tantos que sólo me es posible conocer a unos cuantos, o unas cuantas, porque el número de mujeres es abrumador en la nueva poesía mexicana. Con ellas y ellos mi relación es magnífica ya que no tengo ínfulas de magisterio ni busco crear un discipulado. Cuando alguien me pide consejos respondo que se los doy con mucho gusto, sólo que a cambio de que ellos me aconsejen también, porque en éste ya no tan nuevo siglo las muchachas y los jóvenes son los nativos y nosotros los inmigrantes que llegan de otra época y de otro mundo. -Tras varios años de silencio, ahora coinciden en España y México Como la lluvia, La edad de las tinieblas, y Contraelegía, el libro del Premio que editó en la Universidad de Salamanca Francisca Noguerol. ¿A qué se debe esa coincidencia? -A no saber planificar una carrera literaria. Trabajé mucho en la década que termina. Para no inflar mi bibliografía no quise publicar cuadernos aislados. Preferí reunirlos en un libro, Como la lluvia, tal vez demasiado extenso y variado e imposible de comentar. Chus Visor en España y Marcelo Uribe, el editor de Era, en México, me hicieron ver que la última sección, los poemas en prosa, formaban un volumen aparte y lo publicamos como La edad de las tinieblas. La antología del Premio tiene un excelente estudio de Paqui Noguerol. Con su inteligencia y su sabiduría me ha enseñado muchas cosas acerca de mí mismo. Lo que no ha tenido que aprender, desde luego, es que al escribir un poema sólo pretende eso, porque al terminarlo “él me dirá qué buscaba yo”. Y que no hay fórmulas secretas ni “regla general”: “Hay unos poemas, muy pocos, que han salido de primera intención tal como están y otros que son producto de incontables versiones” . Secreto desorden -¿Cuál es su rutina de trabajo? ¿Es de verdad tan desorganizado como presume? -No presumo: me avergüenzo y sufro mucho por mi desorden. Quisiera ser organizado y metódico pero tuve una reacción neurótica contra la disciplina militar de mi padre. Lo que sí intento es no dejar de trabajar nunca. Ya que es imposible e indeseable hacer poemas todos los días, he hallado un camino intermedio en las versiones poéticas que saldrán el año próximo. Tal vez serán el último libro en la historia que se ha llevado cincuenta años de trabajo. Comencé en la escuela con los epigramas griegos y termino ahora con los haikus japoneses y la versión de los Cuatro Cuartetos de Eliot que publicará Alianza después de 25 años de prometerlos para la semana próxima. La angustia de los emails -¿Y cómo se lleva con el ordenador, Internet, el e-book y demás inventos? -No pretendo ser lo que no soy. Pienso en la décima de Moratín sobre los niños que en Francia hablan el francés con la fluidez y la perfección que nunca alcanzará un anciano en ningún otro lado. El mundo electrónico es para quienes nacieron en él. Empleo con gusto el ordenador. Es la máquina de cantar con la que soñó Antonio Machado porque resulta ideal para ver los poemas que son objetos sonoros pero también visuales. Encuentro muchas cosas valiosas en Internet pero si pasan de tres páginas necesito imprimirlas para leerlas. Respecto de la correspondencia, es un motivo de angustia. En tres meses de ir y venir porque el Reina Sofía coincidió con la generosísima celebración de mis 70 años, he acumulado 2.400 correos. ¿A qué horas, con qué fuerzas voy a responderlos? Cada persona espera la contestación a la que tiene derecho y yo no puedo dársela. Es terrible. Nuria AZANCOT Algunos poemas. Concordancias: Las personas del verbo Una vez Y por breve tiempo Hace mucho tiempo Tú y yo Fuimos de pronto hasta muy adentro Nosotros. «Nosotros dos» podía yo decir En las horas voraces que fueron nuestras. Desde hace tiempo Si hablo de ti Sólo puedo emplear La tercera persona: Ella. El yo empobrecido se hunde Entre las concordancias de la Nada. Fluir Corre bajo los puentes. No regresa. Su vuelo horizontal Arrasa el tiempo. Para nosotros Esa eterna huida Lo dice todo. El agua no lo sabe Y no le importa. Se limita a fluir Y a despedirse. Un puñado de polvo Todos quisimos la corona del rey Nadie pudo encontrarla entre el fragor de la guerra. En esa busca nos entrematamos. Por sanguinarios les dimos asco a las fieras. Siglos después, cuando encontré la corona, Vi que era sólo un puñado de polvo. Lupus En la noche del mundo el gran temor A su ferocidad siempre al acecho. Hace temblar con su brutal aullido. Deja huellas de sangre entre la nieve Y en los barrancos pilas de cadáveres. Nos ha vencido en todas las batallas. Levantó las murallas que nos cercan. Nos oprime con cepos y cadenas. Un día el monstruo pasó ante nuestros ojos, Receloso y amargo entre las ruinas. Era el lobo del hombre. College Park, Maryland Esas frondas también dicen adiós. Las estremece un viento que llega ileso del pasado en este mismo instante.

Poema Inédito

Crónicas pétreas NO HE CERRADO NINGUNA PUERTA NO HE VISTO NINGUNA FORMA TE HE CONTEMPLADO ESTOICA EBRIEDAD TE HE REZADO TE HE BAUTIZADO ME HE RASURADO Como una tabla En ese páramo Del que sale unas imágenes Contando mi suplicio HE CIFRADO TODO MIS HUESOS EN TI He buscado padre Nada halle Ni muerte ni sueño Solo este camino a esta civilización Como una primavera perdida Saliendo de bocas neblinosas Sumergiéndose hacia el fondo Tras el zarandeo de innumerables sauces Como estoy durmiendo garrapateando Idiomas grabados en puertas vacías Piedras harina negra muecas perversiones Que se llevan los camiones en los tapabarros Que no van a ninguna parte Pero a su vez con la Inminencia agria de una Longa hispanía que arden en mis secretos Cerros Que se hienden en lavaderos De oro? Montículos de plumas raras Y mantas de nubes abandonadas Allí ante los restos de josé maría Se alza todavía el shaman como una verdad inconclusa tras los campos labrados a plena luna que anónima Aurelia Los ha juntado como para hacer chiri Fogatas que vienen de un caos estival Donde he puesto tres cruces Marcando puntos inextinguibles Brillantes desde esas opacidades de las madrugadas Como aquellos que Me dicen los que caminan por el borde de una autopista Pintados con motas violentas ulceradas que Los veo como en mi sueños que se tiñen de videos sepias sombras que en madera arden con letanía Pero ellos tercos comen dietas extrañas Adelgazan como hablan pisan como cactus de noche Y pasan como voces que peregrinan eternamente Como para nacer apu pulseras cerámicas testamentos “todo lo que ha sido de pronto es” Abolición de las palabras Purgando este crecimiento Con lámparas robóticas extrayendo pensamientos huecos ciudades sin ladrillos armazones de bosques esta vanidad que arrastro que contamino levemente donde fluye un verdor de estiércol como humo de las plataformas 1900 año del patíbulo? Retornos oh pálidas fronteras Lascasiana florescencia y es Fugaz el deterioro que mancha mi rostro Esta parte media de ti De tu ligera fatiga enemiga Oh de tus entrañas mis aviones no te notan No te violan con sus visores Buscan lengua o buscan leña metafísica Como escritura Como ruedas y no hubo ruedas Sino muslos y sangre banderas rotosas y teorías políticas dudas pungentes y En palabras oscuras De un falso dios Rojo y sin asilo Una luna iguanesca Descarga sus frágiles sábanas sobre mi pecho Oh mi celiniano corazón Arriando esta altura Debajo de esta noche Que quemo Como si se trataran de almas Y la música que se transporta De forma que se inflan en cabelleras En los vaporosos ojos de Dios Proscribe los ríos mi nombre mestizo Música de guijarros pulidos por esa cascada de las Madrugadas que una vez pasó por allá Volverán como cierto sesgo Que aflige mi peso mi inaprensible Cuerpo en la mirada Y no hubo hielo alpamarum No hubo un dedo creador Que lo señale todo Se lo llevó el rasu ñiti Desdibujado y cojo por la arena Que canta como un tubo al aire Y que respira como una fabrica manufacturando catástrofes sin descanso procesiones negras en magras calles con canciones parvas de viejos bares elevándose como cintas a los faroles ciegos de Praga destruida esta Praga de piedra estos caminos baldíos Orosol bañando tu estrecha máscara Oh Mare mostrum alpaca viuda te reconoce Como Hijo salado como hijo rentado Como este 4 por 4 con que viajo a visitarte A darte unas leches maternas que nunca olvidaste josé maría lo intentó lo cantó 4 aviones en 5 senderos mas varios suicidios y Lo sumo a su nostalgia a esa piedra degradada En lengua de armiño y el poeta viaja coetáneo y descalzo visiblemente con un aliento avinagrado como un contemporáneo engañoso irredimido como un edificio Todo es visible ahora por cámaras y Realty show como una orquesta bajo el pantano turbando el mar buscando una falsa calma en el pecho y el silbido negro que se estampa en mi regazo como el enemigo corazón de un pulpo Porque la vida ahora viene en comidas chatarras En vídeos en dulces movimientos porque siempre hubo adelantados que eran chuecos como estos hombres que desfilan en perfil que eran chuecos eran non plus ultra de mi propia decadencia

Una de las últimas entrevista a Mario Benedetti:"Me siento más realizado en la poesía"

"Me siento más realizado en la poesía" Una de las últimas entrevistas a Mario Benedetti ,hablando sobre sus escritos a propósito de una obra que salió a la luz en España. Por J. C. J.C.-Este Libro, Vivir adrede, compuesto de relatos, parece una combinación de sus haikus y de sus poemas. ¿Cómo fue saliendo? M.B.- Yo qué sé. Cómo nacen mis libros es un misterio. Porque de repente estoy meses sin escribir, y de pronto aparece, plaf, ahí está, vuelve la escritura. Aparecen de golpe, con sus títulos y todo, con la división de capítulos. Pienso que eso le pasa a todos los escritores, que un nuevo libro les surge como un secreto que se revela…Durante unos meses tuve últimamente unos problemas familiares graves y no escribí nada. Necesito cierto paz para aproximarme a la poesía. -Y la narrativa. -¡Y para aproximarme a mí mismo! -En los libros últimos, en los que escribe, en los que ha publicado, hay autografía y contemplación de lo que pasa.¿Cómo le deja a usted lo que ve? -Tal vez porque últimamente trabajo menos y contemplo más; creo que lo que ha crecido en mí es la capacidad para contemplar el mundo. Por supuesto que no he dejado de escribir, pero sí noto que cada día me fijo más en lo que le sucede al mundo. -En estos libros, en los poemas, en Vivir adrede, hay como una tachadura de lo que ve… -Es como descubriera el dolor que ha pasado, y el que me ha pasado, y empezara a tachar, sí; hubo cosas en el pasado que dolieron mucho. También aparece eso en lo que uno escribe… -La escritura es como el mar, devuelve lo que le eches… -¡Y hay que tener cuidado para que no te ahogue! -Pero Usted se defiende con el humor…Como un adolescente que se levantara en clases a hacer preguntas… -¡Preguntas intempestivas! -Siempre se ha manifestado perplejo por lo que pasa. ¿Qué es lo que más le extraña de lo que ahora sucede alrededor? -Hay muchas cosas. Evidentemente una de las que más me extraña es la falta de respeto entre las personas. Eso me duele. Me duele desde le punto de vista humanitario. Y me duele porque lo veo casi imposible de arreglar…Y es un problema mundial; ahí ves la importancia que ha adquirido el dinero, cada uno pelea por más dinero, por eso está cada vez más lejos un cambio positivo, porque cada día se pelea por más…Y ahí está el origen de la falta de respeto. -Por el símbolo de la guerra, la falta de respeto. -Los diarios están llenos de cosas trágicas, que revelan en qué se está convirtiendo el mundo ahora, y los cambios que se ven suelen ser negativos…Eso provoca cierta tristeza interior, una tristeza irreversible. -Qué lejos parece la felicidad. -Yo cada vez, la veo más lejos. -¿Cómo se siente ahora escribiendo? -Para mí escribir siempre fue una necesidad. Si te digo que empecé a los siete años…A veces escribo con más urgencia. Y si veo que durante meses no escribo me angustio…Escribir ordena a uno dentro de sí mismo. -Acaba de entregar un libro, Testigo de uno mismo, versos que publicará Visor en julio, y escribe otro libro autobiográfico, Biografía de uno mismo, también de poemas. Como si usted estuviera ordenando lo que sucedió. -Es como si tratara de verme por dentro. Y por fuera también. Pero ahora tengo un poco esa impresión de que mis últimos libros de poesía son una investigación de mi alma de mi vida. -¿Y cómo es la vida cuando uno lo pone en perspectiva? -El estado actual del mundo me deprime. Además, voy a cumplir 88 años. ¡No es para andar bailando! -Brecht dijo que también habría que cantar en los tiempos oscuros…¿No hay ninguna luz? -Ahora lo que lamento es no tener una religión. A alguien que está pasando los estados de ánimo que yo estoy pasando le vendría muy bien una religión. Pero no lo tengo. Y eso es peor. -Y ya no la va a tener. -No -Los laicos tienen una religión, la escritura. -Sí, puede ser…La escritura puede ser como la fe: vas buscando cosas, por lo menos así le sacudo al alma un poco. -¿Y qué completa más, la poesía o la prosa? -Ésa es una cuestión de vocación. Siempre fui más poeta que prosista. Me siento más realizado en la poesía. -Estamos en Uruguay .¿Cómo fue posible que un país tan chico y tan culto viviera la ignominia de una Dictadura fascista? -La ignominia siempre es posible. Mira Alemania. Eso no lo cambia ni el tamaño del país ni su historia. Ni las enseñanza que uno recibió. Es un secreto. -¿A usted cómo le dejó aquel largo episodio?¿Le vuelve a la cabeza? -Imagínate. Fue una falla histórica. Porque derepente te viene eso y…Un terremoto. No es de Uruguay o de acá, sino del mundo. Si es un pez pequeño como Uruguay, con menos defensas que otros, lógicamente no es para salir cantando… -Dice usted:”Todo es adrede, todo hace trizas el alma”. -Ah, sí. A veces el alma se descuida y te deja un pedacito de alegría.

17.5.10

Soledad

Profundo en la hendidura de los tiempos allí donde el hielo se hace panal aguarda, un cristal, una astilla rosásea, un cristal de aliento, tu inderribable soledad.

Flores de Bach

Vagaba un tiempo entre los embates de las ondas, de opuestos vientos infinitos...

Lord Byron

Acuérdate de mí Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando está mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor. Es la llama de mi alma cual lumbrera, que brilla en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna... ni la muerte la puede aniquilar. ¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba no pases, no, sin darme una oración; para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que olvidaste mi dolor y mi pobre desdicha esta hacha con te mira silenciosamente y que se raspa en tu cintura no te ha de olvidar. Oye mi última voz. No es un delito rogar por los que fueron. Yo jamás te pedí nada: al expirar te exijo que vengas a mi tumba a sollozar no seas puta no quiero que lo seas hazme este último dolor la de tenerte sin sombra sin árbol traducción de JBE

16.5.10

Después del gran desastre

El Ángel de la Historia ha regresado a Haití con su equipaje de ruinas. Dos siglos de terrible historia corroborados por un terremoto devastador. Y sin embargo, la catástrofe descubre, tras la pobreza y el analfabetismo, un país con una cultura tan viva como poco conocida que se impone ahora la tarea de reinventar el futuro. Tal es la apuesta del primer intelectual haitiano, René Depestre (Jacmel, 1926), joven poeta y revolucionario en Puerto Príncipe, aventurero, viajero irredento por mil países, amigo de los más grandes escritores del siglo, que desde su actual residencia en Francia y su conocimiento de primera mano de la cultura haitiana, nos descubre la potencia actual de sus letras. Ofrecemos también algunos de sus últimos poemas inéditos traducidos por el grupo que dirige la profesora de la Universidad de Granada Joëlle Guatelli-Tedeschi, y por la Fundación Sinsonte. El terremoto ha sido una catástrofe de dimensiones trágicas. Haití, por su estructura, por la falta de un estado de derecho, por todas sus infinitas carencias, no estaba preparada de ninguna manera para enfrentarse a tal calamidad. He podido contactar gracias a Internet con amigos y familiares. La Red ha desempeñado un papel fundamental porque por teléfono resultaba imposible hablar. He podido saber de mi hermano, que se ha salvado, así como los otros miembros de mi familia, pero grandes amigos han fallecido, como el escritor e intelectual George Anglade, que ha muerto junto a su mujer. Pero quizás, aunque sea terrible decirlo, los haitianos nos hallamos ante la oportunidad de levantarnos. Haití ha sido a lo largo de su terrible historia víctima de un terremoto permanente. Es una de las sociedades del mundo que más duras pruebas ha sufrido. Y es que, si bien fue, en 1804, el primer país colonizado que se rebeló contra la dominación francesa, no es menos cierto que hizo una entrada falsa en la historia. En lugar de defender los grandes ideales de la Revolución francesa, como el de un nuevo Estado nacional, se perdió en la problemática racial, en los conflictos entre negros, mulatos, etc., lo que perjudicó su desarrollo. Es cierto que las potencias europeas, desde el Congreso de Viena de 1815, le impusieron un cordón sanitario e hicieron lo imposible para impedir su crecimiento, pero no deberíamos servirnos de ningún chivo expiatorio. Somos responsables de nuestras desdichas, porque hubiéramos podido beneficiarnos de una soberanía temprana y no hicimos nada por la escolarización del pueblo, por constituir un Estado democrático... Y paradójicamente, Haití no es hoy una nación Estado propiamente dicha, pero sí es una nación cultural. Mientras que ni el Estado ni una verdadera sociedad civil se han desarrollado nunca, sí lo hicieron la cultura, la pintura, la música, la literatura. Hay una conciencia cultural y no se puede decir, sin embargo, que exista una conciencia nacional. Es un fenómeno sui generis, excepcional, el de la cultura haitiana. No se encuentra ni en áfrica, ni en el sureste asiático ni en otros lugares del tercer mundo una sociedad comparable en cuanto a su evolución y desarrollo. Hoy en día contamos con fantásticos escritores como Daniel Laferriere, Lyonel Trouillot, Jean Métellus o Frankétienne. Grandes poetas, novelistas, ensayistas,marcados unos por el exilio y otros por el extraordinario imaginario colonial: la plantación, los esclavos, su revuelta. Es cierto que hay un gran analfabetismo pero no es un país inculto. Mi propia vida puede ilustrarlo. Decidí que era poeta a los 15 años. Nací en un pueblo cerca del mar en una familia muy interesada por la literatura. Leí mucho desde muy joven. Conocí a Alejo Carpentier, a Nicolás Guillén, a André Bretón... Publiqué mi primer libro a los 19 años. Tuvo un cierto éxito que me permitió viajar a París. Prueba de la agitada vida cultural de Haití fue lo que ocurrió durante la visita de Breton a Puerto Príncipe en 1945. Aprovechamos para publicar en la revista de vanguardia Ruche, que había fundado ese mismo año con mis amigos Baker, Alexis y Gerald Bloncourt, un especial de homenaje al surrealismo. El número causó un escándalo tremendo, fue censurado, los estudiantes se sublevaron y tuvo lugar un auténtico despertar político. Breton fue expulsado y nosotros, encarcelados. El exilio Tuve que exiliarme entonces a París, donde el propio Breton me ayudó a conseguir una beca universitaria. Después fui nuevamente expulsado de Francia en 1952 por mi actividad en el movimiento anticolonialista de la Negritud. Fue aquella aventura una tentativa para los negros de diferenciarse y adquirir su identidad tras el fin de la colonización francesa. Supuso también una forma de rebeldía contra el colonialismo que dio lugar a obras maestras fundamentales de la literatura como el Cuaderno de Regreso al país natal, de Aimé Césaire. Más tarde, en 1956, por primera vez los negros tuvimos acceso a la Sorbona en el Primer Congreso Mundial de Escritores Negros en el que participaron norteamericanos, caribeños, africanos, suramericanos... Allí todos profundizamos juntos en el papel de los negros tras salir de la plantación y la esclavitud en la formación de culturas nuevas en Brasil, Venezuela, Cuba, Haití... Hoy en día todo ha cambiado, el factor racial posee menos importancia y la llegada de Obama abre definitivamente una nueva época. Tras la expulsión de Francia viví en Chile, Argentina y Brasil. Fui secretario de Pablo Neruda y conocí a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Jorge Amado, Vinicius de Moraes. ¿Mis influencias literarias? Los poetas españoles que Neruda me descubrió, Machado, García Lorca, Aleixandre. Y Carpentier, Miguel ángel Asturias, Gabriel García Márquez, el realismo mágico... En 1959 llegué a Cuba invitado por el Ché Guevara y allí me quedé casi veinte años. Fui muy afín a la Revolución. Hasta que la relación de los intelectuales con el poder se hizo insostenible. El Régimen comenzó a apretar en los años 70, desapareció por completo la libertad de expresión y creación. Y rompí entonces con el gobierno cubano. El desencadenante final fue el affaire Padilla. Fui de los pocos intelectuales presentes en La Habana que se solidarizó con Heberto Padilla la misma noche de la acción contra él. Fui apartado de todo y marginado, sin trabajo, sin nada, hasta que pude marchar a París a trabajar en la UNESCO. Y me despedí definitivamente del comunismo y de la extrema izquierda. Mis ojos hoy en Latinoamérica están más puestos en Lula que en Chávez. Lo que ocurre en Brasil me parece mucho más importante y esperanzador. Regreso a Haití. Deseo fervientemente que tras esta desdicha llegue una nueva época para el país. Haití es un país de jóvenes dispuestos a luchar a pesar de todas sus carencias. Hay además una clase intelectual potente que puede tomar las riendas. Soy optimista respecto a la posibilidad de salir de la tragedia sin fin que hemos conocido y que nos sitúa hoy en una encrucijada definitiva. No se presentará otra. Con la globalización tecnológica y financiera tiene lugar un cambio en la percepción del mundo actual, se está creando una idea de la Tierra concebida como Tierra patria. Entramos en una época donde la solidaridad debe tomar una nueva dimensión, una dimensión sin precedentes. Haití es un país de un gran imaginario cultural, y es lo que va a salvarlo. Es el momento de inventar un país mejor. René DEPESTRE

Un Robin en tiempos modernos

Esto es consistiendo de que,sus anteriores películas fueron y son de mucho interés .Este Robin tiene esa ambivalencia. Es el espejo de su país , una sociedad injusta y reiteramenta imperialista aquí hay algo de eso que lo hace interesante. Si bien, el director se ha visto obligado a cancelar su asistencia en el último momento debido a una complicación en una rodilla: "Muy a pesar mío, debo perderme la noche inaugural del Festival de Cannes y la proyección de Robin Hood. Hace poco me han operado de la rodilla y la recuperación ha sido más lenta de lo que esperaba", se disculpa en un comunicado. Ahora que anda todo el mundo a la greña por los derechos de autor, Ridley Scott debería darle gracias al cielo de que Hume o Locke hace años que estén muertos y que, además, sus herederos (si es que los hay) ya no pueden decir ni mu porque los royalties caducan a los 100 años. Robin Hood, la monumental película que inaugura el próximo 12 de mayo el Festival de Cannes y se estrena en España al día siguiente, viene a ser un cursillo intensivo, y muy literal, sobre la Ilustración británica: separación de poderes, legitimidad democrática de los líderes y, algo fundamental, la idea de que el pueblo es el único origen legítimo de todo poder y, ahí está la diferencia con la Ilustración de la Europa continental, donde el individuo está por encima del colectivo. En tiempos de zozobra, parecen haberse dicho el director de Blade Runner y Thelma y Louise, acompañado por su actor fetiche, Russell Crowe (en su quinta colaboración conjunta) y el guionista Brian Helgeland (L. A. Confidential, Mystic River) más vale volver a la madre del cordero: o sea, a las raíces de la cultura anglosajona. Pero que nadie se asuste demasiado, Robin Hood tiene tanto de panfleto político como de escapismo. El propio Ridley Scott, con la rodilla recién operada, lo ha dejado claro en una de sus escasas declaraciones antes de Cannes: “El mito ha perdurado y jamás morirá porque cada época ha sabido darle un enfoque distinto en función de la actualidad. Hay un evidente elemento político aplicable a cada momento histórico: las clases nobles son el enemigo, y el hombre del pueblo que se alza contra ellas es Robin Hood. Pero dentro de este concepto, no hemos olvidado las facetas románticas de la leyenda. ¿Es una película con humor? Sí. ¿Es una película de acción? Sí”. Así nace una película híbrida, repleta de aventuras y dotada de brillo y color en la que no faltan las escenas épicas ni las persecuciones y batallas, pero en la que también puede escucharse un grito angustiado por un retorno a los principios que han convertido a la esfera de lengua inglesa en la más influyente y poderosa. Por lo menos hasta ahora. Hood liberal Aunque nadie va a sentirse decepcionado con esta nueva interpretación del mito, los más veteranos sí se llevarán una cierta sorpresa ya que la película presenta a un Robin Hood atípico. Para empezar, la trama termina en los bosques de Sherwood, cuando Robin se convierte en el el proscrito que conocemos. De hecho, el director ya ha insinuado que podría haber una secuela. Y el personaje ya no es ese bandido saltarín de aquel Robin de los bosques (Michael Curtiz, 1938) que interpretó Errol Flynn, ni ese héroe crepuscular de Robin y Marian (Richard Lester, 1976) ni mucho menos ese Kevin Costner “metrosexual” y atormentado de Robin Hood, príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds, 1991). De hecho, el mito encarnado en la piel de Crowe, que sigue siendo un actor insuperable, parece más una idea que un personaje, la quintaesencia del working class hero de toda la vida en pie de guerra contra el poder. La metáfora es obvia en tiempos de fraudes financieros y colas del paro. El propio Crowe lo dejó claro a su paso por Madrid: “El mito de Robin Hood está hoy más vivo que nunca. Hoy, como entonces, los líderes se gastan todo el dinero en guerras. Y si entonces era la Iglesia y la Corona las que saqueaban al pueblo, ahora lo hacen los capitostes que han esquilmado a las clases medias y desfavorecidas”. De esta manera, más que un Robin Hood “izquierdoso” la película presenta a un ferviente liberal un tanto ácrata convencido de que todo impuesto es un agravio por sí mismo del que el poder tiene que rendir cuentas. La película de Scott presenta otras novedades, la mayor parte guiños evidentes sobre la actualidad. Por ejemplo, se reparten las culpas entre Little John (el tradicional rey malvado de la historia) y Ricardo Corazón de León, que en muchas versiones anteriores aparecía como figura idílica del pasado. En este caso, el filme reprocha al rey Ricardo haber malgastado las vidas y el dinero de los británicos en las Cruzadas. Hood incluso acusa al monarca de crímenes de guerra, un concepto moderno que difícilmente hubiera utilizado un simple arquero de la Edad Media. Scott, sin embargo, asegura haber sido lo más verosímil posible: “Hay miles de historias sobre Robin Hood, algunos dicen que no existió pero yo siempre he creído que sí. Hemos intentado presentar una historia verosímil y mostrarlo como un verdadero personaje histórico. Los espectadores verán al mito como un hombre de carne y hueso”. Con “prehistórica” tecnología 2D en este filme también brillan, además de Crowe, grandes actores como Cate Blanchett, William Hurt y Max Von Sydow. Si cada generación tiene su propio Robin Hood, Scott ha hecho su trabajo: el mito demuestra absoluta vigencia en pleno siglo XXI. Juan SARDÁ

11.5.10

Entrevista a José María Arguedas

El mundo de José María Arguedas Esta entrevista fue realizada en 1965 al escritor José María Arguedas para una revista limeña, por el crítico Tomás G. Escajadillo. Conversar con José María Arguedas es muy fácil. Uno no se da cuenta de que este hombre un tanto tímido, que habla pausadamente, que medita con cuidado sus respuestas y se desenvuelve con una increíble sencillez es, junto a Ciro Alegría, el más grande novelista peruano del siglo XX (y una de las voces de mayor vigencia hispanoamericana). Sólo al escribirlo me doy cuenta de lo que significa hablarle de tú a José María Arguedas. T. G. E.-José María, muchos dicen que Todas las sangres es más importante pero menos hermosa que Los ríos Profundos. J. M. A.-Yo creo que Todas las Sangres es no sólo más importante que Los Ríos Profundos sino también una novela hermosa. El problema de mi última novela radica en que es más ambiciosa. Por ser una visión mucha más amplia de la realidad, he tenido que crear personajes y mundos que no me son muy familiares. Por ello puede ser cierto que sea menos acabado que Los Ríos Profundos, pero es, en verdad, más bella y trascendente. (Recuerdo, al respecto, las palabras del crítico José Miguel Oviedo, en “El Comercio” del primero de diciembre de 1964: “En fin, entendemos que Todas las Sangres es una obra menos perfecta, menos proporcionada que Los Ríos Profundos, pero muchísimo más importante y decisiva para el autor y para el género en el Perú”). -Todas las Sangres ha madurado durante largos años. Para poder escribirla fue necesario haber intentado interpretar en Agua (1935) la vida de una aldea, en Yawuar Fiesta (1941) la de una capital de provincia y en Los Ríos Profundos (1958) la vida de un territorio humano y geográfico más vasto y complejo. Sin estas obras no hubiese podido crear Todas las Sangres (1964) que, al decir de un crítico (J. M. Oviedo). Representa “un vasto cuadro del Perú feudal”. Y siento que mi última novela es más literaria que las anteriores porque en ella lo literario proviene de la faz y el corazón de infinidad de gentes distintas entrabadas en nuestro país en una urdimbre sutil, profunda, a veces terrible, y no solamente de la descripción del llanto y de la mágica maravilla de los ríos y montañas. Desde cualquier punto de vista, Todas las Sangres es para mí, una novela más completa y superior que Los Ríos Profundos. (El novelista -José María, tú que eres el niño de Agua y el adolescente de Los Ríos Profundos, ¿eres también, el adulto Rendón Wilka de Todas las Sangres?strong>sonríe, duda un poco, y me confía, como quien habla consigo mismo): -Oye, sí; pero también soy un poco Don Bruno. -¿En lo bueno y en lo malo, José María o solamente en los rasgos positivos? (esta pregunta no lo esperaba nuestro entrevistado. Nuevamente sonríe, y me cuenta una historia que es toda una respuesta): Yo he sentido, desde pequeño, cierta aversión a la sensualidad. Algo así como Don Bruno en sus momentos de arrepentimiento. Aquel personaje poderoso e inmensamente malvado que presento en el cuento Agua fue sacado de la vida real. Era mi hermanastro mío. No solamente era el amo del pueblo, señor de pistola al cinto, sino también terriblemente mujeriego y sexualmente perverso. Yo era un niño de siete años y este hombre, en más de una oportunidad, tuvo la maldad de obligarme a que lo acompañe en sus andanzas amorosas y a que presencie sus “hazañas”. Recuerdo todo esto con gran nitidez. Quizás estas vivencias me hayan ayudado a perfilar ciertos rasgos (el misticismo, el remordimiento quemante) de Don Bruno. (Al efecto, evoco las frases iniciales de presentación –“prólogo a si mismo”-de José María en el reciente encuentro de Narradores en Arequipa. En aquella oportunidad, él comenzó su especie de autobiografía con estas palabras: “Yo soy hechura de mi madrastra”. Y narró como aquella mujer, que lo odiaba, para castigarlo, lo mandaba a comer y a dormir en la cocina, junto con los indios. “Nunca le podré agradecer suficientemente a mi madrastra tal “castigo”, pues fue en esa cocina donde conocí a los indios, donde empecé a amarlos” dijo Arguedas en Arequipa). -Se dice que Demetrio Rendón Wilka está un tanto idealizado.- Es posible. Pero creo, en todo caso, que no mucho. Hay hombres así. Yo los he visto. Yo los conozco. (Tomo mi ejemplar de Diamantes y Pedernales. Agua (1954), y leo unas palabras de Arguedas que tengo subrayadas: “Agua si fue escrita con odio, con el arrebato de un odio puro; aquél que brota de los amores universales, allí, en las regiones del mundo donde existen dos bandos enfrentados con primitiva crueldad. Porque los relatos de Agua contienen la vida de una aldea andina del Perú, en que los personajes de las facciones tradicionales se reducen, muestran y enfrentan nítidamente. Allí no viven sino dos clases de gentes que se representan dos mundos implacables y esencialmente distintos: el terrateniente convencido hasta la médula, por la acción de los siglos, de su superioridad humana sobre los indios, que han conservado con más ahínco la unidad de su cultura, por el mismo hecho de estar sometidos y enfrentados a una tan fanática y bárbara fuerza. Aludía al odio puro con que escribí los relatos de Agua. Mi niñez trascurrió en una de esas aldeas en que hay 500 indios por cada terrateniente. Yo comía en la cocina con los “lacayos” y ´concertados´ indios, y durante varios meses fui huésped de una comunidad”…Arguedas escucha atentamente. Su mirada se ha vuelto triste, un tanto lejana. Sí, el Perú del que hablaba casi no ha cambiado. Pero la vida tiene sus sorpresas). -Aquel feroz terrateniente de Agua, aquel pervertido que me obligaba a acompañarlo en sus aventuras nocturnas, aquel amo de todo un pueblo es hoy un hombre empobrecido, disminuido, un puma sin dientes ni garras-me ilustra el novelista. -José María, pienso que de “todas las sangres” que presentas en tu novela, quizás las figuras de los “vecinos empobrecidos” sean los más novedosas de la literatura. Los De la Torre, Doña Adelaida, “El Gálico”… -Puede ser que tengas la razón. Yo sólo puedo decirte que esos personajes existan en la vida real. Hay miles de ellos. -Justamente en tu novela siento que ellos son personajes ”que tienen vida”. En cambio otro tipo de personajes como Doña Matilde , como el ingeniero Cabrejos o el ingeniero Hidalgo, ciertas escenas de Lima, la presentación del mecanismo de los grandes consorcios financieros, los diálogos, por ejemplo, entre Doña Matilde y Cabrejos…- Sí, sí. De eso me han hablado. Sobre eso han escrito los críticos. Yo acepto plenamente que ciertos personajes y ciertas escenas no están bien logrados. Pero tenía que incursionar en terrenos que no me son familiares por la misma vastedad de la novela, que intenta ser una imagen, precisamente, de los hombres de “todas las sangres” en un universo novelístico significativo. Habría que correr el riesgo. -Hace poco, en rueda de amigos, hablábamos sobre Todas las Sangres, le cuento. Alguien comentó que tienes especial maestría para presentar las escenas de violencia. Aquella en que la “señorita Asunta” mata al ingeniero Cabrejos por ejemplo… -Sí. Yo creo que sí. Las escenas de violencia y las escenas de ternura también, si dejamos de lado eso de “especial maestría”… (José María es un hombre modesto. No ignora la importancia de lo que ha escrito y de lo que está escribiendo. Pero se niega a comportarse como una persona importante. Nos habla de tú a muchos jóvenes. Me entrega un cuento ambientado en una universidad norteamericana: “En verdad, no estoy muy seguro de que el relato esté bien. Léelo, y dáselo también a Washington Delgado. Quiero saber tu opinión”. Yo le digo: “Sí, José María”, y luego pienso que estoy hablando con uno de los más grandes novelistas peruanos. De ésos que quedarán, de ésos que tienen ya un lugar permanente en nuestras letras. Y me doy cuenta de que su gran sencillez, su increíble humildad son las causas que me han permitido la amistad suya, y que ahora reciba ese cuento de diez carillas con la promesa de “darle mi opinión”.Hay veces que a los jóvenes nos da rabia que muchos señores (medallas, condecoraciones, árbol genealógico, vinculaciones partidarias, cuentas bancarias) del mundo oficial no se comporten con José María con la consideración que debieran. ¡Si ellos supieran que todas sus medallas, pergaminos, billeteras, etc. Puestos en una balanza, pesan menos que un solo cuento de Arguedas).> -¿En qué corriente de la literatura, tomando en cuenta las denominaciones actuales, crees que puedan ser considerados tus novelas? -Creo que en la del “realismo mágico”. (Le enseño un ejemplar reciente de la “Revista de la Universidad de México” en que aparece un ensayo de Sebastián Salazar Bondy titulado “Arguedas: La novela social como creación verbal”. Ya lo había leído el novelista. “Me parece muy bueno, me dice. Los críticos (menciona a Escobar, Oviedo, Salazar Bondy), muchas veces, me hacen ver aspectos nuevos de mis propias obras”. Hacemos luego recuerdos de Sebastián del Encuentro de Narradores de Arequipa en donde estuvimos juntos, del fragmento de la novela que leyó aquél. “Iba a ser una gran novela, expresa Arguedas. Claro que se puede publicar ese primer capítulo, que tiene gran unidad, como un relato autónomo”. “! Ese primer capítulo que leyó es muy bueno!”, insiste José María. Luego su mirada se vuelve nuevamente lejana, se tiñe de un tristeza profunda. “!Pobre flaco!”, añade. Y prefiere cambiar de tema). -¿Qué estas escribiendo ahora? -Había comenzado otra novela extensa. “Harina mundo”, de la cual tengo escrito ya unos cuatro capítulos. Pero he suspendido el trabajo. Ahora estoy escribiendo vehementemente una novela corta (de no más de 150 páginas) basado en el reciente estudio de un sociólogo, Luis Fabvre, realizado en un pueblo de Huancavelica. La anécdota es, por lo tanto ciento por ciento real. -¿Has pensado ya en el título? -No. Todavía no. -¿Y Harina Mundo? -Harina Mundo es la narración de cómo un pequeño puerto de nuestra costa (Supe) se transforma en un gran centro productor de harina de pescado. Para esta novela casi no he tenido que crear personajes. Me los ha dado la vida. Los conozco a todos. Desde 1943 acostumbraba a pasar las vacaciones de verano en Supe, entonces una apacible caleta de pescadores. Todos los botes eran a vela; no había una sola lancha a motor. Alrededor de 1958 se instalaron dos fábricas de envases de atún. Hoy día hay decenas de fábricas de harina de pescado. Todo ha cambiado enormemente. La vida es carísima…Yo quiero reflejar este enorme cambio en mi novela, y mostrar quienes y cómo se han beneficiado o perjudicado con esta fabulosa industria. Tú sabes, Tomás, el Perú es en el mundo el primer país en la industria pesquera, superando varios años seguidos al Japón. ¿Qué ha pasado con los hombres que han hecho posible, con su trabajo, este millonario “record”? (Se nos vienen , incontenibles , a la memoria unos versos de Bertolt Brecht: “¿Quién edificó Tebas, la de las siete puertas?/ En los libros figuran los nombres de los reyes/ ¿Los reyes arrastraron grandes bloques de piedra?/ ¿Y quién las tantas veces destruida Babilonia / pudo reconstruida una y otra vez?/ ¿En qué casa de Lima, la dorada, vivían / lo que la hicieron?/ ¿A dónde fueron los albañiles/ de la Muralla China cuando estuvo terminada?”). Hablamos, por último, de las lecturas que han influido en su formación: la novelística rusa del siglo XIX. -En la novela rusa he encontrado la mejor descripción del mundo andino. El “mujik” es muy parecido a nuestro campesino de la sierra. Hay un relato de Korolenko que me fascina, El sueño de Makar. Luego tratamos de la literatura hispanoamericana. El primer nombre que cita es Rulfo. Seguidamente menciona a Sábato, a Asturias, a Carpentier. El siglo de las luces lo ha deslumbrado. A Ribeyro y a Vargas Llosa los considera en el grupo de los “grandes”. -Don Segundo Sombra me impresionó tremendamente cuando lo leí por primera vez. (Ahora yo soy el impresionado por una frase de Arguedas): -El Tungsteno, la novela de César Vallejo, la leí de un solo tirón, solemnemente, de pie, en el antiguo patio de letras de San Marcos. -Si tuviera que escoger uno de sus cuentos, ¿cuál sería?>(No les fácil responder. Lo saco del apuro contándole que en la revista “Letras” de San Marcos se va a publicar un ensayo sobre Warma Kuyay, escrito por una estudiante post-graduada chilena, Paulina Matta de Rodríguez. Sí Warma Kuyay acompaña siempre a José María. Y de este modo, entre recuerdos de sus primeros relatos, hablando de Chile y de sus próximos personajes a quienes estima amigos fraternos, terminamos nuestro diálogo cordial).

Por una poesía de la negatividad

Para los dadaístas la poesía de su tiempo también fue material de derribo. Construyeron encima estructuras complicadas con caligramas y tipografías desigual, llegaron incluso a prescindir de las palabras o las cogieron al azar. Una actitud nihilista que borraba los límites entre artes plásticas y la lírica hasta convertir el poema en una cosa en sí misma. Por E. Dobry En marzo de 1917, en 391-la revista “protodadaísta” que Francis Picabia publicaba en Barcelona –aparece El reloj de mañana, un caligrama de Guillaume Apollinaire. Aunque Apollinaire no formó parte “oficial”del movimiento liderado por Tzara, su poesía es la cristalización más nítida y perdurable del espíritu del movimiento. El dadaísmo tomaría de los caligramas buena parte de su poética: el borramiento deliberado de las fronteras entre poesía y arte plásticas; la anulación del valor denotativo y comunicacional del lenguaje, y el intento de convertir de convertir el poema en un objeto, en una cosa que no necesariamente remite a un mundo anterior o exterior a la página . Basta ver, en aquella revista de Picabia o en la propia Dadá (1917), la superposición de textos e imagen, los juegos de tipografía, la exaltación de la ciudad y de la máquina, iconos de las nuevas tendencias. En el umbral del siglo, el Golpe de dados de Mallarmé había señalado el camino: los instrumentos seculares de la poesía empezaban a mostrar signos alarmantes de desgaste. Apollinaire (“el último poeta”, según Breton) se movió como nadie en esa zona del arte moderno, en la década de 1910, en el que se superponían las denominaciones –cubismo, futurismo, dadaísmo-,y llevó su poema hasta límite infranqueable. El carácter internacional del dadaísmo y sus diversas órbitas-sobre todo gracias a la inquietud de Piacabia, que lo había enlazado en Nueva York con el grupo de Alfred Stieglitz-era, al mismo tiempo, una demostración de su entidad poco definida. “Dadá no significa nada”, enuncia enérgicamente Tristan Tzara en su primer manifiesto, de 1918, al tiempo que proclama la gravitación universal del “espíritu nuevo”. Lunes en la calle Cristina, otro caligrama de Apollinaire, reproduce en forma de poema los retazos de una conversación oída al azar en un café de París. Escrito en 1913, muestra rasgos muy similares a los que caracterizarían los ready made de Duchamp (el primero de ellos, la rueda de bicicleta, es del mismo año): la experiencia del ocaso en el caos urbano, la asociación libre, el hallazgo de aquello que no se buscaba. Cuatro años más tarde, Duchamp le dedicó el Reddy made Apolinére Enameled. Ambos artistas se precipitaban de manera casi festiva hacia el agotamiento extremo de los procedimientos tradicionales; en el caso de la poesía, se agregaba una creciente desconfianza en la capacidad del lenguaje para seguir significando. En este sentido, Dadá es la máxima expresión de lo que George Steiner denominaría “la palabra faltante”, por la cual la poesía ya no se siente en la lengua como en su propia casa sino como una cárcel. Hugo Ball, uno de los fundadores del café Voltaire de Zurich, justificó sus “versos sin palabras” o “poemas fonéticos”con esta contundencia: buscaba “renunciar en bloque a la lengua que el periodismo había vuelto corrupta e imposible”. Amigo de Kandinsky y de Paul Klee, Ball quiso dar a la poesía una radicalidad cercana a la pintura abstracta. Uno de aquellos poemas, leídos en una memorable velada de junio de 1916, empezaba así: “jolifanto bambla o falli bambla / grossiga mpfa habla horem/ égiga goramen/ higo bloika russula hutu/ hollaka hollala/ blago bung…” Los experimentos de otro miembro del Voltaire, Kurt Switters, son muy cercanos a esta tesitura. La dispersión de sentidos del término “Dadá”, que evoca al mismo tiempo el primer balbuceo de un bebé y significa “adiós” en alemán, “caballo de madera” en francés y “sí”, sí” en rumano-la lengua materna de Tzara-, da una idea del espacio que quería señalar. El dadaísmo es contemporáneo de la Primera Guerra Mundial: en ese movimiento la idea de vacío, de imposibilidad de significado es consustancial al eclipsamiento de un espacio estético, al colapso irrevocable de las bellas artes y las letras. Así Duchamp se mofaba de quienes creían entender su provocación encontrando “belleza” en el posabotellas y en el urinario expuestos en una galería de arte, Tzara y su grupo establecieron, como eje de su posición, la negatividad absoluta de todo ejercicio poético. En la década siguiente, el surrealismo iba a agregar un cierto ideal de redención, acercando la revolución estética al ideario marxista y al nuevo campo de fuerzas abierto por el psicoanálisis. Las diversas formas de antipoesías que el siglo 20 vio sucederse desde entonces apuntaron hacia un espacio puro, no contaminado por la elocuencia y la hojarasca retórica. Pero el golpe de nihilismo que el dadaísmo había asestado a todo proyecto poético nunca fue redimido: por eso sigue siendo el único de los grandes “ismos” que irradia posibilidades todavía no exploradas.

Homenaje a Rodolfo Hinostroza

En esta foto se aprecia al poeta Rodolfo Hinostroza en el comedor de su casa con el afiche confeccionado especialmente para el exitoso homenaje que se le brindó a finales de abril en los centros culturales de la Cancillería (Antonio Cisneros, Mario Granda), de la Universidad de San Marcos (Arturo Corcuera, Tino Vallejo), así como en la Facultad de Letras de la PUCP (Cecilia Esparza, Gonzalo Portocarrero). Participaron ponentes que vinieron de Ottawa (Canadá), Londres (Inglaterra), Chicago (Estados Unidos) y de diversas universidades de Lima (Católica, UCSUR, U. de Lima, UPC). Una mención especial merece el poeta noventero Paolo de Lima, quien alentó y coordinó este homenaje entre las distintas instituciones y los conferenciantes. El número de esta semana de la revista Caretas trae un reportaje a Hinostroza por el homenaje, cuyo link copio a continución: http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&S=&id=12&idE=877&idSTo=0&idA=46235

"Leí mucha poesía antes de escribir mis canciones"

El canta autor norteamericano confiesa sus principales influencias literarias y musicales de su carrera. “Leí mucha poesía antes de escribir mis canciones” * Por Robert Hilburn Habla de sus canciones. “Es natural seguir la pauta de alguien”.Afirma “Si yo hubiese querido ser pintor, probablemente habría pensado en intentar ser como Van Vogh, o si fuera un actor sería como Laurence Oliver. Si fuera un arquitecto, sería Frank Gehry. Pero no puedes limitarte a copiar a alguien. Si te gusta su obra, lo importante es someterse a todas las influencias que ha recibido esa persona. Quien quiera componer canciones debería escuchar tanta música folk como pueda, estudiar la forma y la estructura de todo el material que ha estado ahí desde hace 100 años. Llegar hasta Stephen Foster”. Admira a artistas que sean honestos y que se entreguen en cuerpo y alma a su labor creadora. “Siempre admiré a los artistas auténticos, los que tenían dedicación, y aprendí de ellos”. “La cultura popular generalmente llega a su fin con mucha rapidez. La arrojan a la tumba. Yo quería hacer algo que perdurase junto a los cuadros de Rembrant”. Aquí habla de su cantante favorito. Guthrie. Autor de “This Land Is Your Land”. “Para mí, las canciones de Woody trataban de todo al mismo tiempo. Trataban de ricos y pobres, blancos y negros, de los altibajos de la vida, las contradicciones entre lo que enseñaban en la escuela y lo que de verdad estaba sucediendo. Él decía en sus canciones todo lo que yo sentía, pero no sabía cómo expresarlo”. “Pero no se trataba sólo de las canciones. También era la voz-era como un estilete- y su dicción. Yo nunca había oído a nadie que cantase así. Su rasgueo en la guitarra era más complicado de lo que parecía. Lo único que yo sabía era que quería aprenderme sus canciones”. En esos tiempos el interpretaba sus canciones en clubes y cafeterías. Allí tuvo noticias de otro cantante en esa misma línea. Ramblin Jack Elliot. Y dice “es como si fueras un médico que se ha pasado un montón de años para descubrir la penicilina y te enteraras de pronto de que de que ya lo había hecho alguien”. “Yo sabía que tenía algo que Jack no tenía, aunque me llevó tiempo descubrir qué era”. Y renglón seguido escopetó. “Para mí, el intérprete viene y se va”. “Las canciones son la estrella del espectáculo, no yo, intento siempre estar aquí y ahora. No quiero hacerme nostálgico ni narcisista como escritor ni como persona. Yo creo que la gente que tiene éxito no habita en el pasado. Creo que es algo que sólo hacen los perdedores”. Sin embargo tiene su propio canon y es respetuoso de la tradición. Escucha canciones inglesas, escocesas, así como el country puro, el blues, y el folk de Guthrie, la familia Carter, Robert Johnson. Y apunta. “Hay tantas formas de abordar algo en una canción”. “Una forma es dar vida a los objetos inanimados. Eso lo hace muy bien Johnny Cash. Es suyo el verso que dice: Un barco carguero dijo: Ella estuvo aquí, pero se fue, chico, se fue”. Es genial. Es arte de verdad. Si haces eso una vez en una canción, le das la vuelta a partir de ese momento”. Encontramos la letra de una canción suya. “Ella siente como una mujer, así es./ Ella hace el amor como una mujer, así es./ Y anhela como una mujer./ Pero llora/ como una niña”. Y se refiere a dicha canción Just Like a Woman. “Aunque pudiera decirte de qué trata la canción, no lo haría. Es el oyente el que tiene que hacerse una idea de lo que significa para él”. “Ésta es una canción muy amplia. Un verso como “pero llora como una niña” es una metáfora. Es igual que un montón de canciones basadas en el blues, en las que pueden estar hablando de una mujer pero en realidad no están hablando de ninguna mujer. Puedes decir mucho cuando utilizas metáforas”. “Nadie siente dolor/ esta noche, en la que estoy de pie/ dentro de la lluvia. /Todo el mundo sabe/ que Baby lleva ropa nueva/ pero últimamente veo que han caído de sus rizos/ sus cintas y sus lazos”. “Ésta es una canción urbana. Es como mirar algo extraordinariamente poderoso, como la sombra de una iglesia o algo así. Yo no pienso en términos laterales como escritor. Ése es un defecto de los viejos escritores de Broadway…Son muy laterales. No hay nada circular, nada que te inspire. Yo siempre intento darle la vuelta a una canción. Si no es así tengo la sensación de estar haciendo perder el tiempo al oyente”. Su influencia literaria. “Yo había leído un montón de poesía cuando escribí muchas de aquellas primeras canciones. Estaba metido en los poetas básicos. Los leía como otros leen a Stephen King. También los había leído de pequeño. Las cosas de Poe me dejaban anonadado en varios sentidos. Byron y Keats y todos esos. John Donne…”. “Lo de Byron es que él sigue y sigue y tú no sabes ni la mitad de las cosas de las que habla, ni la mitad de la gente de la gente a que se refiere. Pero sí puedes apreciar su lenguaje”. Admira a los poetas Beat . “ No podías evitar entusiasmarte ante la idea de una poesía dicha en las calles, públicamente”, añade. “Siempre había un poeta en los clubes y tú escuchabas los versos y Ginsberg y Corso eran tíos que tenían mucha influencia”. “Alguien me dejó un libro de poemas de Francis Villon y él escribía de cosas de la misma calle y las convertía en verso”. “Te dejaba pasmado y te hacía plantearte por qué no podías hacer lo mismo en una canción”. “Veía a Villón hablando de visitar a una prostituta y yo le deba la vuelta, yo no visitaría a una prostituta, yo hablaría de rescatar a una prostituta. Una vez más se trataba de darle la vuelta a las cosas, como “el vicio es salvación y la virtud puede ser tu ruina”. Dylan cita a Maquiavelo o con “lo bello es inmundo y lo inmundo es bello” de W. Shakespeare. Aquí un ejemplo de cómo estos escritores han influenciado en sus canciones. “No hay mayor éxito que el fracaso y el fracaso no es un éxito en absoluto”, de Love Minus Zero/ No Limit, de 1965. Después dice que no es un profesional como algunos escritores que escriben con disciplina y en horarios rígidos como si fueran oficinistas. “Bueno no soy un compositor tan serio”. “las canciones no me vienen así como así. Normalmente se cuecen durante un tiempo y descubres que es importante guardar los pedazos hasta que estén completamente formados y unidos unos a otros”. Y luego añade. “Bueno, tienes que entender que no soy un melodista”. Afirma. “Mis canciones están basados en viejos himnos protestantes, o en canciones de la familia Carter, o en variaciones del esquema blues. Lo que pasa es que cojo una canción que conozco y empiezo a tocarla mentalmente. Ésa es mi forma de meditar. Hay un montón de gente que mira una grieta de la pared y medita, o cuenta ovejas o ángeles o dinero o cualquier cosa, y es un hecho demostrado que eso les ayuda a relajarse. Yo no medito con ninguna de esas cosas. Yo medito sobre una canción”. *Del diario Los Ángeles Time y reproducido por Babelia.

9.5.10

Queridos amigos, el jueves 20 de mayo a las 7:00 pm presento mi libro de poemas MORIDOR. Comentarán Rodolfo Hinostroza, Dalmacia Ruiz-Rosas y Carolina Fernández. La cita es en el Instituto Raúl Porras Barrenechea, Calle Colina 398, Miraflores (Alt. Cdra. 52 de la Av. Arequipa) Están cordialmente invitados. Reciban un fuerte abrazo Willy

8.5.10

Mis primeras lecturas. Miguel Hernández cumple 100 años

El poeta Miguel Hernández lo leí por primera vez en la biblioteca de mi barrio, cuando militaba en un partido de izquierda. Fue junto a Darío unos de los primeros escritores que tuve entre manos. Ahora lo vuelvo a leer ya con otros ojos después de más de 20 años. El mundo cambia y yo también.Muerto por la sanguinaria y fascista dictadura de Franco , los mismos que asesinaron a García Lorca. Treinta y un años de vida. Tres mil páginas de obra. Y un mito incomparable. Aún de más difícil cotejo si nos cuentan que Miguel Hernández publicó sus primeros versos en la prensa local de Orihuela en 1930 cuando aún apacentaba su rebaño de cabras por tierras alicantinas. Once años pues de tenaz actividad literaria y tardía militancia política, hasta que la tuberculosis nos arrebató su "bella calavera" en una cárcel franquista en 1942. Este año se cumplen cien años de su nacimiento. Un zurrón de versos En Orihuela, "su pueblo y el mío" nació Miguel Hernández el 12 de octubre de 1910. El que para Dámaso Alonso fuera "genial epígono de la generación del 27" vino al mundo en una humildísima familia de pastores alicantinos y logró asistir brevemente a la escuela hasta que el padre abortó su exigua formación, en 1925, le obligó a vestir la zamarra y le envió a cuidar del rebaño familiar. El joven cabrero guarda entonces en el zurrón lápiz corto y libros de poemas prestados en la biblioteca pública de Orihuela y lee con fruición los gruesos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles. ¿Sus maestros? Todo el Siglo de Oro español, Cervantes, Lope, Calderón, Garcilaso, muy especialmente Góngora… Miguel sabe desde muy pronto que su biografía futura fatigará más los versos que los andurriales. El joven Hernández participa en la tertulia poética en la tahona de su amigo Carlos Fenoll junto al que luego será su "compañero del alma" José Marín Gutiérrez, alias "Ramón Sijé", destinatario futuro de la más portentosa elegía de las letras castellanas, y sus primeros poemas ven la luz en El Pueblo de Orihuela en enero de 1930 y después en otros medios provinciales como El Día de Alicante. Madrid y República El 14 de abril de 1931se proclama la II República tras las elecciones municipales que dan la victoria a los republicanos en las grandes urbes, no así en la España rural donde los partidos monárquicos ganan abrumadoramente. Orihuela por ejemplo, bate el récord nacional de apoyo a un XIII ya camino del exilio Alfonso con un 90% de apoyo. Madrid es la obsesión épica de los sueños republicanos y hacia allí coge un tren, merced a un sablazo gestionado por Ramón Sijé, el pobre, inquieto y febril Miguel Hernández el 30 de noviembre de 1931. Nadie le recibe ni acoge, el desencanto es inmediato. Logra que el futuro ideólogo de falange Ernesto Giménez Caballero le presente como "otro nuevo poeta pastor" en La Gaceta Literaria. Y poco más. A principios de mayo de 1932, enfermo y desahuciado, regresa a Orihuela. Perito en lunas y el desplante de Lorca Miguel no ceja. Tras el fracaso de su primera aventura madrileña se lanza a la publicación de su primer poemario que titulará Perito en lunas. Financiado gracias, a la incansable búsqueda de mecenazgo a la que se apresta nuevamente el incansable Ramón Sijé, el libro, barroco y gongorino, compuesto por 42 poemas en octavas reales, se publica en enero de 1933. La obsesión del "poeta cabrero", desde su inmediata publicación, es obtener el beneficio o, al menos, la sencilla atención de la crítica. Con ese fin dirige entonces toda suerte de misivas a escritores y poetas, entre ellas su conocida y arrogante correspondencia a Federico García Lorca, a quien, sin acuse alguno, había enviado su libro, que empieza así: "Sr. Don Federico García Lorca. Admirado poeta y amigo Le escribí hace mucho pidiendo elogios, aunque ya se los había oído, para mi Perito en lunas. Y aquí me tiene usted esperándolos, entre otras cosas". Tras una segunda y más virulenta carta, la alergia del ya internacional poeta granadino hacia el joven cabrero de Orihuela se tornará legendaria. Regreso a Madrid A la segunda visita de Miguel Hernández a Madrid en noviembre de 1934 va la vencida. A su llegada colabora con las Misiones Pedagógicas, participa en la enciclopedia taurina de José María Cossío y con la Revista de Occidente y se gana su sitio de pleno derecho en el ambiente literario de la capital. Traba amistad con Maruja Mallo, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda y su poesía da un bandazo hacia el compromiso con la izquierda que se hará carne en su fundamental El rayo que no cesa (1936). En diciembre de 1935 fallecía Ramón Sijé, lo que desencadenaba la inmortal elegía de Miguel Hernández cuyos versos finales -”a las desalentadas almas de las rosas,/ del almendro de nata te requiero,/ que tenemos que hablar de muchas cosas,/ compañero del alma, compañero”- difícilmente podrán borrarse de nuestra memoria cultural. Un poeta en las trincheras No es poca mala suerte que la plenitud intelectual y vital de un hombre vaya pareja a la caída de su país en la violencia fratricida. Y es que el estallido y enquistamiento salvaje de la Guerra Civil que había comenzado con el alzamiento militar del 18 de julio coincide con la mejor y más desolada obra de Hernández, así como con su matrimonio, la paternidad, la cárcel y la muerte. Son los años de Viento del Pueblo, poesía en Guerra (1937), de sus versos militantes declamados en las trincheras del Quinto Regimiento, de su feliz casamiento con Josefina Manresa, aquella linda muchacha que se moría "de casta y de sencilla", del Congreso de Escritores antifascistas, del nacimiento y temprana muerte de su hijo Manuel Ramón… Luego en 1939 nacería el segundo, Manuel Miguel, el destinatario de aquellas sobrecogedoras Nanas de la cebolla -"Al octavo mes ríes,/ con cinco azahares/ con cinco diminutas ferocidades, / con cinco dientes/ como cinco jazmines adolescentes"-. Acaba la Guerra con la victoria de las tropas franquistas. Miguel huye a Portugal y la policía de Salazar le entrega a la guardia Civil española. Prisión y muerte Miguel Hernández es condenado a muerte, pena conmutada por la reclusión perpetua gracias a la intercesión directa ante Francisco Franco de Cossío, entre otros intelectuales del bando vencedor. Tras un penoso periplo por penales de Sevilla, Madrid, Palencia y Toledo, Miguel fallece de tuberculosis en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Allí, su compañero de celda, el joven dramaturgo Antonio Buero Vallejo, pintará el más célebre retrato del poeta que contaba, el día de su fallecimiento, 28 de marzo de 1932, apenas 31 años. Bibliografía Poesía - Perito en lunas, Murcia, La Verdad, 1933 (Prólogo de Ramón Sijé). - El rayo que no cesa, Madrid, Héroe, 1936. - Viento del pueblo. Poesía en la guerra, Valencia, Socorro Rojo Internacional, 1937 (Prólogo de Tomás Navarro Tomás). - El rayo que no cesa, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949 (Prólogo de José María Cossío. Incluye poemas inéditos). - Seis poemas inéditos y nueve más, Alicante, Col. Ifach, 1951. - Obra escogida, Madrid, Aguilar, 1952 (Incluye poemas inéditos). - Cancionero y romancero de ausencias, (1938-1941), Buenos Aires, Lautaro, 1958 (Prólogo de Elvio Romero). - Antología, Buenos Aires, Losada, 1960 (Selec. y Prólogo de Mª de Gracia Ifach. Incluye poemas inéditos). - Obras completas, Buenos Aires, Losada, 1960 (Ordenada por E. Romero. Prólogo de Mª de Gracia Ifach). - El hombre acecha, Santander, Diputación, 1961 (Facsímil de la primera edición de 1939 perdida en imprenta). - Obra poética completa, Madrid, Zero, 1979 (Introducción, estudio y notas de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia). - 24 sonetos inéditos, Alicante, Instituto de estudios Juan Gil-Albert, 1986 (Edición de José Carlos Rovira). Teatro - Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, Madrid, 1929. - El torero más valiente, 1935 - El labrador de más aire, Valencia, Nuestro Pueblo, 1937. - Teatro en la guerra, Alicante, Socorro Rojo Internacional, 1937. - El pastor de la muerte, 1938 -

7.5.10

Ionescu . !Dios, haz que crea en ti!

¡Dios, haz que crea en ti! Eugéne Ionesco . Dramaturgo del teatro del absurdo junto con Samuel Beckett son los puntales de esta corriente, uno de los grandes renovadores del género que tuvo muchos puntos en común con Sartre y Albert Camus. Sus obras son. La cantante calva, El peatón del aire, El porvenir está en los huevos; Jacques o la sumisión…El rinoceronte, Las sillas, La lección, El maestro, El asesino sin sueldo, Rinoceronte y otros relatos. Ionesco escribe sobre sus miedos y fantasmas que lo abruman desde su infancia. Aquí algunos fragmentos. A los cuales podría suscribirme tranquilamente. ¡Dios, haz que crea en ti! “¿Cuándo me di cuenta por primera vez de que el tiempo “pasaba”? A los cuatro o cinco años me di cuenta de que me haría cada vez más viejo, de que me moriría. Hacia los siete y ocho años me decía que mi madre iba a morir un día y me trastornaba ese pensamiento. Sabía que ella iba a morir antes que yo. Aquello se me presentaba como una interrupción definitiva del presente, porque todo era presente. Un día, una hora, me parecían largos, sin límite. No veía su final…Intento, desde entonces, todos los días, asirme a algo estable, intento desesperadamente volver a encontrar un presente, instalarlo, ampliarlo.” “Hace ya bastante tiempo que he nacido. Hace, a la vez, mucho tiempo y muy poco tiempo. Todavía no he llegado a comprender lo que me ha pasado. Me queda muy poco tiempo para comprender lo que todavía no he comprendido y no pienso que pueda lograrlo. Tampoco he llegado a admitirme a mí mismo…Las satisfacciones que he buscado para colmar una vida, un vacío, una nostalgia, pocas veces han conseguido enmascarar el malestar existencial. No he sido verdaderamente feliz más que borracho, pero el alcohol mata la memoria y sólo he conservado recuerdos brumosos de mis euforias.” “En cuanto llega la noche me invade el pánico. Llega a mis espaldas, o más bien me hundo en ella. Un océano negro en el que me ahogo. Deseo la soledad pero no puedo soportarla. Pienso en ellas dos, siento miedo por ellas. Miedo a morir, a no volverlas nunca más. Necesito el alcohol. Basta un vaso para que desaparezca el miedo. En la seguridad surge la agresividad, se extiende. El aburrimiento también se expande en la seguridad, pero cuando estoy furioso todo va mejor todavía.”

El cisne de Charles Baudelaire

El cisne de Baudelaire J.L.L. Es posible que el comentario de un poema nos dé la clave de la vida, de los pensamientos secretos de un poeta. Leemos El cisne de Baudelaire. El poeta pasea por un barrio de París y recuerda otro paseo hecho hace tiempo por el mismo lugar. París a cambiado. El aspecto de una ciudad –piensa el poeta- puede cambiar más pronto que un corazón humano. Allí ahora es el nuevo Carrousel, se levantaban numerosas barracas, negocios sórdidos, se acumulaban trozos de mamposterías, capiteles de columnas teñidos por el verdín de los charcos. En ese bric-á-brac lamentable y confuso, estaba instalada una ménagerie. Y el poeta vio una mañana (a la hora en que el trabajo se despierta, cuando las mujeres levantaban con sus escobas un huracán de polvo que se remontaba al cielo frío) un cisne escapado de su jaula, que con sus pies palmípedos frotaba el piso duro y arrastraba su plumaje por el suelo. Cerca de un arroyo seco abría el pico, bañaba nerviosamente sus plumas en el polvo y decía (parecía decir, con el corazón lleno de recuerdos de su lago natal): “¿Cuándo lloverás, agua? ¿Cuándo has de tronar rayo?” Je vois ce malheureux, mythe étrange et fatal- dice Baudelaire-.”Veo a ese desdichado, mito extraño y fatal, a ratos, hacia el cielo, como el hombre de Ovidio, hacia el cielo irónico y cruelmente azul, tender su cabeza ávida sobre el cuello convulso, como si dirigiera sus reproches a Dios.” El cisne sediento, que arrastra su blanco plumaje por el polvo, constituye un mito para Baudelaire. Un mito extraño y fatal. Pueden encontrársele correspondencias con el albatros, que pudo ver algunas vez durante su viaje hacia oriente. A veces, para divertirse, los marineros suelen cazar albatros, grandes pájaros de los mares, que siguen a los navíos deslizándose sobre las olas con un planeo majestuoso. Pero en cuanto los arrojan sobre la cubierta, esos reyes del cielo, torpes, avergonzados, aflojan lamentablemente sus grandes alas blancas que arrastran a sus costados como remos inútiles. El poeta busca imágenes de los desterrados. El cisne desterrado del lago. El albatros desterrado del cielo. El POETA desterrado de la vida que quisiera vivir. Otra vez se ha comparado a las aves de alto vuelo en el poema Elevación. El poeta, tan buen nadador de los altos cielos, tan volador de los espacios ilimitados, se siente torpe en la vida de todos los días, como el cisne en secano, como el albatros inválido. Este del cisne podría llamarse el poema de los destierros. Comienza con una invocación clásica. Andromaque, je pense á vous!...”¡Andrómaca, pienso en ti!”Ese pequeño río, pobre y triste espejo en que antaño resplandeciera la inmensa majestad de tu pesar de viuda, ese Simois fingido que crece con tus llantos, de pronto ha fecundado mi memoria”… Esta referencia virgiliano que parece reclamar el comentario, ya que entre nosotros es fácil hacer gala de que estamos olvidados de los libros clásicos. Andrómaca es la figura femenina más importante de la Ilíada. Todos recuerdan la despedida de Héctor y Andrómaca (una de las escenas más patéticas de la literatura universal) cuando el pequeño Astianax llora asustado por el atavío guerrero del padre y Andrómaca sonríe a través de sus lágrimas. Andrómaca figura entre las mujeres de la ciudad conquistada, que han de repartirse, como un vil ganado, ante los vencedores. Andrómaca le toca en suerte a Pirro, hijo de Aquiles, y su hijo es arrojado desde lo alto de las murallas de Troya. Pero la continuación de la historia está en el canto tercero de la Eneida, de Virgilio. Pirro ha muerto y su esclavo Heleno ha heredado sus tierras y su concubina. Heleno es un hermano de Héctor. Pero mientras Héctor prefirió morir peleando. Heleno se dejó tomar prisionero. Cuando heredó a Andrómaca, se quedó a vivir con ella en el Epiro. Heleno y Andrómaca parecen una pareja de sombras. Es fácil adivinar que no existe amor entre ellos, pero lo une los recuerdos. Al fin y al cabo Heleno es troyano. Y han edificado, para alimentar sus sueños, una imitación de Troya. Los dos pequeños arroyos que pasan junto al poblado llevan los nombres de los ríos de Troya: Simois y Janto. Las puertas de la aldea llevan los mismos nombres de las puertas de la ciudad antigua. Cerca de un bosque han levantado un túmulo en honor a Héctor. Allí Andrómaca, junto a la tumba vacía, a orillas del fingido Simois, derrama sus lágrimas y refleja la majestad de su dolor de viuda. Porque Andrómaca ha vuelto a ser la viuda de Héctor más que la mujer de Heleno. Es una desterrado de sus recuerdos. Por eso Baudelaire, al recordar al cisne sediento, desterrado de su lago nativo, se ha acordado también de Andrómaca. Andrómaca, pienso en ti… La mitología clásica es como un suntuoso tapiz tejido con los sueños de la humanidad a través de unos cuatro mil años. En él se representan las andanzas, los amores de los dioses, las hazañas de los héroes; historias de belleza trágica o de gracia picante. Es como una humanidad imaginada que nos ha dado de regalo, que se lamenta o se alegra, y con el cual podemos confrontar y aquilatar nuestros propios dolores y alegrías. En la tragedia de Shakespeare, Hamlet, cuando los cómicos entran al castillo de Elsinor, uno, para dar muestras de sus habilidades, representa los dolores de Hécuba (Hécuba, que aparece en las Troyanas, la madre de Héctor, la suegra de Andrómaca). Y posesionado de su papel, el actor llora. Entonces Hamlet, que está luchando con su propio dolor, parece indignarse: ¿Qué le importa Hécuba?-dice-. ¿Y qué tiene que ver con Hécuba para que llore por ella? ¿Pero es que hay dolores ajenos?-podría contestársele-,¿o hay un mismo dolor universal por el que todos lloramos, o quisiéramos llorar, o deberíamos llorar? Mucho nos importa Hécuba o Andrómaca, y tenemos muchas razones para llorar por ellas. Hamlet quiere llorar por su padre muerto y también por su madre, que ha contraído una segunda nupcias, según él apresuradas e indignas. Pero ¿no es eso llorar por Andrómaca? ¿Y no hubiera sido ése el dolor del pequeño Astianax, si hubiera vivido, al ver que su madre, la mujer de Héctor, pasaba a poder de otro? El pequeño Astianax murió, arrojado desde lo alto de las murallas. Pero Hamlet vive. Y vive Baudelaire, que se cree otro Hamlet y cree tener motivo para llorar con las mismas lágrimas. Andrómaca se nos convierte, de pronto, en la madre de Baudelaire. Y el símbolo del cisne-mito extraño y fatal-se va ampliando. Lo mitológico (que podría haber sido retórico o vacío) se vuelve vital. El cisne es Andrómaca. Pero Andrómaca es la madre. Toda la estética y toda la ética de Baudelaire podría resumirse en este poema El cisne. Porque por encima de su afán de asombrar, por encima de su despliegue de imágenes horribles o repugnantes, por encima de su postura romántica de poeta maldito, de sus letanías demoníacas, Baudelaire puede considerarse el poeta del destierro, el poeta de los desterrados y (como se explica más claramente en El albatros) de los desterrados del cielo, inhábiles y ridículos en la vida terrestre. En este sentido, Baudelaire es un poeta de directa ascendencia platónica. En varios diálogos de Platón (a pesar de que fue un gestor e insidioso propagandista del destierro de los poetas) se nos explica la vida humana como un destierro. Particularmente en Fedro, o de la belleza , hay pasajes cuya cita es casi imposible de omitir al tratar de comprender en su esencia los poemas de Baudelaire. Dice Sócrates en su discurso al joven Fedro: “Cuando un hombre percibe las bellezas de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar; pero sintiendo su impotencia, levanta como el pájaro sus miradas al cielo, desprecia las ocupaciones de este mundo y se ve tratado de insensato.”

"Las palabras hubieran podido salvarme pero estoy demasiado viva"

En el silencio de la noche, una mujer con manos de niña y ojos de vieja, desventra el alma humana buscando el lugar del encuentro y de la vida. Explora y traza el mapa del camino. Se llama Alejandra Pizarnik. Nació en Buenos Aires en 1936 y muere en la misma ciudad a los 36 años. La inocencia perdida y el paso de la vida la han marcado para siempre. Asombrada por el vértigo del misterio de su propio ser herido, busca el sitio, el jardín, donde poder jugar eternamente, protegida por la mirada de la fuerza creadora, poseyendo la niñez perdida, rodeada por la belleza alucinante del cosmos. Ella no ha comenzado el viaje, es hija de rusos venidos a América. Existe ya desde su nacimiento el signo de la búsqueda y el destierro. Este hecho tiene una importancia capital para entender su vida y la gestación de su obra: raza, religión, idioma, perdidos y transportados a las antípodas. Aquí está la raíz de los principales polos que la atraen: buscar un lugar, un lenguaje. En ella chocan razas y civilizaciones, trasplantes y equívocos, sueños extraños a los que heredan la tierra. Un pasado milenario la atraviesa. Hereda una cultura que se agita en ansiedades telúricas: el amor por el rito, por la gesta liberadora. La religiosidad como una búsqueda con carácter de necesidad vital y ancestral. También paisajes helados y esteparios, los lobos que acechan al viajero, los juegos nocturnos y obsesivos, la atracción de la muerte y el éxtasis. Así se entronca con la poesía de los pueblos, la poesía profética, que en su propia sujeción encuentra el signo de su liberación. El concepto de la identidad entre el hombre y el ser es una clave de la tradición bíblica. Para Alejandra, las palabras y los seres son como dos formas de lo mismo. Por eso, el río purificador que conduce al paraíso será el lenguaje. Irá avanzando por las palabras hasta su propio centro. Su rigor es obsesivo, místico: “Entrar en la literatura como entrar en la religión”, dice en su diario. Experimentar en su lenguaje y en su propia vida serán sinónimos. Pero allí, en la palabra clave, donde termina el viaje, hay otra palabra, el centro del poema hay otro poema, el fin de la búsqueda es la misma búsqueda. Porque el paraíso; el jardín buscado, es el lugar desde donde se ha partido por la culpa y hacia donde se vuelve por la purificación y por la muerte. Nacer y morir se unen a una palabra, ese es el sentido exacto de la palabra paraíso. Contiene como la palabra que lo significa, dos lugares: el que fue y el que será. No tiene ahora. Ahora, se llegue adonde se llegue, la meta no se alcanza, siempre está al otro lado del río. Y la búsqueda se transforma en un ir y venir, en un intento agotador de unir vida y muerte: la palabra muerte sólo cobra sentido cuando se la vive y es la palabra que nadie ha vivido. Y así el jardín es también el infierno, es la búsqueda alucinante y dolorosa. En este punto del análisis la razón se resiste a seguir y se agota. Sólo el contacto directo con el poema nos acerca al misterio. Es aquí en la poesía de Alejandra adquiere toda su dimensión universal y social, al expresar el gran interrogante del hombre contem- poráneo. En su dimensión universal entran en juego elementos muy antiguos y muy actuales que le servirán para expresar los laberintos interiores. Las leyendas populares le prestan los paisajes. Son los desiertos por donde han vagado los pueblos y en donde han celebrado sus ritos de sanaciones. Elegirá sus animales para los holocaustos, serán las muñecas de la infancia, retazos de la vida inocente e ideal. Entonces, en noches silenciosas e intemporales, cumplirá su destino de médium. Hurga, deshilacha. Tiembla alucinada por el terror de su tarea, la locura y la muerte la persiguen y la acompañan. Los fantasmas observan y hacen oír sus voces. Corriendo por sí misma, danza y se interroga, las voces usan su propia voz. Otra gran fuerza también la recorre: nuestra lengua y nuestra tierra americana. Toda la fuerza de nuestro lenguaje, que es un lenguaje de inmigrantes, de buscadores de tierra prometida, un lugar de peregrinación de muchas razas y pueblos, donde la soledad, las peripecias del camino, la vastedad de los paisajes, la falta de una estabilidad milenaria, son concepto hermanos, emparentados con los que antes analizáramos, pero que además aportan un matiz heredado de la literatura española. Es el humor trágico, que en Cervantes y Quevedo llega a su máxima expresión. En su hablar cotidiano, Alejandra desplegaba un humor desbordante y corría por las palabras hasta el absurdo y la risa. Pero en su poesía, esto sólo queda expresado en su más profundo sentido a través de la más simple estructura del lenguaje humorístico: el salto repentino de un concepto a otro, en donde el cambio de estado que produce hace sentir un desconcierto placentero. Su poesía está llena de estas situaciones que alivian la terrible tensión del instante. Hasta aquí hemos configurado un paisaje más o menos confuso de la vida y la obra de Alejandro Pizarnik. Son esbozos de los orígenes del viaje metafísico y lingüístico. Co- mo siempre nos encontramos ante el problema de expresar una realidad única en forma múltiple ya que el lenguaje no nos permite hacerlo de otra manera. Por eso debemos abordar el otro aspecto de la peregrinación y la búsqueda. Alejandra estudia Letras pero pronto deserta, no le sirven, no es lo que busca lingüísticamente. También estudia pintura con Battle Planas y esto influenciará toda su estética, donde el color, el trazo y el paisajismo son elementos pictóricos esenciales en su proceso creativo. Publica sus primeras obras: “La tierra más ajena” (1955),”La última inocencia” (1956),”Las aventuras perdidas”(1958). Los títulos son sugestivos. En 1961, emprende su gran aventura viajera: ayudada por su madre y por un préstamo del Fondo Nacional de las Artes, parte para Europa y allí vivirá cuatro años. Europa es la gran atracción, el centro de la civilización, el lugar donde viven o han vivido sus amigos, como ella decía. Los grandes de la literatura. Su punto de atención es Francia. Rimbaud y Verlaine estarán cerca. Escuchará sentada a sus pies cómo hablan, como sienten los latidos del corazón, como navegan por los ríos interiores. Aprende con avidez el francés. Lee enfurecidamente. Lee todo. Se baña en el surrealismo. También mira todo. Recorre los museos. Klee, Rousseau, Ernst, Van Gogh, Goya, Remedios Varo, le enseñan a ver y componer el cuadro, el metasentido. Entra en contacto definitivo con los malditos y no sólo escritores, sino también los creadores del crimen y el suicidio: La condesa Báthory y Caroline de Günderode, sus hermanas en el vértigo y el terror. Se conecta con el grupo “Tel Quel”. Se apasiona por la crítica francesa: Blanchot y su analítica, el erotismo de Bataille, que le abrirá perspectivas insospechadas para el suyo. Sigue cursos de psicología. Traduce con rigor y casi científica a Hölderlin, Bonnefoy, Cesaire, Antonín Artaud, Duras, Breton, Eluard. En París es secretaria de Julio Cortázar. Esta relación con el gran escritor argentino, será el principio de lo que será su vuelta y el sentido de la tercera etapa de su vida. En Europa conovce a los grandes de América. En 1962, desde allí publica en Argentina, su “Árbol de Diana”. Octavio Paz lo prologa. Sin darse cuenta y por otros motivos, como siempre pasa, Alejandra vuelve, a la tierra que el azar le ha dado por patria. Se cartea con todos los escritores que conoció en Francia. Une con palabras los países. Europa, con América, América con América. “Los trabajos y las noches”(1965) le traen los premios. Publica “Extracción de la piedra de la locura”(1968), “La Condesa sangrienta”(1971),”Los pequeños cantos”(1971). Traduce a su escritor favorito Pieyre de Mandiargues. “La Bucanera del Pernambuco”,y su último libro “El infierno musical”(1971). Aquí, en el infierno, la buscadora del jardín termina el ciclo. Rompe su lenguaje, despatarra por fin las muñecas que le quedan, desordena y deshoja los libros que ha acumulado en su mente. La fascinación por la muerte la excita hasta el espasmo, allí está la palabra donde significado y objeto se unen de un modo único. Síntesis donde nombre y lugar se corresponden y donde vida y literatura se borran para formar un todo inseparable e inexpresable. Es el fin del viaje. El poema total. No hay ya diferencias. Ya no hay dos jardines. El río ha desaparecido y el 25 de setiembre de 1972 se mira para siempre en el espejo de la muerte. Al final dijo: “Las palabras hubieran podido salvarme pero estoy demasiado viviente”.